martes, 20 de enero de 2009

PROSPERIDAD... ¿PARA TODOS?


Los buenos deseos de prosperidad apuntan a la estabilidad económica, a la continuidad laboral, al progreso profesional. En fin, buscar la prosperidad tiene que ver con las aspiraciones 100% legítimas del hombre moderno. A todos aquellos que cuentan con esas tres condiciones a menudo les resulta difícil ponerse en el lugar de las enormes cantidades de personas que no conocen lo que significa alcanzar la prosperidad, y menos aún lo que significa vivir con lo mínimo para permitirse llevar una vida digna. A partir de esa carencia de empatía con las situaciones que atraviesan las grandes mayorías, surgen una serie de distorsiones y problemas que los politólogos y analistas de coyuntura suelen denominar "injusticia social".

En este mundo cuyo ordenamiento obedece a las ambiciosas proyecciones de esos pequeños grupos que lo tienen todo, que son capaces de pasar por encima de cualquier cosa para continuar acumulando riqueza, mientras que los niveles de pobreza aumentan exponencialmente y sin visos de solución, hablar de prosperidad suena ligeramente desenfocado, desconectado de la realidad.

Y no sólo hacemos referencia tangencial al momento actual, marcado por la caída estrepitosa del sistema capitalista, la quiebra de los bancos y la mega-crisis que viene arrastrando a tirios y troyanos en un efecto dominó que alcanza hasta a aquellos que se creyeron durante años invencibles, sino al ordenamiento mundial impuesto desde hace ya tantas décadas que presupone la necesidad de ciertos grupos de poder de mantener poblaciones enteras subyugadas y dependientes de sus "acciones humanitarias" para perpetuar su hegemonía, en lugar de realizar esfuerzos reales para distribuir mejor y luchar de esa forma contra los monstruosos contrastes segun los cuales podemos ver a ejecutivos que reciben liquidaciones millonarias tras la quiebra de sus centros de trabajo y al otro lado del mundo, hay lugares en donde a cada minuto, 60 niñnos mueren de hambre, a razón de uno por segundo.

En ese contexto, como en los casos de la salud y la paz, desearnos prosperidad para los próximos meses se convierte irremediablemente en un acto gaseoso y formal, insertado en una realidad que no admite hablar de prosperidad sin llegar a sentirse algo cínicos. La prosperidad en sí misma parece inalcanzable cuando uno camina por las calles de nuestras ciudades o revisa las noticias. En estas épocas de zozobra económica mundial, es mejor desear a nuestros prójimos que puedan conservar sus trabajos, que su desarrollo profesional se mantenga activo y que nunca falte, como empieza a faltar en muchos hogares, la posibilidad de tener un plato de comida en la mesa y de pagar sus deudas sin presiones. Y si alguien de nuestro entorno se queda sin trabajo, hablarle de prosperidad puede sonar a una broma de muy mal gusto.

El mundo actual carece de prosperidad. Lo viable es esperar que en algún momento despertemos del letargo y veamos con claridad, que estamos sometidos por un sistema de manipulación que alcanza a grandes y chicos por igual. Encima de todos ellos están los "prósperos", y su prosperidad deshumanizante se basa precisamente en la distracción de los demás, sea esta consciente o inconsciente.

Peter Joseph, cineasta norteamericano, se dio cuenta de eso y lo estableció con una aplastante claridad en su documental Zeitgeist ("el espiritu del tiempo" en alemán), cuya tercera parte les dejo aquí para que revisen. Dedíquenle tiempo, vale la pena enterarse de estas cosas antes de hablar de prosperidad e igualdad... hasta la próxima...


Parte 3: Don't Mind The Men Behind The Curtain (No Te Preocupes Por Los Hombres Detrás De La Cortina)

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