sábado, 16 de agosto de 2014

FRÁGIL: LA MAYOR PROMESA INCUMPLIDA DEL ROCK NACIONAL



El problema con Frágil -grupo que me gustó muchísimo durante mis años adolescentes- es que no evolucionó con el paso del tiempo. 

Recuerdo que me compré (con propinas) el cassette de su segunda producción discográfica, Serranio, lanzada en 1988, ocho años después de Av. Larco (1980), y quedé satisfecho aunque no tan emocionado como me esperaba. 

Tenía buenas canciones como Animales, Aquella niña, Cuánto hay, Inquietudes o el instrumental Huarmi pero se alejó ligeramente del estilo progresivo que me había llamado la atención de su primer disco, que además de la 100 mil veces repetida Av. Larco, contenía algunos temas muy buenos como Mundo raro, El caimán, Oda al tulipán, Lizzy (otro instrumental) y la Obertura, quizás lo mejor que hayan grabado además de La historia de Adelaida (su mejor intento por hacer algo parecido a la segunda parte del A passion play, Jethro Tull, 1973, salvando distancias por supuesto), un tema perdido entre 1980 y 1988, que finalmente apareció, si no me equivoco, en uno de esos discos que lanzaron en la década siguiente. 

Desde entonces, y con muchísimas millas recorridas escuchando a grandes músicos de todas partes del mundo y de todos los géneros y tendencias musicales posibles, entendí con mucha pena que lo de Frágil no pasó de ser un destello de corta duración, pues entrados los 90s se estancaron terriblemente como banda en vivo. Eso sin contar que sus álbumes Cuento real (con Dulude en la voz) y Alunado (con Santino) dejaron muchísimo qué desear. 

Mientras el primero contiene, además de la mencionada La historia de Adelaida, versiones nuevas de El caimán y Lizzy -que no son mejores que las originales-; el segundo se separa radicalmente de la onda progre y constituye un pésimo coqueteo con el hair metal norteamericano, con un vocalista inadecuado y canciones muy flojas, sin mencionar nuevas versiones -que tampoco superan a las originales- de Av. Larco e Inquietudes. Escuchando a la distancia el álbum Alunado, parece el antecedente directo de los niñatos de Adammo. Vergonzosa credencial para la banda que se presentaba como el buque insignia de nuestra escuálida movida progresiva.

Todos sus conciertos comenzaron a sonar igual, sin variaciones y además, nunca alcanzaron una definida identidad vocal desde que Andrés Dulude decidió no solo apartarse de la banda, ocasionando el ingreso y salida de personajes tan disímiles como Piñín Salgado y Santino de la Torre, sino que cada vez que regresaba no aportaba nada nuevo sino que repetía la fórmula manida de pintarse la cara y realizar movimientos incomprensibles, supuestamente para darle aires misteriosos a su trabajo como vocalista y frontman, en un intento poco exitoso de replicar las extraordinarias actuaciones de Peter Gabriel en su período al frente de Genesis (1969-1976).

Todas las bandas progresivas, sin excepción, se caracterizan por esos dos atributos que, según sostengo, Frágil no demuestra: una potente y permanente versatilidad y capacidad no solo para reinventar sus composiciones ya grabadas, sino para presentar variaciones que sorprenden a sus seguidores en cada lanzamiento con cosas nuevas y, en algunos casos, cada vez más elaboradas; y una identidad vocal, no entendida como que el cantante suene siempre igual sino que establezca un estilo, una forma de cantar. Y esto además, tomando en cuenta que los grupos progresivos tienen también entre sus principales características, la poca estabilidad y duración de sus formaciones, algo que en Frágil no ha ocurrido a lo largo de su historia. Salvo los puestos de vocalista y baterista, el núcleo creativo del quinteto de Breña nunca se ha movido.

Por eso no me crea expectativa alguna este Rockumental con Orquesta, anunciado para este 21 de agosto con el pomposo título de "El Concierto de la Historia". Ya lo han hecho antes -por los 15, 20 y 25 años de Av. Larco, para más señas en cuanto a la vocación repetitiva a la que hago referencia- y seguramente suene igual que en esas ocasiones, lo cual desde ya no es garantía de producir satisfacciones en lo musical. No me malentiendan, aun considero que César Bustamante (bajo), Lucho Valderrama (guitarra), Octavio "Tavo" Castillo (teclados, flautas, slide) y Jorge Durand (batería) son de los mejores y más experimentados músicos de rock de nuestra limitada escena nacional pero, por alguna razón que no alcanzo a dilucidar desde mi rol de conjeturador, no lo demuestran cumplidamente sobre los escenarios a los que suben desde hace más de tres décadas.

Siempre leí que, en sus inicios, Frágil hacía covers de Yes, Genesis, Camel, Jethro Tull y otros grandes del prog-rock que tanto les ha influenciado. Quizás si hicieran algo de eso, insertando pasajes instrumentales más complejos, intrincados y desafiantes en sus propios temas, recuperarían algo de esa magia que me atrapó siendo joven.

Pero ahora debo decir que no creo que eso vaya a ocurrir. Y la presencia de Gabriel Alegría como director de la orquesta quizás funcione como un buen gancho publicitario, debido a su excelente trabajo en el mundo del jazz afroperuano tanto nacional como internacionalmente, pero finalmente puede que sea poco lo que aporte. Alegría es un maestro, lo demostró con su sexteto, al que vi en vivo hace un par de años aquí en Lima, pero este es otro rollo.

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