En 1988 yo estaba en tercero de secundaria. De manera bastante inocente e inofensiva vivía una suerte de doble vida: mientras que en el salón era uno de los primeros de la clase pero no del todo recluido en el estudio como para ser denominado un "chancón" (jerga peruana para referirse a aquel alumno que se quema las pestañas aprendiendo de memoria todos los cuadernos, saca las más altas notas pero no habla con nadie, no juega pelota, no hace bromas, etc...), cuando estaba a solas en mi cuarto, escuchaba la música más fuerte que podía, en machacados cassettes piratas que compraba en la puerta de la Universidad Villarreal en la avenida La Colmena, a la que iba siempre después de clases, a mitad de semana.
En esa época - yo tenía 14 años - la televisión local captaba dos extraños canales que para mí fueron, como diría Aldous Huxley, las llaves que me abrieron las puertas de la percepción. Eran los canales 27 y 33 en señal UHF, que a falta de buena señal y de una programación decente se dedicaba a pasar videos musicales y conciertos imposibles de ver en los canales normales de señal abierta, a partir de las 10 de la noche. Ni siquiera los buenos de Gerardo Manuel o Javier Lishner tenían autorización para pasar esos videos porque era más rentable programar a Dire Straits o a The Police.
El horario era perfecto pues ya todos en casa dormían y yo me pasaba horas frente a la pantalla chica forzando la vista por la pésima transmisión y apuntando todo lo que veía, títulos, nombres, fechas, duración de canciones, todo. La obsesión me hacía llegar hasta las tres de la mañana sin pestañear y no importaba si la noche del martes repetían los conciertos de la noche del lunes. Yo, extasiado, los volvía a ver completos.
Así, vi innumerables veces excelentes documentales que iban desde Bob Dylan en Nashville hasta The songs remains the same de Led Zeppelin. Las primeras animaciones de MTV (por ejemplo Bambi meets Godzilla, entre otras), la historia completa de los Doobie Brothers con entrevistas a todos sus miembros, 200 Motels de Frank Zappa, la gira Among the living del Anthrax de los ochentas con Scott Ian al frente haciendo lo que mejor sabía hacer y no convertido en el personaje payasiento de MTV o VH1 que es hoy. En fin, la lista es muy larga...
Una noche quedé impactado con una banda de thrash metal que aparecía tocando una canción fortísima y difícil de entender por la rapidez y los cambios que tenía. El sonido era de pésima calidad y la imagen tuvo un poder indescriptible en mi mentalidad adolescente de entonces. Cuatro cabelleras larguísimas que azotaban el aire al ritmo imparable de las guitarras, un bajista enloquecido que parecía salido de otro mundo. La única cámara que grababa el concierto se acercaba y alejaba sin soltar la toma en picado desde la izquierda y mostraba un escenario pequeño, austero, con algunas escaleras y a ambos lados del baterista, unas cruces como de cementerio... esto era algo especial... esto era Metallica.
Desde esa primera vez, cada noche me sentaba frente al televisor a esperar que repitieran el video y para mi suerte, eso sucedía casi a diario. Vi el video completo infinidad de veces hasta aprenderme de memoria las secuencias, las escenas, las canciones. Poco después llegó a mis manos un fanzine limeño (que los metaleros escolares de entonces deben recordar bastante bien) llamado Cuero Negro, impreso en estensil, con fallas ortográficas y fotocopiado en hojas gruesas de papel bulky. Allí, un comentarista anónimo hacía una reseña muy descriptiva acerca del Master of Puppets, el tercer álbum de Metallica y decía que había salido en 1986 (dos años antes) y que la banda se encontraba de duelo y en receso por el trágico accidente que le había quitado la vida a ese espectral y extraordinario bajista llamado Cliff Burton en cuyo homenaje habían lanzado el home-video que yo veía todas las noches en el Canal 27 UHF.
En ese momento, Metallica se convirtió en una de mis bandas favoritas. Tenían la actitud, el sonido, la fuerza y la agresividad que tanto me atraían de otras bandas como Iron Maiden, Black Sabbath, Venom y otras que también pasaban en esas noches musicales y el extremado virtuosismo que siempre me llamó la atención en cuanto grupo de rock clásico y de jazz que ingresaba a mi base de datos.
Todo lo anotaba en cuadernos, recortaba periódicos y buscaba información sobre ellos. En una época sin Internet, sin cable y con la televisión local plagada de los antecedentes de la basura que hoy domina las programaciones, eso era una tarea titánica. Entraba a las tiendas de discos (Discocentro en Larco y Phantom en Diagonal) y miraba las carátulas de los discos, sacaba mi cuaderno y pedía permiso (a veces no) a los vendedores para apuntar nombres de canciones, productores, duración de los temas, años, etc., etc. De todo lo que me gustaba y en especial de Metallica. Después me iba La Colmena, me compraba los cassettes y los ponía en casa mientras hacía mis tareas. A bajo volúmen para que nadie supiera que me había convertido en un headbanger de cuero negro y pelo largo, oculto detrás de un uniforme de escolar con mochila a la espalda.
Faltan dos días para el show en Lima y no hago otra cosa que escuchar sus canciones y me imagino a James Hetfield y a Kirk Hammett callando con la potencia de sus Flying-Vs a los Hermanos Yaipén y a Lars Ulrich reventando los tambores hasta dejar sordos a todos los integrantes de Aventura y del Grupo 5 y a un fantasmal Cliff Burton, ayudado por los aun vivos Jason Newsted y Robert Trujillo (actual bajista del grupo) empujando al abismo a todos los que aparecen en los comerciales de cerveza y los que bailan reggaetón en las discotecas del sur. Fantasías de adolescente eterno (ya no tierno). Fantasías que empezaron a gestarse con este video...
Creeping Death (clásico del segundo álbum, Ride the lightning, 1984), tocado durante su gira como teloneros de Ozzy Osbourne en 1986) sacado del DVD Cliff'em All... un video casero con una sola cámara y un pésimo sonido... oro en polvo...
24 años después, ante más de 50 mil personas y filmado con extremada calidad, la banda continúa con la misma fuerza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario