lunes, 14 de abril de 2008

EL PODER DE UNA VOZ

¿Cómo lograr que una persona común y corriente se llegue a identificar con los sufrimientos de una cantante que conoció todos los extremos durante su corta existencia, hasta el punto de sentir que sus penas y dolores, son los mismos? A través de las manifestaciones de su humanidad, reflejada en gestos, reacciones, arrebatos, sueños, exabruptos y confesiones. Eso es lo que nos conecta frente a personajes cuyas vidas, a primera vista, pueden ser percibidas como muy alejadas de las demás por lo glamorosas, sórdidas o extraordinarias que hayan sido sus experiencias. Y eso es lo que consigue de manera magistral el director y guionista francés Olivier Dahan en La Vie En Rose, biografía en imágenes de la gran Edith Piaf, ícono fundamental de la música popular francesa del siglo 20.

En términos formales, la película es un dechado de virtudes: una narración construida sobre la base de flashbacks que nos trasladan a diversas etapas de la vida de la cantante pero sin desenfocarse nunca del período que va cubriendo la historia: su infancia en la más absoluta miseria, su adolescencia pobre y desenfrenada, su adultez y los oropeles del éxito y la fama y su prematuro y aparatoso deterioro son contados con una profundidad y crudeza intensas, sin caer en el facilismo de escenas cargadas de oscuridad o sordidez ni en la mostración de detalles escabrosos o chocantes. El espectador se siente tocado por la tristeza de las situaciones por las que atraviesa la protagonista y de alguna manera, la hace suya y la reconoce de inmediato. Por otro lado, la interpretación de Marion Cotillard como "La Môme Piaf" - apelativo con que se hizo conocida al iniciar su carrera - es simple y llanamente extraordinaria, totalmente merecedora del Oscar a Mejor Actriz que obtuvo en la última premiación de la Academia.

Es curioso que algunos sectores de la crítica norteamericana, a pesar de no poder evitar los halagos y reconocimientos a la calidad del film, hayan realizado interpretaciones que de alguna forma, reflejan cierta actitud de rechazo ante el éxito de una película que les resulta ajena: "Al parecer - escribe A. O. Scott en New York Times - nosotros los norteamericanos no tenemos el monopolio de cantantes y compositores que surgen de infancias traumáticas, batallas contra su adicción a las drogas, romances difíciles y aún así, ganan los corazones de millones de personas. También parece que, mientras los idiomas musicales a menudo tienen muchos problemas para cruzar las barreras del lenguaje y la cultura, ciertos clichés narrativos son universales". ¿Xenofobia cinematográfica - a nivel de críticos por cierto - o simple falta de criterio para distinguir una cosa de otra? Famosas biopics como Ray (2004, basada en la vida de Ray Charles) o Walk The Line (2005, sobre "el hombre de negro", Johnny Cash) abundan en referencias extremadamente fuertes y en elementos propios del concepto de violencia y amarillismo propio del cine norteamericano, aspectos inubicables en la historia de "La Môme Piaf".

Edith Giovanna Gassion (su verdadero nombre) es una rara avis en el panorama de la música mundial. La pasión con la cual interpretaba cada melodía se forjó en la dureza de las calles de un suburbio parisino y del abandono de sus padres, y el don de su voz la salvó innumerables veces de la muerte, convirtiéndola casi de inmediato en símbolo del sufrimiento expresado a través del arte. La poderosa voz que brotaba de su frágil apariencia es una imagen que constituye una de las principales razones de su fama y recordación y sus inmortales grabaciones han permanecido durante años en las memorias y colecciones de millones de melómanos alrededor del mundo. Sin embargo, los detalles de su vida siempre se vieron envueltos en el misterio y la leyenda. Con La Vie En Rose (título original en francés: La Môme, "la pequeña" en español) la tragedia de la artista queda explicada sin moralinas ni condescendencias. Para quienes ya conocían su carrera es un homenaje largamente esperado. Para quienes no sabían quién era ella, es un descubrimiento emocionante e intenso.

Edith Piaf es, sin lugar a dudas, el ícono musical más grande de Francia. Otras estrellas de la música (algunas contemporáneas y otras posteriores) como Django Reinhardt, Stephane Grappelli, Charles Aznavour, Yves Montand, Gilbert Bécaud no han dejado de reconocer el influjo de la Piaf en sus carreras. En casos como el de Montand, Aznavour y Bécaud dicho influjo fue directo, tanto en lo artístico como en lo personal. Sus grabaciones (en total son más de 300 canciones registradas entre 1935 y 1963) han sido recopiladas innumerables veces en colecciones que han dejado constancia de su legado como artista. El tema La vie en rose (La vida en rosa, grabado originalmente en 1946), compuesto por la propia Piaf (letra) y Louis Guglielmi (música) ha sido interpretado en francés, inglés y español por artistas tan diversos como Amalia Rodriguez, Bing Crosby, Bola de Nieve, Ella Fitzgerald, Manolo Otero, Donna Summer, Celine Dion y un largo etcétera. Asimismo, ha sido utilizada en más de 20 películas de cine y en múltiples programas de TV, incluyendo la conocida comedia de los años 50s, I Love Lucy.

Otras canciones que hicieron famosa a Edith Piaf fueron: Les mômes de la cloche (Los chicos de la campana, 1936), Hymne à l'amour (Himno al amor, 1950), Padam... padam... (1951), Milord (Mi señor, 1959) y Non, je ne regrette rien (No me arrepiento de nada, 1960). Mención aparte merece el tema La foule (La multitud, 1957), versión en francés del conocido vals peruano/argentino Que nadie sepa mi sufrir.

