Vivimos tiempos en que nada tiene valor si no produce dividendos, ganancias, retorno de la inversión. Tanto tienes tanto vales. Y en términos de internet y redes sociales, tu éxito es medido y juzgado según la cantidad de "likes", "comments", "followers" y cuantas veces al año fuiste "trending topic". En ese sentido mi grupo El Álbum del Día es casi un fracaso, no entro a la estadística. Un año después sigo siendo un proyecto nuevo...
Sin embargo esa forma de ver las cosas, convencional y simplona, me interesa muy poco. El 31 de diciembre del 2014 decidí iniciar un grupo de Facebook en el que publicaría una reseña diaria, autoimponiéndome una obligación: tener que escuchar un disco diferente cada día, investigar sobre él, y redactar un comentario. No un post de cinco líneas, sino todo un artículo argumentando mis pareceres sobre el disco elegido por mí mismo. Y aunque comencé con ciertas dudas, llegué al 31 de diciembre del 2015 habiendo cumplido con mi objetivo y, lejos de sentirme desanimado por la magra cantidad de seguidores-lectores (comencé desde 0 y cerré con 120), pienso extender el proyecto para este 2016 también...
La idea original nació con unos posts que empecé a titular "El Álbum del Día", en los que publicaba textos cortos -un párrafo de 10 líneas como máximo- acerca de un disco equis que cerraba siempre con una pregunta, una trivia, acerca de algún detalle de su grabación, del artista, de la carátula, etc. uno de los que más respuestas generó (tomando en cuenta mis promedios por supuesto) fue el Meddle de Pink Floyd. La pregunta era "¿qué es la imagen de la portada?". La respuesta era: el detalle del pabellón de una oreja sumergida en agua. Fascinante ¿no?
Fascinante o no para los demás, y animado por uno o dos de mis lectores habituales -sí, adivinaron, mi esposa y mi hermano- me embarqué en este lío de escribir una reseña diaria el 1 de enero del 2015 hablando del tercer disco de estudio de la banda irlandesa U2, War, de 1983, en donde está la conocidísima canción New year's day, la única que ponen los DJs en radios limeñas cada vez que quieren celebrar el Año Nuevo sin poner Cinco pa' las 12 del salsero panameño Gabino Pampini.
Llevo años escribiendo en internet acerca de lo que me da la gana y nunca he sabido ni experimentado en carne propia aquello de "monetizar" tus contenidos. Será que escribo mal, pienso a veces. O que a nadie le interesan mis artículos. Ambas cosas son debatibles y jamás aparecerán ante mí como temas cerrados, habida cuenta de la enorme cantidad de bosta podrida que encabeza los rankings de páginas webs, perfiles en Facebook y grupos de multitudinaria fanaticada que pueblan las redes sociales y la internet, sobre todo si nos ceñimos a las tendencias reinantes en nuestro país.
Por ello mismo no tuve en ningún momento expectativa alguna de hacerme "viral" con artículos acerca de álbumes, artistas y géneros musicales que (casi) nadie valora hoy en día. ¿Por qué persistir en el empeño entonces? Dos cosas: amor a la música y amor a escribir acerca de música. Nada más. Sin embargo también tenía la posibilidad de contar con algunos aliados para que de todas maneras no quede como un ejercicio onanista, solitario. Si escribo y publico es porque quiero que me lean ¿no es cierto? Entonces decidí compartir mis reseñas diarias con el exitoso grupo cerrado FaceRock, que actualmente tiene más de 4,200 miembros, aunque es necesario decir que no todos interactúan todo el tiempo. Aun así, pensé que un buen número de ellos daría click al botón "Me gusta" de mi proyecto de comentarios cotidianos. No fue así. En 365 días alcancé 120 seguidores, es decir un promedio de 10 por mes. De esos 120, 25 -es decir el 20% aprox.- son conocidos, familiares, amigos...
Pero este ligero análisis numérico no lo hago porque me moleste la idea de no ser popular en las redes, es solo un dato con el que deseo ilustrar los resultados concretos de una aventura que no nace ni del ansia profesional de avanzar en mi carrera periodística digital ni en ganas de generar productos que me hagan emprendedoramente millonario de la noche a la mañana. Pero sobre lo que sí quisiera detenerme en el diseccionamiento del fenómeno es acerca de las razones por las cuales El Álbum del Día no alcanzó, por lo menos, a atraer a un 10% de esa comunidad rockera con la que yo mismo colaboro e interactúo de manera permanente en FaceRock. Porque, si bien es cierto sus personajes más conspicuos (uno o dos de sus administradores y varios de los que siempre cuelgan contenidos en ese grupo matriz) han reaccionado siempre a mis publicaciones, lo cierto es que al grueso de integrantes de FaceRock tampoco le han interesado mucho mis reseñas que digamos...
Por lo que regreso a lo que expresé hace un par de párrafos: quizás escribo mal. Es muy posible, de hecho, que mis niveles de redacción no sean 100% óptimos (quién podría llegar a ser tan huachafo de echarse flores a sí mismo). Sin embargo eso significaría que me leyeron y, como no les gustó lo que leyeron, no pasaron a la acción, el click en "Me gusta". Si eso fue así, entonces quiere decir que El Álbum del Día es un éxito porque a mí me interesa que me lean. Y cada vez que alguien me lee, termina renegando por lo mal que escribo y decide no volver a leerme nunca más. Y qizás la lectura fue tan irritante que lo comentó con otras personas y estas también leyeron, solo para confirmar. Pero como el tema no es tan de su interés, lo dejan ahí. Pero me leyeron. Se entiende el punto ¿no?
La otra es que a nadie, ni siquiera a quienes consumen música por internet y Facebook, le interesan mis comentarios. Eso también es probable, después de todo no soy un líder de opinión ni aparezco en la tele ni soy columnista en Somos. Y de ser así, puedo sentirme también satisfecho porque la intención de El Álbum del Día nunca ha sido figurar en ningún ranking tetudo de las páginas más vistas o leídas. Para eso existen La Mula y El Útero de Marita. Y tener un cenáculo reducido y fiel es la mayor condecoración que puedo haber recibido en un año de trabajo regalado al éter, de intensas noches escribiendo reseñas para tres o cuatro días con anticipación porque salía de viaje, me iba de vacaciones o simplemente porque mis verdaderas obligaciones (en el trabajo, en la casa) me impedían sentarme con mis parlantes a full dejando que las canciones, las épocas, los artistas y las sensaciones me inspiren para escribir mi artículo y así no defraudar(me) y dejar un día sin su disco.
Toda esta voltereta retórica la elaboro porque en realidad me siento muy orgulloso, como se habrán dado cuenta -¿a quién le hablo si solo tengo 120 seguidores?- de haber llegado al final del 2015 sin haber fallado un solo día, publicando una reseña estructurada, extensa, sencilla y directa, sobre el disco que me dio la gana escuchar en mi oficina, en mi casa los fines de semana, en un avión o en un micro, desde mi reproductor a todo volumen o a duras penas entre los correos corporativos, las llamadas telefónicas y los trabajos de verdad, los que me permiten cobrar un sueldo a fin de mes.
El Álbum del Día es un cajón de sastre en donde hay, mayoritariamente, producciones discográficas de rock y jazz, en sus diferentes subgéneros y vertientes, de épocas pasadas (60s, 70s, 80s, 90s y hasta algunas bandas y artistas de los 2000s). La mayoría de discos comentados los he escuchado cientos de veces desde hace años. Otros los puse por primera vez. También hay espacio para la salsa (de verdad), el latin jazz, la música criolla, el reggae, el rap y el folklore, las baladas en español y la nueva era, las bandas sonoras y las rarezas. Y tiene algunas reglas también. No comento recopilatorios por ejemplo ni reediciones corregidas y aumentadas. Tampoco comentaré, nunca, algún disco de reggaetón, cumbia peruana producida desde los 90s hasta ahora, o álbumes de Shakira, Beyonce, Katy Perry, Lady Gaga y afines... En la época del mp3 y el archivo en iTunes me aferro al hecho de atravesar la experiencia de escuchar un disco de principio a fin y que este te suscite alguna emoción, te deje algún aprendizaje, te estimule a averiguar más cosas sobre lo que acabas de oír.
Miles de gracias a quienes han compartido, comentado, leído en silencio. Y también a quienes hayan decidido escuchar o reescuchar algún disco estimulado por haber visto su carátula publicada en El Álbum del Día. El 2016 ya comenzó y yo sigo para adelante. ¿Serán 240 seguidores el 31 de diciembre del 2016? ¿o comenzarán a irse? No lo sé. Y sí, adivinaron otra vez, no me importa...
Te recomiendo el último de Anvil, se llama... Anvil is Anvil. Genial ¿NO? OK, quizás no tanto, pero es muy bueno y tiene ese regusto de los discos de Anvil: puro e ingenuo heavy metal clásico. Tengo la impresión de que estos chicos/tíos nunca perdieron la inocencia.
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