El jazz y la música afroperuana siempre han tenido una conexión especial, una mezcla entre lo telúrico y lo académico (que ya se sentía en los bordones de Carlos Hayre, en los arreglos de Álvaro Lagos, entre otros), que fue desarrollándose a través de los años, a medida que el género conocido como "jazz fusión", originado en los 70s gracias al genio de Miles Davis y su combinación de jazz con rock, fue extendiendo sus posibilidades sonoras al incorporar elementos de músicas de todo el mundo dentro del lenguaje inagotable del jazz.
Esa conexión jamás llegó a explorarse en toda la amplitud de su potencial y salvo la única excepción de Perú Jazz - aquel mítico cuarteto conformado por Jean Pierre Magnet, Manongo Mujica, David Pinto y Julio "Chocolate" Algendones - la escena musical peruana comenzó a languidecer en medio de la proliferación de artistas superficiales y oportunistas que desprestigiaron hasta límites insospechados el término "fusión". Algo nuevo tenía que aparecer para romper esa mala racha. Y esa novedad llegó la noche del sábado 31 de julio del 2010, gracias al grupo Afroperuano, liderado por el joven guitarrista Yuri Juárez.
Yuri - que se inició profesionalmente hace algunos años en el proyecto Sin Líneas en el Mapa y actualmente forma parte del Sexteto de Jazz Afroperuano de Gabriel Alegría - rescata la fusión del jazz y la música afroperuana, la reinventa y la sirve en bandeja de oro para deleite de los amantes de la buena música, gracias a un talento particular que le permite combinar de forma natural y convincente sonoridades aparentemente dispares como la polka, el vals criollo, el tango y el jazz propiamente dicho. Sus influencias, aunque inmediatamente reconocibles, no confunden al oyente y dejan claramente establecido un sonido desafiante pero principalmente, novedoso.
Por su diapasón desfilan, a un tiempo y con magistral fluidez, Wes Montgomery y su toque en octavas, Luis Salinas y esa digitación creativa y veloz, Pepe Torres (su maestro de toda la vida) y sus típicos trinares criollos. Pero por encima de todo está la música negra del Perú, el alma negra de Yuri Juárez, su impronta personal. Todos estos elementos se únen para dar vida al que probablemente sea el disco de jazz afroperuano por antonomasia. Por fin, después de tantos años, un artista consigue fusionar sin aburrir, fusionar sin sobreactuar, fusionar sin quebrar la esencia de la música que quiere interpretar.
Y esa noche, en el Jazz Zone miraflorino, Juárez nos presentó su primer disco solista, titulado también Afroperuano, junto a los músicos que lo acompañaron en esta aventura musical, todos ellos con amplia experiencia en el pequeño pero nutrido circuito jazzístico peruano: Pepe Céspedes (piano), Enderson Herencia (bajo), Laura Robles (cajón) y Hugo Alcázar (batería) no solo estuvieron con Yuri en los estudios sino que además participaron en el financiamiento del álbum, que fue grabado y remasterizado aquí en el Perú, en la conocida sala de don Manuel Esqueiros. Doble mérito y aplauso por este esfuerzo que ya se ha hecho acreedor del premio al mejor álbum de jazz afroperuano, otorgado por la página web The Latin Jazz Corner de New York, ciudad en la que el músico vive actualmente.
La noche comenzó con una excelente versión del Mambo influenciado de Chucho Valdés que mostró las virtudes del pianista Céspedes para entrar a los contrapuntos. Mención aparte merece el tema Astorpolka, otra composición de Juárez en la que el guitarrista rinde homenaje a uno de sus referentes, el compositor argentino Astor Piazzola. El concierto se basó posteriormente en las canciones del disco, casi todas compuestas y arregladas por Yuri, entre las cuales destacaron los festejos Festejeando, Rosa del mar y Cántelo usted, en el que se lució la percusionista Laura Robles.
