Lester Bangs prefería iniciar sus entrevistas a estrellas del rock con la
pregunta más malcriada posible, pues no creía en eso de endiosar a personas comunes y
corrientes. Inició su carrera destruyendo el debut de MC5 y escribió, sobre el
primer disco de Black Sabbath, que “tienen jams de guitarra y bajo parecen una carrera de locos
drogados corriendo a toda velocidad y que jamás llegan a sincronizarse. Como
Cream. Pero peor". Despedido de Rolling Stone en 1973 por sus constantes
ofensas, Bangs –fallecido en 1982 a los 34 años-, fue el más punk de los
críticos de rock.
En contraste, David Fricke demostró respeto absoluto por los músicos
en sus cuatro décadas escribiendo sobre rock. Como editor general de Rolling
Stone, ha entrevistado a todos, desde Joe Strummer y Lou Reed hasta Kurt Cobain
y Jack White. Su erudición es oceánica -ningún género o subgénero le es ajeno- y sus descripciones, lo más parecido a
escuchar un disco o asistir a un festival. Desde su oficina en Manhattan, Fricke
deja las cosas claras, a sus 66: "Cuando voy a conciertos es mi obligación y mi deseo experimentarlo todo. Si vas y los grabas desde un Smartphone, lo siento, eres un idiota".
La crítica musical apareció en el siglo 19, con comentarios sobre lo
que sonaba en salones, palacios y cortes europeas. Prominentes compositores como Hector
Berlioz y Robert Schumann la ejercieron, cien años antes de la aparición de la subcultura
pop-rock. Aunque revistas como Melody Maker (pop-rock) y Down Beat (jazz)
aparecieron en 1926 y 1934, respectivamente, en los cincuenta/sesenta surge, en
EE.UU. e Inglaterra principalmente, una generación de periodistas que se
entregaron, en cuerpo y alma, a la cobertura de las nuevas escenas
populares.
Publicaciones como New Musical Express (1956), Creem (1969) o Rolling
Stone (1967) presentaban extensas piezas periodísticas, generalmente muy bien escritas –crónicas, entrevistas,
reportajes- sobre artistas marginales, creando un mundo paralelo de códigos
propios, cuando el pop-rock era un fenómeno subterráneo y profundamente
disruptivo, al margen de industrias más convencionales como el cine y la
literatura, permeando imperceptiblemente sus contenidos, acontecimientos y
personajes. Un caso aparte fue Billboard, revista que apareció en 1894 hablando
de teatro, circo y otras artes, para luego dedicarse a temas exclusivamente
musicales.
En los ochenta, la evolución del rock y sus diversas vertientes se reflejó en revistas
como Kerrang! (1981) y Metal Hammer (1983); Wire (1982), Spin (1985) y Q (1986),
que competían con las más antiguas por una legión de lectores ávidos de
información fresca. En Francia, Les Inrockuptibles (1986) y en
España, Rockdelux (1984), marcaban la pauta del periodismo musical no
anglosajón, combinando sus escenas locales con lo que pasaba afuera. Asimismo,
revistas de música clásica, electrónica o especializadas en instrumentos –Guitar
Player (1967), Bass Player (1988), Modern Drummer (1977), entre otras-
complementaban sus ediciones con partituras, cassettes y, más adelante, CD
recopilatorios.
En los noventa salieron Mojo (1993), Vibe (1993) y Uncut (1997) con
una gama cada vez mayor de propuestas musicales. Classic Rock Magazine combina,
desde 1998, hondos artículos revisionistas con información sobre artistas
nuevos, conectando pasado y presente. El equipo editorial TeamRock, responsable de su edición, lanzó una familia de revistas asociadas: Prog Magazine, Vintage
Rock, AOR y Blues Magazine. Todas con textos, fotos y diagramaciones de
excelente calidad y rigor periodístico. La gran mayoría de las mencionadas
siguen imprimiéndose en sus países de origen, paralelamente a sus versiones online, demostrando que la
prensa musical especializada no ha muerto, a pesar del imperio de la
internet, y que cuenta con una leal base de lectores, lo suficientemente fuerte como para manetener una industria cuyos costos son, a juzgar por la calidad del papel y otros detalles formales de edición, capacidad de cobertura y traslado de equipos, reporteros gráficos, etc, bastante elevados.
En el 2015 apareció la colección The History Of Rock, que recopila
las mejores páginas de Melody Maker y NME, en lujosas ediciones mensuales de 150
páginas, año por año, desde 1965. Cada fascículo permite un acercamiento directo
a aquella época en que los artistas abrían sus puertas a la prensa para
mostrarse en estado puro, como reflejó también la película Almost famous (2000),
dirigida por Cameron Crowe quien fuera, en su adolescencia, redactor de Rolling
Stone. Como escribe John Mulvey, editor general de esta ambiciosa colección: "Lo que sorprende al lector moderno es la vasta cantidad de material y el acceso total que daban los artistas, muchos de los cuales son hoy gigantes de la cultura popular, a una generación de reporteros jóvenes y brillantes, de estilo cada vez más iluminado. Actualmente, una combinación de dinero, medidas de seguridad, temor y estilo de vida hacen imposible que un periodista se acerque tanto a los artistas". La colección tiene hasta el momento 24 números, el último de ellos dedicado al año 1988.
En Sudamérica, un caso emblemático es la revista Pelo de Argentina,
que impulsó desde 1970 a su rica escena local. Como casi todas las demás cosas en las que nos superan los argentinos, Pelo -cuyo editor general fue Daniel Ripoll, periodista y promotor de espectáculos aurorales del rock en español como el festival Buenos Aires Rock, de donde salió la película de 1972 Rock hasta que se ponga el sol- fue una publicación muy leída y admirada, y hoy sus ediciones son clásicas del periodismo revistero musical. Se publicó formalmente hasta el año 2011, y recientemente ha estrenado una página web que contiene todos sus números, muchos de los cuales eran imposibles de encontrar, un contenedor valioso de información sobre cómo se hacía periodismo musical en décadas de enorme producción artística, tanto en calidad como en calidad.
En nuestro país, por supuesto, las cosas son más austeras. El único proyecto sólido de revista musical especializada fue, definitivamente, Caleta (1995-2002) que logró reunir en su momento a
los mejores periodistas musicales del medio, muchos de los cuales aun publican
de manera dispersa en diarios y blogs. Nombres como Percy Pezúa, Julián Rodríguez, Diego Trelles, Hakim de Merv (pseudónimo de John Pereyra), Jonás García, Christian Manzanares, Mónica Delgado, José Luis Ricse, Catherine Burgos, Eduardo Lenti, Wilder Gonzáles Ágreda, entre otros, formaron la plana de escribas de Caleta, y después de su despedida migraron e iniciaron otros proyectos como Britania (de Helen Ramos, DJ y ensayista), Esquina, Interzona, 69 y Freak Out!, de corta duración
y siempre bajo el espíritu de fanzine -un formato que merecería un artículo aparte dentro de la evolución del periodismo musical peruano- por obvias razones presupuestales
pero también por rebeldía frente el establishment periodístico limeño, más
preocupado en la prensa del espectáculo farandulero y artistas de moda. Por el lado de la prensa convencional, los periodistas musicales pueden contarse con los dedos de una mano: Rafael Valdizán, Francisco Melgar Wong, Raúl Cachay, Ricardo Hinojosa, que publican sus pequeñas notas, dispersas y la mayoría de veces asociadas a hechos noticiosos específicos -una visita notable, el fallecimiento de alguien famoso de la música no comercial, una efeméride inevitable- pero que no basta para considerar que el Perú tenga una prensa especializada en música consolidada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario