El crecimiento de la "industria pirata" incluye la adopción de ciertas prácticas comunes a la empresa formal. Por ejemplo, hace relativamente poco tiempo - quizás hace poco más de un año atrás - pasaba rápidamente por la avenida José Gálvez en La Victoria y decidí poner a prueba a uno de los vendedores de música. A primera vista, el puesto mostraba cierto nivel de especialización - tenían John Coltrane, Miles Davis, algunas producciones de Pat Metheny y cosas por el estilo. Entonces, pensando en qué preguntarle al joven que parecía estar en trance mientras escuchaba una copia del Live from Blue Note Tokyo de Chick Corea - ese extraordinario álbum grabado en 1997 junto a John Patitucci y Vinnie Colaiuta, inubicable en las tiendas legales - se me vinieron a la mente la tríada de discos que Frank Gambale (guitarrista de jazz-rock que ha tocado, entre otros, con Corea y con Jean Luc Ponty), Stuart Hamm (bajista de Joe Satriani) y Steve Smith (baterista conocido por sus grabaciones con Journey) lanzaron erráticamente entre 1998 y 2002, como proyectos paralelos a sus exitosas y ocupadísimas agendas personales, que desde hace mucho tiempo vengo buscando en el circuito regular de tiendas de discos, mundillo con el cual estoy muy relacionado desde hace tiempo.
Con aires de "entendido" le pregunté al vendedor por los discos, y al ver su rostro de preocupación pensé que lo había vencido, que de repente nunca había escuchado hablar de esos álbumes y que, si acaso sabía que existían, le tomaría por los menos un por de semanas conseguírmelos. Le había pedido algo demasiado específico. El muchacho, de unos 22 años de edad, se rascó la cabeza, ý luego de indicarme que espere un rato, con universal gesto de manos, desenganchó el NEXTEL que tenía en la correa y se comunicó con su "almacén": "¡Oe chino, los discos de GHS al toque!". Debo indicar que "GHS" es como se le conoce a este trío ocasional de tremendos músicos que, de cuando en vez, alborotan el circuito de clubes de jazz fusión de EE.UU. y Europa con sus ráfagas de jazz-rock eléctrico, mezcla del Satriani más inspirado con los trips ácidos de la buena época de grupazos como The Mahavishnu Orchestra o Return to Forever. Entre sorprendido y picón le pregunté si de verdad los tenía y me dijo que en 10 minutos se los traían... Esperé. Y corriendo entre los pasillos inseguros de Polvos Azules - otra "bomba de tiempo" tipo Mesa Redonda - apareció el "chino" con una bolsa negra de plástico.
Ahí estaban: Show me what you can do (1998), The light beyond (2000) y GHS3 (2002), con carátula en papel couché (fotocopia). ¿El precio? 7 soles cada uno. No los compré, porque la verdad en ese momento no llevaba dinero encima, pero le prometí al puestero que regresaría en un par de días. En los 10 minutos que me tocó esperar a la persona que iba a conseguir mi satisfacción como cliente, podía escuchar como al mismo tiempo, sonaban por todos lados alarmas de NEXTEL para solicitar discos a sus almacenes. Los vendedores hacen lo posible por conseguirte lo que buscas, y aunque el resultado siempre es el mismo - la satisfacción final del que compra - me temo que su motivación no es tanto ese objetivo supremo que muchos "marketeros" exitosos y formales dicen respetar (eso de que "el cliente es lo primero", "hay que abrazar al cliente" es al final de cuentas, una simple y llana verdad de Perogrullo, un lugar comun utilizado para caer bien) sino vender, vender y vender sin mirar a quién.
Así como quien conversa, el encargado de ese puesto especializado en jazz - y a unos niveles altísimos en cuanto a conocimientos y capacidad de respuesta, algo poco usual en tiendas de discos actuales - me contó que esa lluvia de alarmas de NEXTEL, salvo algunas excepciones, se comunican entre sí para intercambiar productos, así como con sus "alamacenes" en donde se encuentran las matrices, los reproductores. La fábrica de "piratas" o como decíamos en la universidad cuando nos referíamos a los cassettes copiados: "el barco". Cuando le pregunté cómo hacían para conseguir discos tan difíciles de ubicar, copias de ediciones japonesas (si hay melómanos leyendo esto, entenderán el valor que éstas tienen) y títulos de colección, me dijo - ya medio desconfiado - que algunos "coleccionistas" colaboraban con ellos y que reciben un porcentaje de la venta. Cuando quise saber quién pagaba la flota de radio-teléfonos con la que cuentan para intercomunicarse, ya no se mostró tan amable. "Eso no dice pe' choche...".
La pregunta está aun en el aire: ¿Quién paga todo eso?... seguimos en la próxima...
1 comentario:
ojo..aún no hemos hablado de la otra piratería: los productos bamba...eso es peor porque siquiera los DVD y los discos son copias más o menos fieles de una matriz original...pero los relojes ACASIO, las zapatillas que spolo son NIKE o ADDIDAS por la etiqueta, la ropa super encogible pero benneton porque como tales los venden...eso también es grave..
saludos
RTR
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