En la segunda mitad del show, Yuri dio pase a sus invitados, cuatro cantantes de distintos niveles interpretativos. En primer término, Domingo Giribaldi subió al escenario para cantar Un vestido y un amor, clásico tema de Fito Páez con arreglos del guitarrista. Luego fue el turno de Victoria Villalobos, reconocida cantante criolla que interpretó con mucho sentimiento La carimba, un panalivio compuesto por su padre, José Villalobos Cavero. Después, la joven cantante Adalí Montero demostró tener muy buen timbre de voz aunque no posee un estilo realmente propio, pues se nota demasiado su intención de sonar y lucir como la inigualable Janis Joplin. Montero interpretó dos temas: Roxanne de The Police en una versión tipo lounge y, a pedido del público, El día que me quieras de Carlos Gardel.
Finalmente, y como fin de fiesta, saltó a la tarima el experimentado cantante José "Chaqueta" Piaggio, que derrochó personalidad y carisma cuando se adueñó de Yuri y de sus músicos para cantar dos boleros eternos, Inolvidable y Los aretes que le faltan a la luna y luego, como la gente no le permitió irse sin sonear, se lanzó a cantar Cañonazos, un clásico de La Sonora Matancera. El guitarrista, siempre demostrando sencillez y agradecimiento, declaró tener una profunda amistad con el conocido cantante y confesó ser su gran admirador. Si el concierto había gozado todo el tiempo de una atmósfera cálida y amistosa, este gesto solo confirmó esa sensación.
El show fue de muy alto nivel, a pesar de algunas espectadoras desadaptadas que se dedicaban a conversar, a voz en cuello y en primera fila, acerca de sus asuntos personales y Blackberry en mano, interrumpiendo lo que los músicos hacían sobre el escenario, a escasos metros. Una demostración más de que, aun en los sectores "A" o "B", la incultura y la falta de respeto abunda. Tan grande fue la incomodidad que la cajonera Laura Robles, en un intermedio, tuvo que pedirles, con obvias señas, que bajaran la voz.
En suma, un verdadero acontecimiento dentro de nuestra escena musical que es obligación nuestra difundir y esperar que se repita, no solo con Yuri Juárez y su banda, sino con tantos otros talentos que viven escondidos a la sombra de los "artistas" de moda, destalentados y vulgares que saturan las radios, las pantallas y las páginas de la prensa. Yuri Juárez confirma la naturaleza de nuestro país como tierra de guitarristas, gracias a su estilo personal, único y diferente.
Esa conexión jamás llegó a explorarse en toda la amplitud de su potencial y salvo la única excepción de Perú Jazz - aquel mítico cuarteto conformado por Jean Pierre Magnet, Manongo Mujica, David Pinto y Julio "Chocolate" Algendones - la escena musical peruana comenzó a languidecer en medio de la proliferación de artistas superficiales y oportunistas que desprestigiaron hasta límites insospechados el término "fusión". Algo nuevo tenía que aparecer para romper esa mala racha. Y esa novedad llegó la noche del sábado 31 de julio del 2010, gracias al grupo Afroperuano, liderado por el joven guitarrista Yuri Juárez.
Yuri - que se inició profesionalmente hace algunos años en el proyecto Sin Líneas en el Mapa y actualmente forma parte del Sexteto de Jazz Afroperuano de Gabriel Alegría - rescata la fusión del jazz y la música afroperuana, la reinventa y la sirve en bandeja de oro para deleite de los amantes de la buena música, gracias a un talento particular que le permite combinar de forma natural y convincente sonoridades aparentemente dispares como la polka, el vals criollo, el tango y el jazz propiamente dicho. Sus influencias, aunque inmediatamente reconocibles, no confunden al oyente y dejan claramente establecido un sonido desafiante pero principalmente, novedoso.
Por su diapasón desfilan, a un tiempo y con magistral fluidez, Wes Montgomery y su toque en octavas, Luis Salinas y esa digitación creativa y veloz, Pepe Torres (su maestro de toda la vida) y sus típicos trinares criollos. Pero por encima de todo está la música negra del Perú, el alma negra de Yuri Juárez, su impronta personal. Todos estos elementos se únen para dar vida al que probablemente sea el disco de jazz afroperuano por antonomasia. Por fin, después de tantos años, un artista consigue fusionar sin aburrir, fusionar sin sobreactuar, fusionar sin quebrar la esencia de la música que quiere interpretar.
