lunes, 5 de abril de 2010

LA PASIONARIA

¿Por qué siempre pasa lo mismo? ¿por qué en mi país el gobierno, la prensa y el público en general solo se acuerda de sus artistas cuando mueren? No entiendo cómo una tierra tan pródiga en talentos, de una diversidad musical tan rica y generosa ha logrado este nivel de mezquindad con su folklore, con sus tradiciones, con su cultura viva. Enormes cantidades de hombres y mujeres contemporáneos míos no tienen la más mínima idea de quién es Jesús Vásquez y optan por cruzarse de brazos y levantar los hombros cuando ven que, una vez muerta, ocupa titulares y pone a cantar a políticos.

Los mismos titulares que a diario traen sangre, violencia, degradación y los mismos políticos que roban, se burlan del pueblo y condecoran a personajes intrascendentes. Pero no solo es la prensa de 0.50 céntimos, también El Comercio, Perú 21 (el actual), Caretas y demás medios considerados "serios" llenan sus páginas de basura en lugar de devolver a nuestros artistas el espacio que perdieron desde hace tanto tiempo ya.

Y tampoco es solo el Presidente de la República Alan García Pérez que regala órdenes del sol, grandes cruces y etc., a cantantes de merengue sino que además tenemos alcaldes como Salvador Heresi de San Miguel o Félix Moreno del Callao que prefieren levantar monumentos a rockeros o bustos de salseros en vez de homenajear en vida y con conocimiento de causa a aquellas voces que definieron nuestra identidad.

No sé trata de si el rock o la salsa son o no buenos, auténticas manifestaciones artísticas o que no merezcan ser reconocidas por la población, pero primero nosotros y después el resto. ¿Cómo educar una generación de peruanos capaces de apreciar la buena música que se hace en el mundo con criterio integrador, holístico, global si crece ignorando quiénes le dieron forma a la propia, sea criolla, negra o andina? Escuchar y apreciar música criolla va más allá de cantar a gritos Mal paso en versión de Eva Ayllón, sentados en la mesa de alguna peña de moda. Escuchar música negra no es irse de rave con Novalima o con Miki Gonzáles en el balneario de moda, Asia. Escuchar música andina no es emocionarse hasta las lágrimas porque Abencia Meza salió de la cárcel.

No es posible que la gente de mi generación recién se entere de quién fue María de Jesús Vásquez por su fallecimiento. Lo mismo pasará cuando muera Victoria Santa Cruz o Manuelcha Prado. Saldrán los titulares de bandera y los reportajes en Cuarto Poder, en Panorama, todos tratando de demostrar lo mucho que sabían de la existencia de estos artistas después que hayan muerto. ¿Por qué no tienen más minutos o más páginas ahora que están vivos?

¿Por qué en lugar de un bloque de espectáculos "animado" por una persona vulgar que no sabe dónde ubicarse, si en el boulevard de Asia haciendo unipersonales desabridos para que personas desabridas se maten de la risa o en los terrales de San Juan de Lurigancho bailando la cumbia con los Hermanos Yaipén, esquivando botellas y salivazos, no hay un bloque, en ese mismo canal y a esa misma hora, en el que se difunda la música peruana verdadera, la que existió desde siempre, la que sigue siendo tocada y cantada por artistas de talento y no toda esta calaña actual?

Para mí, oír canciones como El plebeyo, La pasionaria, El guardián, Clavel marchito, entre otras, en la voz de la Reina y Señora de la Canción Criolla, equivale a evocar mi infancia, las reuniones familiares en aquel solar antiguo de La Victoria, las jaranas limeñas y las épocas en las que todo era aprender, creer, confiar y soñar. Y ver que Jesús Vásquez, una cantante cuyo talento debería haberla convertido en nuestra Libertad Lamarque por decir lo menos, es una desconocida para mucha gente en este país distraído que se pregunta "¿y quién era esa señora?", entre dientes mientras ve la noticia de su muerte, es sinceramente indignante. Que en paz descanse.

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