Hace dos semanas falleció uno de los mejores guitarristas de la música criolla, Carlos Hayre Ramírez, innovador, arriesgado y virtuoso como pocos. Desde este espacio quiero unirme a la minoría que lamenta esta pérdida musical con un par de semblanzas excelentes, que lo pintan de cuerpo entero:
CUANDO CALLA UNA GUITARRA MAYOR
por César Lévano
Carlos Hayre Ramírez, maestro y renovador de la guitarra popular del Perú, ha muerto. Lo ha victimado su antigua diabetes. Esta muerte me hiere en plena aorta, porque fuimos, junto con Manuel Acosta Ojeda, muy amigos, desde principios de los años 60 del siglo XX. Adolescentes aún, Carlos y Manuel habían compuesto ese valse asombroso que es “Adiós y sombras”.
La muerte de Carlos me sorprende más porque hace apenas dos semanas estuvimos juntos en la celebración de su 80 cumpleaños. Fue en casa de Enrique Galdós, en una reunión íntima en que estuvieron también Lucho Justo, el director de “Cuadernos Musicales” (joya en partituras limeñas y andinas); el musicólogo Roberto Wangeman; Rosa Guzmán (hija de Tato, quien fue el mayor intérprete de pasillos en el Perú y Ecuador), y Rosa, la hija de Hayre.
Recuerdo que en los intensos años 60 solíamos reunirnos en mi casa en jaranas de antología con Pablo casas, Hayre, Acosta, Carlos Montañez, discípulo de Carlos, Nicomedes Santa Cruz, Alicia Maguiña, Augusto y Elías Áscuez, y otras catedrales de la canción popular.
Con Carlos y Manuel a veces nos amanecíamos escuchando grabaciones, en particular de los argentinos Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, “El Chango” Rodríguez.
Carlos tendía a escuchar, más que a hablar. Pensé a veces que Hayre no necesitaba expresarse en palabras, puesto que lo hacía muy bien con la guitarra. ¡Pero que manera de hablar cuando, en madrugadas culminantes, emigrados ya otros invitados, rompía a explicar la evolución de la Música latinoamericana, que conocía a fondo. Muy joven había vivido y trabajado en el Caribe. Pocos saben que como arreglista y director grabó en Lima Música tropical, con tal calidad que uno cree estar escuchando una orquesta de Cuba o Puerto Rico.
Partió Carlos del estudio de guitarra clásica, de modo que cuando incursionó, con su carnal Acosta, en las jaranas de barrio pudo enriquecerlas con nuevos acordes. Abandonó el túndete, pero a algunos grandes de la Música criolla les aconsejaba no dejar la ejecución tradicional.
Con Carlos, Manuel y el huanca César Villanueva, el mayor bailarín de huaylarsh que haya procreado la tierra, solíamos ir los domingos al Coliseo Nacional. Desde entonces supe que Carlos –como los Áscuez, como Pablo casas– no era ajeno a las vibraciones de la sierra.
Hay una anécdota que circula mucho respecto al día en que Carlos y Manuel entraron a un restaurante. El dinero solo les alcanzaba para un plato de frejoles con arroz. Para completar la paila, Carlos se acercó a la Ventanilla de la cocina, y pidió al cocinero chino un poco de “langoi”, es decir, de sobras, “para mi perrito”.
“Pero échale bastante ají”, especificó el maestro. “¿Cómo? ¿Su perrito come ají?”. Carlos replicó: “Sí, porque mí perrito es norteño”.
HA MUERTO UN GRAN DESCONOCIDO
por Víctor Urbano Katayama
Enterado de la muerte de su compadre, don Manuel Acosta Ojeda declaró al periodismo: “Ha muerto un gran desconocido. Es una pena que nuestra incultura haga grandes a los que no lo merecen”. En efecto, cuánta razón tiene el maestro MAO al hacer tal afirmación, pues hoy cualquiera se hace famoso a través de los medios de comunicación apelando a la ignorancia y a la estupidez humana.
Sin embargo, hace pocos días en uno de los pocos programas radiales que vale la pena escuchar: “El Heraldo Musical” que se transmite por Radio Nacional, MAO le rindió un sentido homenaje a su compadre; don Carlos Hayre Ramírez. Don Carlos vivía las vísperas de su cumpleaños, mientras su compadre y su hija Celeste, acompañados de amigos que saben mucho de su trayectoria artística, se encargaban de aproximarnos a los valiosos aportes que don Carlos ha hecho a la música criolla.
Estudiosos, memoriosos, amenos y esclarecedores, sus voces llegaban prístinas al auditorio, dando a conocer la grandeza de este músico que a los 14 años de edad unió su amistad a la de Manuel Acosta Ojeda en una de las tantas veladas juveniles que se realizaban en el Colegio “José María Eguren” de Barranco, allá por el año 1946. Carlos había nacido en Barranco y, aunque ya no vivía allí, sus idas y venidas a este distrito eran constantes. Manuel estaba terminando la secundaria y ya escribía bellos poemas a los que Carlos con su guitarra buscaban los acordes y armonías más adecuados. El uno y el otro, modestos, confiesan, que debían estar a la altura del talento del otro. Cuentan los que saben que allí Carlos llevó su valse “Miraflorina”, pieza musical alejada totalmente de los compases de Pinglo y de la “Guardia Vieja”, el cual marcó un cambio decisivo con aires modernistas que le dijeron adiós al tundete.
Como la gran mayoría de artistas en el Perú, don Carlos alguna vez confesó a los periodistas que él aprendió a tocar de oído, palomillando con unos amigos, reuniéndose con ellos por las tardes y noches. Y que más adelante estudió guitarra clásica, lo cual le sirvió para aplicar esas técnicas en la música popular.
Emocionado, alegre y bromista, don Carlos Hayre ese día llamó a Radio Nacional para agradecer el homenaje que le tributaban su compadre, Celeste y sus amigos, en las vísperas de su cumpleaños. Su sencillez y naturalidad en el uso de las palabras revelaban a un hombre con mucho sentido del humor, talentoso, equilibrado y en paz consigo mismo. Una chispa de humor nos llega cuando don Carlos, según su compadre MAO, afirma que sus raíces de la India le vienen por su abuelo que fue chofer de elefantes. Grandes los dos, el Manuel y el Carlos de la Canción Criolla. Al día siguiente, jueves 28 de junio, don Carlos Hayre Ramírez cumplió ochenta años de edad.
La mala noticia se dio a conocer el jueves 19 de julio a las 14:00 horas, cuando en el Hospital Dos de Mayo, fallecía don Carlos Hayre Ramírez, ese gran desconocido, como dice don Manuel Acosta Ojeda. Las guitarras están de luto. El Centro Musical Barranco también.
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