Y esa noche, en el Jazz Zone miraflorino, Juárez nos presentó su primer disco solista, titulado también Afroperuano, junto a los músicos que lo acompañaron en esta aventura musical, todos ellos con amplia experiencia en el pequeño pero nutrido circuito jazzístico peruano: Pepe Céspedes (piano), Enderson Herencia (bajo), Laura Robles (cajón) y Hugo Alcázar (batería) no solo estuvieron con Yuri en los estudios sino que además participaron en el financiamiento del álbum, que fue grabado y remasterizado aquí en el Perú, en la conocida sala de don Manuel Esqueiros. Doble mérito y aplauso por este esfuerzo que ya se ha hecho acreedor del premio al mejor álbum de jazz afroperuano, otorgado por la página web The Latin Jazz Corner de New York, ciudad en la que el músico vive actualmente.
La noche comenzó con una excelente versión del Mambo influenciado de Chucho Valdés que mostró las virtudes del pianista Céspedes para entrar a los contrapuntos. Mención aparte merece el tema Astorpolka, otra composición de Juárez en la que el guitarrista rinde homenaje a uno de sus referentes, el compositor argentino Astor Piazzola. El concierto se basó posteriormente en las canciones del disco, casi todas compuestas y arregladas por Yuri, entre las cuales destacaron los festejos Festejeando, Rosa del mar y Cántelo usted, en el que se lució la percusionista Laura Robles.
En la segunda mitad del show, Yuri dio pase a sus invitados, cuatro cantantes de distintos niveles interpretativos. En primer término, Domingo Giribaldi subió al escenario para cantar Un vestido y un amor, clásico tema de Fito Páez con arreglos del guitarrista. Luego fue el turno de Victoria Villalobos, reconocida cantante criolla que interpretó con mucho sentimiento La carimba, un panalivio compuesto por su padre, José Villalobos Cavero. Después, la joven cantante Adalí Montero demostró tener muy buen timbre de voz aunque no posee un estilo realmente propio, pues se nota demasiado su intención de sonar y lucir como la inigualable Janis Joplin. Montero interpretó dos temas: Roxanne de The Police en una versión tipo lounge y, a pedido del público, El día que me quieras de Carlos Gardel.
Finalmente, y como fin de fiesta, saltó a la tarima el experimentado cantante José "Chaqueta" Piaggio, que derrochó personalidad y carisma cuando se adueñó de Yuri y de sus músicos para cantar dos boleros eternos, Inolvidable y Los aretes que le faltan a la luna y luego, como la gente no le permitió irse sin sonear, se lanzó a cantar Cañonazos, un clásico de La Sonora Matancera. El guitarrista, siempre demostrando sencillez y agradecimiento, declaró tener una profunda amistad con el conocido cantante y confesó ser su gran admirador. Si el concierto había gozado todo el tiempo de una atmósfera cálida y amistosa, este gesto solo confirmó esa sensación.
El show fue de muy alto nivel, a pesar de algunas espectadoras desadaptadas que se dedicaban a conversar, a voz en cuello y en primera fila, acerca de sus asuntos personales y Blackberry en mano, interrumpiendo lo que los músicos hacían sobre el escenario, a escasos metros. Una demostración más de que, aun en los sectores "A" o "B", la incultura y la falta de respeto abunda. Tan grande fue la incomodidad que la cajonera Laura Robles, en un intermedio, tuvo que pedirles, con obvias señas, que bajaran la voz.
En suma, un verdadero acontecimiento dentro de nuestra escena musical que es obligación nuestra difundir y esperar que se repita, no solo con Yuri Juárez y su banda, sino con tantos otros talentos que viven escondidos a la sombra de los "artistas" de moda, destalentados y vulgares que saturan las radios, las pantallas y las páginas de la prensa. Yuri Juárez confirma la naturaleza de nuestro país como tierra de guitarristas, gracias a su estilo personal, único y diferente.
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