Cuando se habla de los "héroes del rock and roll" se suele mencionar siempre los mismos nombres: John Lennon, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Kurt Cobain y un largo etcétera de personajes ligados, por lo general, al lado visible de lo que este apasionante género ha producido en sus seis décadas de existencia.
Pero en esta historia también existen los "anti-héroes" (en inglés se les conoce como "unsung heroes"), artistas tan influyentes como aquellas rutilantes estrellas que tuvieron carreras colmadas de éxitos comerciales y que recibieron el reconocimiento tanto del público como de la crítica especializada pero que siempre pasaron desapercibidos para las grandes mayorías, cada vez más decididas a entregar sus aplausos a propuestas que requieren de un esfuerzo mínimo para ser entendidas.
A esta categoria pertenece Don Van Vliet, cantante, compositor y multi-instrumentista a quien podríamos considerar el más desconocido entre los desconocidos del rock, que acaba de fallecer lastimosamente el pasado 17 de diciembre de 2010, tras años de lucha contra la esclerosis múltiple, enfermedad que lo obligó a retirarse de los escenarios a mediados de los 80s.
Más conocido como Captain Beefheart, Van Vliet desarrolló una carrera independiente gracias a su vehemencia creativa, una visión que trascendía cualquier estilo en esa época y un estilo vocal agresivo y desafiante, indefinible por momentos. Quienes lo escuchen por primera vez quizás puedan sentir un poco de temor frente a esos aullidos guturales y carrasposos, a mitad de camino entre Howlin' Wolf y Tom Waits. Ni qué decir de lo confusas que pueden ser sus melodías entrecortadas, sus blues desordenados y su actitud desaliñada.
Captain Beefheart no tuvo ni un solo éxito en las radios, tampoco aparece en los rankings de artistas influyentes que suelen confeccionar cadenas como MTV o VH1, su nombre no figura en el Salón de la Fama del Rock and Roll, pero hoy es mencionado por una gran cantidad de artistas como fuente de inspiración. Hasta programas de televisión abiertamente superficiales y cultores de la pose a todo nivel como Mesa de Noche anunciaron su fallecimiento (¿Renzo Schuler habla de Captain Beefheart? por favor!!!).
Este aparente redescubrimiento que propios y ajenos hacen actualmente de la figura de Captain Beefheart no es necesariamente real, esconde un objetivo subalterno: artistas o personajes que desconocen su arte ahora lo consideran porque pretenden ser tan libres como él sin conseguirlo. Es imposible alcanzar esa libertad en esta época, en que la industria discográfica calcula prácticamente cada sonido, cada postura, cada movimiento.
Hay mucho que decir acerca de Don Van Vliet: que inició su carrera discográfica gracias al apoyo de su amigo de escuela, Frank Zappa (quien además creó el alias con el que se haría conocido), que entre su banda The Magic Band y The Mothers Of Invention llegó a existir la misma dicotomía que existió entre The Beatles y The Rolling Stones - aunque en este caso era difícil determinar quienes eran los "buenos" y quienes los "malos" - que entre sus primeros músicos tuvo al guitarrista Ry Cooder (el mismo que años despues se haría famoso con su trabajo de recuperación de músicos cubanos, Buena Vista Social Club), que se dedicó a la pintura tras abandonar la música con relativo éxito en los círculos plásticos de EE.UU. y Europa, etc., etc...
Pero lo más importante quizás sea que Captain Beefheart dejó un legado discográfico interesante, irreverente, único y muy difícil de clasificar: desde el blues enraizado en influencias sureñas del álbum debut, Safe as milk (1967) hasta los vuelos jazzísticos y caóticamente virtuosos del Trout mask replica (1969), desde la psicodelia de The spotlight kid (1972) hasta el rock proto-alternativo de Ice cream for crow (1982, su último disco oficial) la paleta sonora de este artista ofrece una diversidad no apta para oídos poco entrenados.
Que en paz descanse, Captain...
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