Hace unas semanas, el politólogo, columnista de Hildebrandt en sus Trece y YouTuber Carlos León Moya publicó un texto titulado Streaming Basura, en el que examina con eficiencia y claridad la paulatina degeneración de los contenidos que hoy se ofrecen en este (ya no tan) nuevo formato de transmisión online de monólogos, diálogos, noticieros o conversas grupales que, en un principio, asomaron como la alternativa independiente y joven a la manipulable y caduca programación de la televisión tradicional.
Moya, como se refieren a él tanto sus amigos/alumnos/seguidores como él mismo -intuyo que no es tanto un homenaje a su madre sino una manera más cómoda, directa y pegajosa de resumir su nombre- se mostró honesto y frontal para calificar al streaming actual en el Perú como una nueva versión de la Televisión Basura a la que se suponía que iba a oponerse y combatir con frescura, ingenio e independencia.
Y esa honestidad le alcanzó para reconocerse a sí mismo y su programa online Voto Irresponsable, que emite en su canal de YouTube desde el 2021, como parte de esa degradación que ha convertido al inicialmente prometedor streaming en una extensión de la farandulización asquerosa de todo lo que se produce en los medios de comunicación convencionales. Un valioso ejercicio de autocrítica que da más legitimidad a su reflexión, más allá de los hechos concretos que parecen haberla motivado, en concreto, el paso al lado oscuro del streaming de uno de sus principales amigos y colegas, el también analista político y personalidad del YouTube Víctor Caballero, alias “Curwen”.
Los temas y personajes de poca monta de El Trome (prensa), Magaly TV (televisión) y La Nueva Q (radio) conforman hoy la base de toda la información que usan los conductores de los canales de conversación más populares de YouTube en el Perú que, como él menciona, están llenos de "gente que quiere hacerse famosa a toda costa. Incluso hablando estupideces".
Lo cierto es que no era tan difícil darse cuenta de ello y probablemente Carlos lo supo desde siempre. Pero el nivel de basuralización que se ve hoy parece haber superado incluso la tolerancia de quien fuera uno de los promotores de este estilo, siempre en la cornisa entre lo informal y lo auténtico.
Ocurre que Carlos León Moya, antes de hacerse conocido entre los cibernautas a través de Voto Irresponsable, integró parte del elenco más o menos fijo de Chicharrón de Prensa, un programa de análisis político ultra relajado, creado en el año 2015.
Junto a él, compartían la mesa de conducción el conocido periodista Marco Sifuentes, quien venía de las canteras de la televisión y ya era, para ese año, la persona más influyente en medios digitales; otro analista político y periodista, Luis Davelouis que, en ese entonces, publicaba sus columnas de opinión, formales, más convencionales aunque siempre en tono cuestionador, en diarios de circulación nacional como Perú 21 y La República, pertenecientes al Grupo El Comercio-; y el publicista y cineasta Miguel “Lito” Villalobos (más conocido actualmente por sus seguidores online por su alias, “Man Ray”).
El cuarteto hizo de las suyas durante el último año del gobierno de Humala, el retorno a la alcaldía de Lima de Luis Castañeda Lossio, tras el desastre de Susana Villarán, y el proceso que terminó con la elección de Pedro Pablo Kusczynski. Pero León Moya solo anduvo con ellos, de manera estable, hasta mediados del 2016, semanas más semanas menos, en que se fue a vivir por un tiempo a Estados Unidos para estudiar una maestría de escritura creativa. Incluso hay capítulos de Chicharrón de Prensa en que Carlos participa de forma remota, desde una tablet, mientras que los otros tres lo miran desde su mesa, rodeados de latas de cerveza, piqueos y, a veces, uno que otro invitado.
