sábado, 22 de mayo de 2010

AEROSMITH Y LOS PARADIGMAS DEL ROCK

Aerosmith toca esta noche en Lima y hasta ahora nadie elabora un artículo que resuma con precisión la importancia de esta visita. Todos piensan en los videos de sus baladas noventeras, el tema central de la película Armaggedon y los fans tirados en el suelo, durmiendo desde la noche anterior en las afueras del Monumental para conseguir las mejores ubicaciones. Por ahí uno que otro dato suelto: "la banda norteamericana que tiene el record de discos vendidos en el mundo", "los chicos malos de Boston", "el grupo renació después de las adicciones de sus principales miembros", etc. La historia completa la encuentran en Internet con fechas, precisiones, anécdotas y etcétera.

No pretendo ser quien "resuma la importancia" de la visita de Aerosmith, pero sí quiero hablar de un tema que me parece básico en cuanto a lo que representa este quinteto dentro de la larga, sinuosa y a veces confusa historia del rock and roll, género que nos apasiona y nos enciende, que nos relaja y reconforta, que nos comprende y nos recibe sin distinción ni prejuicios. Aerosmith es, después de The Rolling Stones y Led Zeppelin, la banda que mejor encarna al paradigma rockero. La rebeldía impenitente, la imagen desafiante, aparentemente desaliñada y totalmente libre de ataduras de sus miembros. En suma, la encarnación de la conocida tríada "sexo, drogas y rock and roll" con la que los detractores de siempre han pretendido desprestigiar a los talentosos músicos que han desplegado su arte desde mediados de los años 50s.



Sweet emotion, tema clásico del álbum Toys in the attic (1975)... en vivo en Japón (2002)

Esa forma de ser ha terminado, de manera prematura y a veces hasta trágica, con las vidas de muchos artistas y no es para nada recomendable. Los excesos han estado siempre asociados a la vida on the road (de gira) y los músicos de Aerosmith la han asumido casi como si se tratara de algo normal. Definitivamente no son ejemplos a seguir pero, habida cuenta de todos los problemas que pueden llegar a tener, tampoco es algo que pueda hacer cualquiera y sobrevivir para contarlo.

Además, dejaron en el camino un legado discográfico notable, de casi 40 años de trayectoria y definieron lo que es la verdadera fiesta del rock and roll, con todos los matices que estas poseen. Aerosmith desarrolló un estilo rockero por antonomasia, con imágenes de arrolladora influencia en el imaginario colectivo: Steven Tyler es el vocalista decididamente extravagante, capaz de ejecutar exigentes gimnasias vocales y acrobacias físicas, vestido con jirones de telas coloridas que vuelan al viento. Joe Perry y Brad Whitford son dos excelentes guitarristas opuestos en estilo (mientras el primero es afilado, intuitivo y bluesero, a mitad de camino entre Jimmy Page y Slash, el segundo es preciso y cerebral, casi una máquina de riffs y estremecedores solos). Tom Hamilton y Joey Kramer (bajo y batería) son una base rítmica invencible, incansable e intencional, que mide cada uno de sus movimientos dentro del desmadre que arman en cada concierto-fiesta.


Jaded, uno de sus éxitos más recientes, del CD Just push play (2000)

Y esa es otra de las características únicas de este quinteto bostoniano en el terreno del hard rock clásico. Desde que Bill Wyman abandonó a los Stones para casarse con una modelo que podría ser su hija, Aerosmith se convirtió en la única banda que llegó al siglo 21 con su formación original inalterable. Es verdad que Whitford y Perry abandonaron al grupo en 1979 pero volvieron en 1985 y desde entonces nunca más se separaron, salvo por los momentos en que Hamilton y Tyler tuvieron que dejar la ruta por serios problemas médicos. Así, unidos y vigentes, Aerosmith realza también otro paradigma rockero: la idea de la banda como círculo familiar, de fuertes lazos emocionales, que atraviesan toda una vida (los cinco tocan juntos desde 1972) y superan toda clase de inconvenientes para llevar adelante su proyecto de carrera musical, que hasta ahora no da señales de desgaste. Hoy en día, los grupos editan dos o tres álbumes, ganan millones de dólares y después se separan para hacer discos en solitario sin la mayor resonancia.

En nuestro país ya tuvimos una fiesta rocanrolera. Fue en abril del 2009 cuando Kiss llenó de fuegos artificiales y papel picado el Estadio Nacional y el cielo limeño, pero ni siquiera Stanley y Simmons - que ofrecieron, junto a sus nuevos compañeros de viaje, uno de los mejores conciertos hasta ahora - pudieron mantener a su familia unida a través de sus décadas en la ruta. Por eso la de esta noche, aunque con menos público, será una tremenda fiesta rockera con todas las de la ley. Que la disfruten quienes tengan la suerte de ir.



Train kept a rollin', super clásico del blues de los 50s, que Aerosmith grabó para su segundo LP, Get your wings (1974)... en vivo del DVD You gotta move (2004)

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