sábado, 16 de enero de 2010

METALLICA EN LIMA I


¿Qué significa ser fan de Metallica? Hace un par de días durante una conversación entre compañeros de trabajo, alguien se atrevió a cuestionar mi categoría de "fan de Metallica" porque no recordaba con exactitud la fecha en que falleció Cliff Burton, uno de los bajistas más prometedores de aquella dorada generación ochentera de headbangers de la cual han sobrevivido algunas cuantas luminarias como Les Claypool (Primus... entre otras cosas) y Joey DeMaio (Manowar) y que vio frustrada su carrera en un terrible accidente de carretera. Es una fecha fría y de fácil ubicación gracias al google: 27 de septiembre de 1986. En estos tiempos de hiper-información al instante y accesible a golpe de mouse, la idea de hacerse fan de algo sobre la base de conocer de memoria esta clase de datos es tan inocente como incompleta.

Es verdad. Ser fanático de algo implica saber todo, o casi todo, de la materia que uno idolatra. Y en ese sentido el fanatismo puede llegar a tener dimensiones enfermizas y totalmente absurdas, como la de coleccionar pedazos de ropa o pagar millones de dólares por una guitarra semi-destruida. Porque otra de las características del fanatismo es el afán por coleccionar todo acerca de lo que uno demuestra o pretende demostrar, devoción: libros, discos, DVDs, accesorios, merchandising y un largo etcétera de cosas abundan en el mercado preparadas estratégicamente para satisfacer la necesidad del fanático y para llenar las arcas de quienes ven en su adicción (más allá de que sea genuina o no) un enorme, lucrativo y permanente negocio.

En ese sentido, quizás tengan razón quienes afirman que no soy "fan de Metallica". Y cuando estoy de buenas conmigo mismo considero que puedo ubicarme en un nivel superior de fanatismo. Puede que no sea "fan de Metallica" (tampoco recuerdo en qué fecha nació James Hetfield a pesar de que me sé al detalle sus riffs, sus solos, sus gestos en el escenario y su papel preponderante en la formación de la banda) porque en realidad soy fan de la música, así a secas.

Y como comprenderán, la música no tiene fecha de vencimiento, nacimiento ni muerte. Es eterna. Siguiendo ese razonamiento sería imposible para mí hacerme de todas aquellas cosas que alimentan mi fanatismo por la música porque tendríamos que hablar de conseguir desde las partituras originales de Johann Sebastian Bach o de Wolfgang Amadeus Mozart hasta las congas que utilizó Ray Barreto en el concierto de la Fania All Stars en Zaire o la guitarra con la que componía sus foxtrots don Felipe Pinglo Alva, pasando por miríadas de objetos, con valor o sin él, relacionados al sublime arte de la creación de atmósferas y sentimientos a través de notas, acordes, progresiones, melodías, armonías, géneros, etc., etc., etc...

Y desde ese punto de vista tan amplio y difícil de abarcar, Metallica es de una importancia capital en mi vida como oyente y adicto a la música. Como alguna vez le he comentado a un amigo mío, escuchar a Metallica siendo adolescente definió mis futuros gustos musicales y los marcó a fuego. Sé que hay muchas personas por allí que le deben haber dedicado años a conocer al detalle cada aspecto particular del grupo, sus integrantes y su carrera y que hasta podrían ser capaces de superar mis conocimientos sobre el mismo (que no son pocos) pero difícilmente los veré como fanáticos porque en estas épocas, como dije al principio, eso no se define por cuánta información posees ya que es lo más fácil de conseguir a través de Internet y la piratería indiscriminada de CDs y DVDs.

Por ejemplo, mi madre se ha vuelto fanática de Michael Jackson desde que murió el 25 de junio del 2009 y hoy puede hasta decirme cuando nació, cuántos hermanos tiene y a qué edad una joven actriz de Hollywood quiso estrenarlo sexualmente en su departamento californiano. Sin embargo en 1983 yo tenía 11 años, remedaba los movimientos del Wacko en el video de Beat it y mi mamá, desde la cocina o desde su habitación, ni cuenta se daba, ni de lo que yo hacía ni de lo que sonaba en la televisión. No soy fanático como mi mamá, pero sé más de Michael Jackson que ella, de eso no tengo la menor duda.

Mucho se ha dicho (aunque no lo suficiente creo yo) en los medios acerca de la visita de Metallica a Lima y sorprendentemente para mí, lo han hecho bien. Dejando de lado el vergonzoso papelón que hizo el "reportero" Martín Arredondo del programa Punto Final, a la sazón experto en notas acerca del impacto de la cumbia en las comunidades peruanas de Patterson y agudo entrevistador de vedettes de medio pelo, que desperdició estruendosamente los 20 minutos que le concedieron para entrevistar, de manera exclusiva y a solas, a Kirk Hammett, he notado que esta vez y a diferencia de lo que ocurrió en las visitas de Megadeth, Iron Maiden o Kiss, la infografía de Perú 21 y la breve nota de La República han sabido aprovechar las herramientas informativas de la modernidad y han ofrecido a sus lectores datos exactos de la banda y de lo que será su presentación, este martes 19 de enero, en el estadio de la Universidad Mayor de San Marcos.

Aún así no consiguen alcanzar ese nivel de involucramiento emocional necesario para hacer entender a la masa lectora que este concierto es realmente algo importante. Más allá de todos los miles de dólares que el Sr. Coqui Fernández se está llevando al bolsillo, lucrando con los sueños de toda esa multitud que va a llenar las graderías y el campo de San Marcos esa noche, más allá de que Lima ratifique su status como punto de parada obligatorio para todas aquellas grandes personalidades del rock que antes se negaban a caer por aquí, está el creciente sentimiento de emoción que produce la cercanía de este espectacular evento a medida que pasan los días.

Porque para conseguir eso es necesario haber escuchado a la banda desde siempre y haberla internalizado como parte de tu forma de ver la vida, como parte de tu personalidad. Y eso, en este país de Al fondo al sitio, de Beranos con B Grande y de depresión educativa y cultural, es tan difícil como pedir que condenen a muerte a los violadores y asesinos de niños.

PD: Los dejo con unas cuantas imágenes de Cliff Burton extraidas del DVD Cliff'em all (originalmente lanzado como un VHS en 1987)... aquí se le puede apreciar tocando el tema Anesthesia (pulling teeth) durante la gira del álbum Master of puppets, en la que terminó muriendo mientras salían de Suecia (nótese cómo intercala temas de Pink Floyd y Led Zeppelin a partir de los 2:08)... este tema, que aparece en el álbum Kill'em all, lo tocaba como intro de For whom the bell tolls o The four horsemen como se ve al final del video... ¿alguien se imagina cómo habría sonado el grupo hoy con Cliff de bajista?


No hay comentarios: