sábado, 23 de enero de 2010

METALLICA EN LIMA: UN CONCIERTO INOLVIDABLE


El pasado martes 19 de enero pasará a la historia de los conciertos en nuestra capital como una fecha especial. Esa noche la ciudad entera se estremeció desde sus más profundos cimientos por una descarga de decibeles nunca antes escuchada. Metallica marcó a fuego las pupilas y oídos de los más 55 mil fanáticos que llenaron el Estadio de San Marcos ávidos de esa catarsis que solo podía brindarnos la banda de thrash metal más importante del mundo. No es un secreto para nadie que Lima ya se encuentra inamovible en la hoja de ruta de aquellos espectáculos con sabor a primer mundo que antes parecían absolutamente inaccesibles para la ciudad. Y no importa quién más vaya a venir en los próximos meses, difícilmente podrá igualar la energía colectiva generada por esta leyenda viva de uno de los géneros del rock más ninguneados que haya surgido jamás. Quizás aun sea la onda expansiva de lo que acaba de ocurrir pero tengo la sensación de que esa noche seguirá siendo recordada aun cuando se produzcan más conciertos de primer nivel en nuestra capital. Porque fue realmente un concierto inolvidable.

LA LARGA ESPERA

Desde que anunciaron la llegada de Metallica a Lima (aproximadamente en octubre del año pasado) miles de personas comenzaron a sentir una ansiedad poco antes vista con tanta anticipación. Quizás los anuncios previos a las visitas de Iron Maiden y Kiss sean las que más se acerquen a este efecto provocado en el público y más allá de cualquier opinión con respecto a cuál de las tres bandas tiene más seguidores o cuál trayectoria es de mayor importancia, resulta obvio que las preferencias de la gente señalan hacia esta música fuerte, controversial, agresiva.

No nos adentremos en aburridas disquisiciones psico-sociológicas sobre el particular, pero es claramente un mensaje que desde el inconsciente colectivo se genera a partir de esta masiva concurrencia a shows de artistas que se caracterizan por una dura presencia en el escenario, un sonido extremadamente agresivo y de pocas concesiones: hay una rabia contenida a nivel social que se expresa, de manera inofensiva, en la conexión incondicional con el metal.

Caminando hacia la puerta de ingreso, en medio de toda esa maraña de gente que ha sido capaz de dejarlo todo para estar presente en el estadio de San Marcos y siendo parte de esa especie de ritual que se produce en los conciertos "a la peruana": tráfico de entradas a última hora, venta de colas, personajes de aspecto amenazante que de no ser porque tienen puesto un polo con algún estampado alusivo al grupo podrían ser desde asaltantes hasta simples transeúntes que viven por la zona, etc. iba contando los minutos dispuesto a no dejarme influir por ninguna de estas distorsiones y de disfrutar al máximo las próximas dos horas y media por venir. Una vez dentro solo era cuestión de respirar hondo y prepararse para que ningún detalle pasara inadvertido. La larga espera había terminado.

EL ÉXTASIS DEL ORO

A pesar de que algunas zonas mostraban ciertos claros (en especial la tribuna occidente y la parte trasera de la cancha, zonas A2 y E) el marco del estadio era impresionante. Eran un poco más de las 9 de la noche cuando las luces bajaron y desde las pantallas surgió la imagen de Eli Wallach en la mítica escena final de The good the bad and the ugly (1966), en la que atraviesa corriendo desesperado un cementerio rústico y abandonado, bajo los acordes de la épica composición de Ennio Morricone, The ecstasy of gold. No estoy seguro cuántas personas presentes en el concierto hayan visto aquella legendaria joya del cine italiano dirigida por Sergio Leone pero el uso que le ha dado Metallica como introducción a sus shows desde el impresionante álbum con la orquesta sinfónica de San Francisco ha convertido a esta portentosa melodía en uno más de sus éxitos.

En estas épocas de información al instante a través de Internet es poco difícil pensar que nadie esperaba Creeping death como tema inicial pero aun así, la demoledora fuerza de este clásico bíblico de 1984 hizo explotar de emoción al público peruano. El desenfreno fue inmediato y la banda contribuía a atizar el fogón de ese estadio repleto de fans que han escuchado esta música desde hace dos décadas, sin imaginar que tendrían la oportunidad de escucharlas en vivo, frente a ellos. James Hetfield (guitarra y voz), Kirk Hammett (guitarra), Robert Trujillo (bajo) y Lars Ulrich (batería) poseen un magnetismo mortal, incomparable en los predios del metal y los niveles de energía que llegan a adquirir en cada una de sus interpretaciones es realmente impresionante.

Ya no había manera de escapar a la euforia desatada. Temas como For whom the bell tolls (con una alucinante intro de Trujillo en el bajo), Harvester of sorrow y Fuel no dieron tregua a los asistentes que gritaban y saltaban sin cesar. James, líder indiscutible del grupo, permanecía en constante comunicación con el público y la fuerza con la que dispara riffs desde su guitarra solo se compara con la capacidad que tiene para impulsar la respuesta de la multitud. "Do you feel it?... do you feel like I do???" exclamó en la parte final de Fade to black y la masa, convertida en un ente único, con vida propia, se entregó a la velocidad de Kirk en esa coda dedicada al gran Cliff Burton.