Chicharrón de Prensa eran, resumiendo, cuatro patas que, entre chelas y sin ninguna censura más que la propia, se sentaban a comentar y desmenuzar las noticias y a burlarse de los principales actores políticos del momento, siempre con fuertes dosis de desenfado y humor. De hecho, una de las principales críticas que León Moya hace, en su columna Streaming Basura, es que los programas de streaming actuales están hechos por “grupos de cuatro hombres en fondos de colores chillones”. Si uno mira superficialmente las miniaturas de los episodios de Chicharrón de Prensa eran, más o menos, eso. Sin embargo, cuando entramos a detalle, las diferencias saltan claramente a la vista.
Lo que hicieron Sifuentes, Villalobos, León Moya y Davelouis en Chicharrón de Prensa durante aquella primera temporada (2015-2016) fue crear un divertido espacio de análisis político descarnado y frontal contra los poderes de turno, sin guardarse nada -o guardándose muy poco, quizás- y cruzando caminos de vez en cuando con el análisis serio y convencional, con invitados como Rosa María Palacios, Farid Kahat o Fernando Vivas, con la intención de darle horizontalidad a un ambiente periodístico dominado por la impostura y los divos/divas de las mesas de conducción que tratan siempre con guantes de seda al poder, de quien son, por lo general, muy amigos.
Había harta calle, lisura y lenguaje/actitud de cantina en Chicharrón de Prensa. Pero nunca pasaron al agravio gratuito de personas comunes y corrientes ni tampoco coquetearon ni por asomo con la mierdosa farándula. Sus contenidos, los buenos, los malos y los peores, estaban enfocados en una joven población universitaria, los restos de una masa crítica que no veía telebasura, que trataba de diferenciarse de las deformes muchedumbres magalizadas, hueveros pero algo nerds, con una incipiente pero genuina conciencia política. Su público eran, para decirlo de otra forma y usando un término muy de moda en esos años, “los pulpines” -los que saltaron hasta el techo por la famosa “Ley Pulpín”.
Tuvo muy buenas vistas, en un año en que el streaming y los podcasts eran novedad en el Perú y en el mundo. Tras las salidas de Sifuentes y León Moya, Chicharrón de Prensa continuó con esporádicas apariciones de ambos, más o menos hasta mediados del 2019, en que un escándalo personal -las denuncias de abuso físico y psicológico contra Luis Davelouis hechas por su ex pareja, Marisa Chiappe- dinamitó el proyecto hasta hacerlo desaparecer.
Posteriormente a ello, Marco Sifuentes se reinventó a través de su programa La Encerrona –antes “tu único noticiero en pandemia”, ahora “el único noticiero que te manda un abrazo”-, hoy uno de los programas multicanal más vistos a nivel nacional e internacional, con múltiples menciones por destapes como el Rolexgate y que está diversificando actualmente su estrategia de comunicación multimedia a través de una plataforma llamada “Canal Ya” que integra información, chismes, comics y música, siempre orientado al público joven universitario promedio, Netflix-lover y videogamers, entre lo snob y lo nerd.
León Moya, por su parte, arrancó Voto Irresponsable un par de años después, colocándose al centro del debate político debido a su cerrada defensa de Pedro Castillo -justificada en su momento por ser lo que se enfrentaba a Keiko en segunda vuelta- y su promoción de ideas de izquierda, solidificada por sus años de juvenil militancia aunque claramente separado de la vieja dirigencia, con la cual había roto palitos a través de diversos textos publicados en medios online, desde El Útero de Marita hasta la revista Poder, un pleito intrascendente -como todos los pleitos de la izquierda- pero que fue, también en su momento, comidilla en páginas web universitarias y redes sociales de los implicados.
Hasta la aparición de Voto Irresponsable, Carlos León Moya asomaba como un joven politólogo de buen análisis, agudo, profundamente académico y sin compromisos, en el estilo de otros, más o menos de su generación, como Carlos Meléndez, José Alejandro Godoy, Alberto Vergara o Gonzalo Banda, quienes también se venían posicionando como parte de una vanguardia de analistas, con columnas de opinión en los principales medios locales y que eran frecuentemente invitados a paneles para profundizar sobre determinados temas de coyuntura.