LA VIE EN ROSE

La película se inicia en París, 1959, con la clásica imagen de Edith Piaf (Marion Cotillard) desfalleciendo sobre el escenario, usando hasta sus últimas fuerzas para cantarle a su público. Luego de esto, la imagen nos ubica en Belleville, un distrito pobre de la capital francesa, cuarenta años antes. Su madre Annetta (Clotilde Courau), una mujer desempleada que canta en las calles para sobrevivir y su padre, un soldado destacado en algún lugar de Europa, no son capaces de darle a la pequeña Edith un hogar con el mínimo de dignidad a la que cualquier ser humano debiera tener derecho.

Así, condenada a una vida miserable desde el principio, es abandonada "al cuidado" de su abuela paterna (Catherine Allégret), que regentaba un burdel de mala muerte. Allí conoce a Titine (Emmanuelle Seigner), una prostituta que le toma cariño y la convierte en una especie de tabla de salvación para su tragedia personal. Cuando Louis (Jean-Paul Rouve), padre de Edith, termina su servicio en el ejército, regresa para llevarse a su hija con él, provocando la histeria de Titine. La vida de Louis como contorsionista de un circo itinerante tampoco ofrece nada bueno a la pobre niña que se refugia en su devoción a Santa Teresa, la cual le había devuelto milagrosamente la vista, tras haberse quedado ciega por sufrir de una extraña infección. La futura diva apenas contaba los quince años de edad.

Tras ser despedido del circo, Louise realiza actos de contorsionismo en la calle, mientras Edith pasa el sombrero recogiendo monedas. De repente, el público pregunta si la niña también hace alguna pirueta y su padre la empuja al centro del círculo formado por transeúntes insensibles y escépticos. Edith canta La Marseillaise perfectamente. La gente, emocionada y boquiabierta, llena el sombrero de monedas. Después de eso, vemos a una Edith ya más grande, corriendo por las calles de París con una amiga, Simone (Sylvie Testud), con botellas de licor en las manos. Cuando se pone a cantar, todos voltean a verla, admirados de la calidad de su voz. Edith es una mendiga que canta para sobrevivir, una joven de 20 años sin oportunidades, abandonada por sus padres, entregada al alcohol y a su propia suerte.

Louis Leplée (Gerard Depardieu), un empresario dueño de un elegante music hall (Le Gerny's), la descubre y la ayuda a salir de ese infierno. Él la rescata y la convierte en una estrella. Le crea un nombre artístico: "La Môme Piaf" ("La Pequeña Gorrión") y su talento, una vez más, la salva de morir. En este salón de música y bohemia ella conoce a Marguerite Monnot, pianista y compositora que la acompañaría hasta el final de su carrera y que compuso para ella las melodías de clásicos como Milord e Hymne à l'amour. Lamentablemente, de nuevo la tragedia se apodera de la vida de la cantante, que vuelve a quedarse sola tras la muerte de Leplée, a manos de unos malvivientes a quienes ella conocía. Acusada de ser cómplice del crimen, es insultada y agredida por la prensa y el público. Para colmo de males, es separada de su única amiga, Simone, a quien trasladana a una correccional de mujeres por orden de su madre.

Todos estos hechos la conducen a aceptar la invitación de Raymond Asso, un productor y compositor que se interesa en el salvaje potencial de Edith Piaf y decide convertirla en una intérprete profesional. Con férrea disciplina, entrenamiento y cierto interés sentimental en la joven cantante, Asso le consigue una reaparición triunfal, en la cual Edith deja su imagen de niña y deslumbra al público con su intensidad y su entrega, iniciando una cadena de éxitos que la llevan definitivamente al estrellato. En los EE.UU. conoce a Marcel Cerdan (Jean-Pierre Martins), un desconocido boxeador francés que está preparándose para pelear por el título mundial. Ambos inician un apasionado romance, a pesar de que él es casado. Piaf, cuya principal carencia era la de cariño, se aferra obsesivamente a Marcel y lo convierte en el centro de su vida, incluso por encima de su amistad con Simone, quien termina abandonándola.

Cuando su carrera y su vida personal, sumergida desde siempre en una vorágine de alcohol y drogas, empieza a cobrar sentido para ella gracias a su relación con Marcel, éste muere en un trágico accidente de avión. Esto termina de hundir a la diva de la canción en una espiral que incluye depresión, adicción a las drogas y fármacos que usaba para combatir los terribles dolores provocados por la artritis y el cáncer al hígado, que finalmente acaba con su vida en octubre de 1963, a los 46 años de edad.

Físicamente destruida y mentalmente afectada por toda esa cadena de acontecimientos, Edith Piaf recobra por un breve instante su ilusión de seguir cantando cuando una pareja de compositores le ofrece una nueva canción, Non, je ne regrette rien, que es estrenada en los históricos conciertos que dio en el Teatro L'Olympie de París. Este tema es para ella un resumen de toda su vida y se convirtió finalmente en una de sus interpretaciones más celebradas. Además, sirve de fondo musical para la última secuencia del film, que tiene lugar el día de la muerte de la cantante, el 10 de octubre de 1963. Recostada, a oscuras y acompañada únicamente de su enfermera, Edith agoniza recordando pasajes de su azarosa vida, entre los que destaca la muerte de su pequeña hija Marcelle, víctima de meningitis. Este hecho, que no es considerado durante el transcurso del film, nos hace pensar en que ése hubiera su destino de no contar con el don maravilloso de su voz, un don que le permitió escapar de la muerte en las condiciones más desfavorables. Edith Piaf sobrevivió la interminable tragedia de su vida y vive aún entre nosotros gracias al poder su su voz.
http://www.youtube.com/watch?v=uzEJ7NV_g98 (La vie en rose: trailer de la película)

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