La segunda parte del show la dedicaron a algunos temas de su última producción discográfica, Death magnetic. Complejos, de cambios inesperados y ultra ruidosos, estos temas nuevos suenan arrasadores en concierto y fueron bien recibidos por los fans. Después de eso, James tomó el micrófono y preguntó: "¿Están listos?!!! Do you want heavy??? Metallica gives you heavy!!!" y la banda aplastó nuestros oídos con Sad but true, uno de los temas más representativos del álbum negro. Este segmento terminó dos de los temas más esperados de la noche, uno tras otro: One y Master of puppets.
La alegoría bélica y la desesperación de sentirse muerto en vida de este clásico de 1988 fue interpretada de manera explosiva y acompañada por impresionantes fuegos artificiales y enormes lenguas de fuego. En cuanto a Master of puppets, provocó el frenesí en todas las zonas del estadio y ofreció una de las mejores interpretaciones de aquel sublime intermedio melódico en el que James y Kirk (junto a la complicidad rítmica de Robert y Lars) se lucen haciendo una de sus más conocidas armonías a dúo de guitarras.



Broken beat and scarred (otro de los temas del último disco), dedicada a los fieles seguidores de esta aplanadora musical, dio paso a más momentos cumbres: Battery, Nothing else matters y Enter sandman, conectadas otra vez de manera perfecta. Al final del angustiante solo que hace James en la última parte de Nothing else matters el cantante alarga la nota reverberante y le muestra al público, en un plano ultra detalle para la inmensa pantalla LED ubicada detrás de los músicos, la uña oficial con la que estaba tocando y desde allí empezó a tocar los acordes de Enter sandman, otro de los puntos más álgidos de la emocionante noche que parecía no acabar nunca.



Tras la primera despedida, el cuarteto retornó ante las miradas atónitas y las gargantas inflamadas del público haciendo la intro de The frayed ends of sanity, uno de los temas más oscuros del álbum ... And justice for all. Luego de este pequeño "relajo" nos regalaron Am I evil? uno de sus primeros covers (el tema original es de la banda británica Diamond Head), Blackened y cerraron definitivamente con Seek and destroy, la única canción que tocaron del primer álbum, Kill'em all. Para este tema, James dejó la guitarra y bajó para acercarse a las primeras filas y hacerlos entonar el grito de guerra que da título a esta canción... produciendo una vez más la histeria del mar humano que no paraba de cantar.

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Al final de las casi dos horas y media que duró el concierto, parecía como si una ráfaga de ametralladora hubiera hecho retumbar los tímpanos de toda la ciudad. Algunos satisfechos y otros esperando más disparos guitarreros, las personas se iban retirando del recinto mientras Lars Ulrich decía, con ese tono de voz característico que hemos oídos miles de veces en videos: "I don't know you guys but I don't Metallica have to wait others 29 fucking years to come and see you..". La promesa está hecha, vuelvan cuando quieran.

Metallica vino al Perú y cumplió las expectativas de sus miles de seguidores que abarrotaron las instalaciones dentro y fuera del estadio de San Marcos. Es una banda cuajada por los años, golpeada por la adversidad en más de una ocasión y resulta admirable cómo a pesar de algunas desavenencias internas han sabido mantener su vigencia y su potencia a través de los años. La experiencia de casi tres décadas en el camino los ha convertido en mejores músicos de lo que ya eran en aquellos primeros años y han aprendido muy bien su papel de estrellas del heavy metal y del rock en general. Su dominio del escenario y su actitud hacia la audiencia, dos de las cosas que quizás puedan irritar a los más intransigentes y puristas, complementan la vitalidad y las altas dosis de adrenalina que destilan cada una de sus canciones. Ver a Metallica tocar en Lima fue un sueño hecho realidad. Ojalá se repita pronto.

Para terminar, unas líneas acerca de las dos únicas cosas que no me gustaron del concierto: a) el estadio de San Marcos: es enorme, tiene buena acústica... pero deberían arreglar sus instalaciones porque realmente le quitan prestancia a un espectáculo de esta naturaleza. Si lo van a establecer como opción para otros conciertos grandes e importantes, por favor arreglen esas veredas, recojan esos montículos de basura, hagan algo al respecto y b) el telonero: hay bandas que no deben tener telonero porque simplemente no lo necesitan. No importa que los convoquen miles de firmas en el Facebook por favor. Como ocurrió en Iron Maiden con M.A.S.A.C.R.E. y en Kiss con Daniel F., la presencia de Necropsia fue sencillamente lamentable. No tengo nada en contra de ellos pero francamente hay cosas que, por vergüenza, uno no debería mostrar.

3 comentarios:

LuisCarlos Tapia dijo...

Amen Doctor..

henry dijo...

Fue un concierto realmente inolvidable.

Mil dijo...

Teloneros del mal. Felizmente siempre llego a la hora en que empieza el concierto de verdad.

Conciertazo.