No soy como Sonaly Tuesta, conductora del programa Costumbres de Canal 7, capaz de encontrar conexiones ancestrales y telúricas hasta en el último rincón urbano o rural de cualquier provincia que visite. Ni mucho menos como Rafo León, talentoso escritor y humorista que recorre el Perú desde una 4x4, alojándose en hoteles caros, pagando con TC y mirando todo casi como un extranjero más. Soy sólo un periodista peruano que, por motivos laborales, viene viajando por las principales ciudades de nuestro contradictorio territorio y que, a medida que avanza en su camino, siente que de veras se está perdiendo de algo... ¿el Perú avanza?.
No quiero ser malinterpretado - "casi siempre sucede que se piensa algo malo" dice Silvio - así que declaro abiertamente que el programa de Sonaly me parece realmente bueno y que las cruzadas de Rafo en defensa de nuestros recursos naturales y turísticos es valiosa y encomiable pero una cosa es eso y la otra es creerse el cuento de que el Perú está avanzando... en todo caso cabe preguntarse ¿hacia adónde está avanzando?
Desde siempre y hasta hace unos meses, cada vez que he visto o leído declaraciones de los gobernantes de turno dirigidas a hacernos pensar que las cosas en el Perú están mejorando las he observado con, por decir lo menos, una profunda desconfianza. Y siempre hay quien asegura que uno no puede criticar aquello que no ve o no conoce. Por eso era parte de mi opinión conceder "el beneficio de la duda" cada vez que alguien afirmaba que en el interior del país se sentía que, por fin, el desarrollo está llegando. Que hoy, como nunca, las regiones tienen más dinero que antes. Que estamos ante un real renacimiento de las esperanzas de surgir como nación. Que por fin la redistribución es una realidad. Que poco a poco las cosas están cambiando y que quizás no lo veamos nosotros, pero sí nuestros hijos y nietos. Palabra de Político. Te alabamos señor. Pueden tomar asiento...
Pero ahora que, gracias a mi nueva actividad - los que me conocen saben que he pasado casi 10 años de mi vida entre anaqueles, discos y artistas - puedo decir que conozco medio Perú, esa profunda desconfianza se ha convertido en una absoluta e innegable realidad: todo eso es mentira. Los caminos del Perú son bonitos y a la vez ultra-peligrosos por los accidentes y robos que acechan a los buses que los atraviesan. Los aeropuertos - salvo el Jorge Chávez - son pequeños, incómodos y limitados en su calidad de servicio. Las ciudades capitales de cada departamento (escojan el que ustedes quieran) son caóticas, desordenadas, en algunos casos más sucias que otras. Pistas a medio asfaltar, ausencia de semáforos, inseguridad, delincuencia, prostitución, canibalismo social. Y como en Lima, sólo unas cuantas personas tienen acceso a unos cuantos establecimientos que se apartan de esa generalidad pobre y subdesarrollada y, sin dejar de ser pobres y subdesarrolladas, "marcan la diferencia" en medio de una situación que no da lugar a dudas: no estamos ni cerca de iniciar el larguísimo viaje hacia las puertas del Primer Mundo.
Es ahí donde surge la figura del "país contradictorio" que todos queremos y al que siempre le desearemos lo mejor. Porque hay espacios geográficos asombrosos, de una belleza natural alucinante, además de que cada lugar posee una importante porción de nuestra historia, ignorada por muchos y mal utilizada por otros. Iglesias imponentes, plazas coloniales, ruinas arqueológicas, museos, atractivos turísticos, costumbres, festividades, buena comida, gente amable. Si pues, a nivel provinciano-rural hay cosas muy positivas y valiosas en nuestro país. Lamentablemente, estas poblaciones viven absolutamente aisladas del mundo moderno y cuando tienen acceso a él, lo hacen de una manera tan limitada y pobre que, en lugar de traer desarrollo, traen una serie de problemas y vicios sociales que distan mucho de lo que podríamos considerar una comunidad que avanza.
