Los titulares de periódicos como Correo o Perú 21, que aun no aceptan el nuevo gobierno, buscan convertir al actual jefe de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), el abogado Ricardo Soberón en el nuevo demonio al que es necesario combatir. Para nadie es un secreto que estos dos diarios se especializan en defender los intereses de los mismos de siempre, incapaces de aceptar que todo lo anterior en materia de lucha antidrogas (y en otras materias también) ha fracasado y que en el más suspicaz de los "escenarios", ese fracaso no es precisamente algo que lamenten sino que encierra una intención de dejar las cosas como están, de no oponerse al narcotráfico por los gruesos beneficios económicos que genera para ciertas autoridades y los inmensos rabos de paja que terminarían quemando a más de un personaje conocido, tanto del mundo político como del empresarial.
Suspicacias aparte, me nace una pregunta con respecto a quienes proponen deshacerse de este señor Soberón (a quien no conozco a pesar de que tratan de venderlo como experto en estos temas y cuya presencia o no en Devida termina siendo solo una anécdota en toda esta historia) y continuar con la famosa erradicación a ultranza: ¿El objetivo es desaparecer por completo la hoja de coca? ¿Esa es la máxima aspiración que debemos tener los peruanos cuando pensamos en derrotar al asqueroso narcotráfico?
Una lectura ligera de lo que significa el cultivo de coca en los países andinos (básicamente en Perú y Bolivia) y una mirada superficial a algunos de sus usos legales bastaría para determinar que la idea de desaparecer del mapa este producto originario no calza del todo bien con la actual tendencia a proteger aspectos básicos de nuestra identidad.
¿Cómo es que en una sociedad que apoya campañas tontas como la Marca Perú, Cusco Pone, Centro Pone y todas esas máscaras superfluas y ultra comerciales, con logotipos y embajadores de dudosa nombradía (¿alguien pensó en Jaime Cuadra por ejemplo?) se pretenda eliminar de raíz (que eso significa "erradicar") el nacimiento y uso de un arbusto ancestral que se conecta tanto con nuestra cultura andina como la papa, la chicha de jora o los huaynos ayacuchanos? Más allá del elemento político según el cual podemos demostrar, analizando los números del narcoterrorismo y resumiendo las noticias que dan cuenta de asesinatos y terribles ajustes de cuenta que se han producido en los últimos años en Lima por este tema, ubicándonos casi al nivel de México o Guatemala, es fácil de entender que la famosa erradicación no le ha movido ni un poco el estanque en el que los peces gordos se enriquecen con la elaboración y comercialización de la cocaína, derivado de la inocua "hoja de coca telúrica", parafraseando al gran guitarrista, el Saqra Manuelcha Prado.
Hace unos días escuché a una ex parlamentaria y dirigente cocalera decir algo que tuvo mucho sentido para mí: "Si yo te entrego 100 kilos de hoja de coca aquí y ahora y tú no tienes kerosene, ácidos, cal y la infraestructura de una poza de maceración no haces nada". En sentido estricto tiene razón. Desde luego, lo que podría hacer alguien con 100 kilos de coca en estado natural es buscarse un narco para vendérsela y seguro que lo encontrará fácilmente sin necesidad de irse hasta el Alto Huallaga. Pero lo que va detrás de esa declaración es la defensa de la hoja de coca en sí misma, una planta que no genera adicción según estudios especializados realizados en décadas pasadas. El cada vez más ninguneado "uso ancestral" tiene que ver con el "chacchado" que no es otra cosa que mascar hojas de coca para liberar algunos de sus componentes que sirven como analgésico, aumentan la resistencia e incluso su efecto contra el soroche es conocido por quienes han seguido la turística ruta a Machu Picchu. Esto sin mencionar los también comprobados usos medicinales que tiene la hoja de coca en diversos puntos del interior de nuestro país
¿Nunca ha tomado alguno de ustedes mate de coca? ¿no es acaso recomendada esta infusión para mejorar la digestión? Si desapareciese la hoja de coca por completo eso afectaría a la industria que comercializa este producto, legal y socialmente aceptado por grandes públicos. Tan legal y socialmente aceptado como la Coca-Cola, la bebida gaseosa más popular del mundo. Es cierto que la actual fórmula de esta adictiva bebida (ojo que la adicción de la Coca-Cola la produce la cafeína) contiene extractos de coca, pero estos son descocainizados. Esto significa que la cocaína presente en la hoja de coca natural es separada para su uso industrial de parte de la universal Coca-Cola Company. Pero si los deseos de Correo, Perú 21 y todos los que editorializan contra Soberón se cumplieran ¿de dónde sacaría la Coca-Cola las enormes cantidades de coca que necesita para la elaboración de tan refrescante bebida?
Todo parece indicar que la actual propuesta de lucha frontal contra el narcotráfico, basada en un control más estricto del ingreso y comercialización de los insumos necesarios para elaborar cocaína (el verdadero veneno que hay que combatir) y en una erradicación selectiva que busque realmente atacar a los proveedores de esta lacra social y económicamente nociva para el mundo entero no es del agrado de algunos agentes que probablemente vean en la reducción del tráfico ilícito de drogas una merma a sus cuantiosas ganancias por este concepto. Por eso pregunto una y otra vez ¿lo que se busca es desaparecer la coca de la faz de la tierra? ¿es eso posible o es solo una pantalla más para evitar una verdadera solución al problema?
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