León Moya hizo lo propio -surfeando en internet se le puede ver entrevistado en el rol de analista- y se hizo de un espacio escrito fijo semanal, en el semanario Hildebrandt en sus Trece, vigente hasta hoy, donde mostraba sus talentos académicos, combinados con escritura creativa y un poco de esa irreverencia que algunos ya habían visto en Chicharrón de Prensa, donde para referirse a Rolando Breña, histórico líder de la caduca izquierda peruana, por ejemplo, usaba un pequeño dinosaurio de plástico. Esa combinación de inteligencia, joda, conocimiento del panorama político local, rajes de los políticos viejos y conductas de barrio, de esquina, marcaron claramente su perfil.
En ese sentido, las primeras emisiones de Voto Irresponsable tuvieron ese estilo, el mismo que fue muy bien recibido. Unas veces serio y académico, otras veces bromista y ocurrente, León Moya comenzó a convertirse en tendencia. Por ejemplo, fue él quien desempolvó el video del ex futbolista Luis “El Cuto” Guadalupe diciendo aquello de “la fe es lo más bonito de la vida”, lo convirtió en gif y hasta hoy, la cantaleta esa de “la fe...” y sus variantes –“vamos con fe”, “hoy con fe” y demás- es repetida hasta la náusea actualmente en comerciales, declaraciones de personajes de farándula y del fútbol, conductores de streaming, algunos periodistas, gente de farándula y en el habla popular, algo que nunca se le ha reconocido de manera abierta y justa.
Durante algo más de dos años, entre 2021 y 2023 aproximadamente, el programa Voto Irresponsable de Carlos León Moya, fue la principal fuente de análisis político combinado con entretenimiento para miles de jóvenes y otros no tan jóvenes. Poco a poco, “Moyita” se convirtió en un personaje, de quien se esperaban los comentarios más ácidos y los insultos más fuertes dirigidos a políticos de todas las tiendas y colores, primero desde su Twitter @contracultural y luego en el mismo programa, haciendo rabietas, a veces precisas y otras sobreactuadas, peleándose públicamente con sus antagonistas de la derecha, desde los intrascendentes Vania Thays y César Combina hasta los nombres más altos del Estado y la empresa privada.
Su inicial boom llamó la atención de periodistas de medios formales como Mávila Huertas o Glatzer Tuesta, quienes lo invitaban a sus espacios; o Juan Carlos Tafur, que lo convocó para un podcast compartido con Fátima Toche y Josefina Townsend, llamado Debate. No duró mucho ahí.
Lamentablemente, el éxito -las vistas, la urgencia por conseguir más “yapeos y plineos”, contribuciones económicas de sus seguidores y espectadores- fue precarizando las emisiones de Voto Irresponsable. No abandonó nunca el análisis político, pero sí quedó en segundo y hasta tercer plano, para dar prioridad al hueveo infértil, la hipersexualización de sus bromas de doble sentido y una recargada y creciente vulgaridad. Las respuestas de sus fans eran positivas. Pero la calidad del programa decayó, se degradó. De ahí su autocrítica.
Hoy, esa fórmula degradada para tener éxito en streaming, impuesta por los Hablando Huevadas, ha motivado la aparición de canales nuevos como Ouke, Poco Floro o Habla Good que, en las últimas semanas, han generado más de un titular con comentarios abyectos sobre diversas personas, lo que habría motivado la epifanía del popular "Moyita".
En las últimas emisiones de Voto Irresponsable, el “politólogo de vacaciones” confesó sentirse hastiado/asqueado del formato y que, como consecuencia de que el Streaming Basura es ahora la tendencia que siguen las mayorías, entonces él, fiel a su propia esencia, hará lo contrario: programas más serios, menos improvisados, aunque sin perder el filo irreverente, suponemos. La reciente pérdida de una de sus mascotas, que había rescatado de una situación difícil, también contribuyó al inicio de esta moderación.
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