A nivel provinciano-urbano todo se cae a pedazos. Porque no basta con que cierto porcentaje de las poblaciones de las capitales de las provincias mantengan esa aire bonachón y hospitalario. No basta con que de cada 10 hoteles, sólo 2 puedan considerarse medianamente buenos y 1 realmente óptimo (y que evidentemente no están al alcance de prácticamente nadie). No basta con que haya restaurantes turísticos que acepten tarjetas de crédito, discotecas, cabinas de internet, locutorios.
Cuando una sociedad no aprende a vivir bien, a mejorar lo que actualmente se conoce como "calidad de vida", que no depende únicamente de aspectos económicos o canastas familiares (lógicamente no estamos hablando de la población que vive sumida en la extrema pobreza, para la cual la "calidad de vida" se refiere a tener algo qué llevarse a la boca cada día) resulta muy difícil considerar que se ha desarrollado. Cuando no hay nociones de civismo y urbanidad básicas (es increíble ver cómo de las ventanas de los taxis o de transportes particulares, salen volando de cuando en cuando botellas de plástico, envolturas de galletas, etc.) el desorden se impone como forma de vida y así, el sub-desarrollo se perenniza, por más que la actividad comercial aumente exponencialmente, en comparación a años anteriores.
La semana pasada estuve en Chimbote, el puerto pesquero más grande del Perú y de todas las ciudades que he visitado hasta ahora es la más desordenada, la más insegura, la más descuidada. Y el departamento de Áncash es el que tiene mayor presupuesto e ingresos por conceptos de canon y demás. ¿No resulta sintomático de lo que estoy planteando? No sólo se trata de dar más recursos para después, al mejor estilo del Gran Bonetón, decir "yo no fui, fue el Gobierno Central" o "yo no fui, fueron los Presidentes Regionales" y evadir la realidad, que es más compleja y profunda. Al final de cuentas esas son pugnas políticas, de bandos que se andan jaloneando las enormes cantidades de dinero que conforman sus presupuestos para después repartirlas entre sus allegados. El problema es de educación. La gente en Chimbote, que vive en medio de todos estos problemas urbanos (delincuencia, caos vehicular, etc.) consideran que la ciudad "ha crecido". Como siempre me dice ella, la respuesta es "porque antes estaban peor".
No se trata de esperar que todas las ciudades del interior de nuestro país sean como Nueva York, en cuanto a adelantos tecnológicos, comerciales, ordenamiento urbano o educación cívica - ni siquiera Lima lo es y al paso que vamos, nunca lo será - pero recorriéndolas es más que evidente que no se ha hecho absolutamente nada por iniciar un proceso educativo que verdaderamente nos saque de ese lastre que es la ignorancia. Esa ignorancia que supuestamente se supera porque tienes internet o porque logras acceder a ciertas actividades sociales, cuando en realidad estas cosas, mal empleadas, embotan más la capacidad de entendimiento de los seres humanos.
Hasta la próxima...
Cuando el crecimiento se mide en "cosas materiales" o "tecnológicas" la realidad queda de lado, olvidada, rechazada... Nadie quiere aceptarla y por el contrario se inicia la guerra por disfrazarla, por evadirla.
ResponderEliminarEs lamentable desde todo punto de vista.
Desde el de los pobladores del lugar que no tienen la capacidad de darse cuenta de aquello que nunca conocieron, de los que visitan estos lugares con la sola y egoista visión del que va en plan de "juerga" sin preocuparse más que en pasarla bien mientras contribuye al deterioro y por supuesto. desde el de la autoridades que se lavan las manos (sucias de tanto robar) con un monumento de cemento inservible pero que lleva su nombre grabado en letras grandes.
Mientras siga la hipocresía, la mediocridad y el interés personal... "El Perú avanza" sólo hacia el abismo.
Hola... en efecto, pensar que crecimiento y acceso a objetos materiales o tecnológicos es lo mismo es una de las principales trabas para el desarrollo... y uno de los principales disfraces de aquellos que quieren que las cosas no cambien nunca... gracias por leer y comentar...
ResponderEliminarmejor que no avance... es peor.
ResponderEliminarGracias por leer y comentar...
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