A un mes de su estreno mundial, la película acerca de la
vida de Freddie Mercury sigue llenando salas y arrancando aplausos. El film
lleva por título el nombre de la canción más representativa de Queen, incluida
en su cuarto LP, A night at the opera
(1975). Curiosamente, una de las tantas imprecisiones históricas que posee su
guion tiene que ver con la creación y lanzamiento de este icónico tema.
Roy Thomas Baker, productor del cuarteto entre 1972 y 1975, quien
fuera fundamental para el meticuloso proceso de grabación que duró tres semanas
-tiempo que muchas bandas se tomaban para registrar un álbum completo-, es
borrado del mapa para dar espacio a un personaje ficticio, un necio productor
incapaz de darse cuenta de que estaba rechazando una obra maestra por
considerarla demasiado larga para la radio.
La canción, que dura seis minutos, impacta por su
electrizante dramatismo, reflejado en sus diferentes secciones instrumentales,
la intensa interpretación vocal de Mercury y una letra oscura, que contiene
elementos tragicómicos, operísticos, religiosos y furiosamente rockeros.
Vocalmente, Bohemian
Rhapsody llevó al extremo la experimentación que Mercury ya había ensayado
en discos previos de Queen, en temas como My
fairy King (Queen I, 1973), The march of the Black Queen (Queen II, 1974) o In the lap of the gods (Sheer
heart attack, 1974), grabando con Brian May y Roger Taylor una y otra vez
hasta simular un coro sinfónico. En vivo, durante los ochenta, el intermedio operístico salía de los
parlantes, con juegos de luces y proyecciones, mientras la banda se preparaba
para reventar el escenario con la parte final. Para sus primeras interpretaciones en conciertos, la banda optaba por hacer un medley, reemplazando la parte coral con otros temas como Killer queen, Ogre battle o The march of the Black Queen, antes de pasar a la coda final.
A comienzos de los noventa, el tema llegó a la generación
grunge en una divertida secuencia del film Wayne's
world que incluso fue aprobada por el mismo Freddie, a pocos meses de su
fallecimiento. Artistas como The Flaming Lips, Dream Theater, Molotov (en el recopilario Tributo a Queen, bajo el título Rap, soda y bohemia) y hasta
los entrañables Muppets han grabado nuevas versiones de Bohemian Rhapsody, probando su permanente vigencia.
Freddie Mercury escribió y planificó la canción en términos
de estructura y arreglos. Brian May, a pedido del compositor, creó uno de los
solos de guitarra más estremecedores de la historia del rock, capaz de erizarte
la piel durante esos eternos 25 segundos que conectan la balada inicial con la
pesadillesca sección coral que la hizo tan famosa.
Pero ¿de qué trata la letra? Un hombre le confiesa a su
madre haber matado a alguien y expresa su culpa, deseando no haber nacido
nunca. Personajes del teatro cómico italiano (Scaramouche), la ópera (Figaro),
la historia (Galileo) y la dualidad cielo/infierno (Bismillah, "Dios"
en árabe/Beelzebub, uno de los nombres que la tradición cristiana confiere a
Satanás) desfilan en un ominoso juicio para condenar al asesino, quien
finalmente es confrontado por su víctima, en un ataque de frenesí rockero en el
que brilla nuevamente la guitarra de May, apoyado por el potente tándem rítmico
de Taylor y Deacon, que conduce al oyente hacia un abismo al cual desciende
suavemente, acariciado por el piano de Mercury, lamentando su suerte maldita.
¿Pura imaginación o reflejo metafórico de las dudas existenciales del autor?
Durante años, Mercury, May y Taylor se han negado a precisar
el significado exacto de Bohemian
Rhapsody. Y, a la luz del éxito taquillero de la película, se abrirán
seguramente nuevas conjeturas. Sin embargo, la tensión de esta fantástica suite
puede disfrutarse sin comprender sus versos. En solo seis minutos, Queen
construye una ópera-rock completa que, 43 años después, sigue generando
preguntas e interpretaciones.
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