Los adjetivos adverbiados - osea, aquellos que resultan de la unión de la forma femenina de un adjetivo con el sufijo "mente" - designan una "manera de" hacer, decir o pensar cualquier cosa. En el Perú, el uso del adverbio "olímpicamente" ha mutado a través de los años, sutilmente (como suele ocurrir en cuanto al uso de palabras y los frecuentes cambios de sentido o añadidura de nuevos significados) hasta convertirse, en el habla popular, en sinónimo de algún hecho o dicho de dimensiones monumentales, producido con el mayor desparpajo: "lo ignoró olímpicamente".
Naturalmente, el adverbio al que hago referencia tiene su origen en el adjetivo "olímpico", relativo a las Olimpíadas. Las Olimpíadas, como todo el mundo sabe, son los torneos deportivos multidisciplinarios originados en la ciudad de Olimpia, Grecia, alrededor del siglo 8 a.C. y que el día de hoy, conocidos también como los Juegos Olímpicos (de la Era Moderna) se realizan cada cuatro años y constituyen uno de los eventos más importantes del calendario deportivo mundial.
Pero "olímpico" es inicialmente el adjetivo que designa a aquello relacionado al Olimpo, el hogar de los dioses de la mitología griega. Por tal motivo, una de sus acepciones lo asocia con lo "altanero o soberbio". Los Dioses del Olimpo son la quintaesencia del poder, de la omnipresencia, de la soberbia y la inmortalidad. A partir de allí, la utilización del adverbio "olímpicamente" empezó a transformarse y a extender su significación. Todo aquellos hechos que poseen características o dimensiones enormes, aquellas actitudes o declaraciones cuya capacidad para asombrarnos, deslumbrarnos o indignarnos más de lo que era posible imaginar, son plausibles de ser consideradas "olímpicas".
Por eso es curioso, por decir lo menos, que justo una de las últimas declaraciones olímpicamente absurdas que han motivado múltiples comentarios en el cotarro limeño, hayan tenido que ver con el tema concreto de los Juegos Olímpicos. Y si a eso le añadimos que fue el presidente Alan García quien profirió tales declaraciones, estamos ante uno de esas resbaladas realmente monumentales, dignas de ser consideradas "olímpicas". Porque, a excepción de Mauricio Mulder y Jorge del Castillo, usuales escudos humanos de su líder, no creo que alguien considere posible que el Perú pueda siquiera postular a ser Sede, ni en diez ni en cien años, de los Juegos Olímpicos, salvo que se pretenda hacer una versión franciscana del evento, como se hacía en la Grecia antigua y no con el despliegue de infraestructura, inversión y tecnología que requieren los modernos.
En agosto de este año, China, la principal potencia económica del mundo actual, va a ser sede de los Juegos Olímpicos, con una inversión aproximada de 40 millones de dólares ejecutada en los últimos cuatro años mediante la construcción de inmensas villas deportivas para las delegaciones, estadios, coliseos e instalaciones de diversas naturalezas (centros internacionales de prensa, salones, etc.) que se suman a la costosa y moderna infraestructura ya existente en la ciudad de Beijing.
¿Alguien con dos dedos de frente podría consentir que en este país, que carece de un sistema de transporte que respete los mínimos estandares de modernidad - sólo por mencionar uno de nuestros problemas - se útilice tal cantidad de dinero, en el supuesto caso que la tuviera desde luego, para organizar Juegos Olímpicos cuando tenemos índices de pobreza extrema, mala educación, desnutrición infantil e inseguridad ciudadana que compiten por las medallas de oro en todos los rankings por su gravedad?
Sólo la imaginación desequilibrada de nuestro mandatario, que se obnubila tras una "exitosa" ALC-UE y se desespera por ganar aplausos del distraido pueblo peruano, puede generar tal disparate. Hoy, dos o tres días después de haber dicho a voz en cuello que el Perú iba a solicitar ser sede de las Olimpíadas 2016 y de ser desautorizado por analistas, periodistas y autoridades del Comité Olímpico Internacional (COI), ha vuelto a reafirmarse en el absurdo, diciendo que "debemos pensar en grande" y no negar la posibilidad de lograrlo, ya no el 2016, ahora el 2020.
Este cambio caprichosamente concebido por no dar su brazo a torcer ni aceptar que cayó, nuevamente, víctima de la demagogia y del personalismo, se debe a la enmendadura de plana que diversas autoridades le han hecho, informándole a él, y a sus "asesores", que así Lima fuera una ciudad que tuviera las condiciones necesarias para asumir tal empresa, hay dos motivos irrefutables por los cuales no podría hacerlo ni ahora ni en diez años: a) el plazo de inscripción para ser candidata a sede para el 2016 ýa se cerró hace meses y b) para candidatear a sede de los Juegos Olímpicos, es requisito haber sido sede de los Juegos Panamericanos, cosa a la que Perú recién está postulando y que probablemente no consiga.
Esta "patinada olímpica" como la han llamado diversos medios, es una demostración más de la actitud olímpicamente demagógica del Presidente de la República, y de la olímpica improvisación con la que acomete a decir lo primero que se le ocurre. Nadie está en contra de los grandes sueños y los desafíos del futuro para nuestro país, pero éstos pasan más por la eliminación de la brecha social y la injusticia que por ser la sede de unos Juegos Olímpicos en los que, por lo demás, el Perú pasa siempre inadvertido por las múltiples carencias que también exhibe en el plano deportivo. Hasta la próxima...
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