jueves, 29 de enero de 2015

LA HISTORIA DE LA CONFIEP: EMPRESARIOS QUE LES GUSTA GOBERNAR (en la sombra)

En esta ocasión quiero compartir con ustedes un interesante artículo del analista Francisco Durand, publicado hace un par de semanas en el semanario Hildebrandt en sus Trece, el único medio escrito en el que se llaman a las cosas por su nombre. Aunque definitivamente no es infalible, el análisis de César Hildebrandt es contundente en materia política y al momento de analizar a los medios de comunicación masiva, entregados a la danza de los millones que les caen por publicidad en sus noticieros incapaces de poner el dedo en ninguna llaga y sus programas de entretenimiento basura, resulta implacable. Pero, más allá de sus propias columnas, Hildebrandt ofrece un variado coctel de analistas, que presentan aquel lado oscuro de la realidad que El Comercio y sus tentáculos cubren con toneladas de papel mojado en tinta, publicherries de toda clase, páginas web con las últimas andanzas de leones y cobras y radios acostumbradas a poner la música que más les gusta bailar a los que siempre tienen la sartén por el mango. En esta ocasión, Durand nos cuenta, con detalle y en sencillo, la historia de la CONFIEP y sus razones para andar siempre colgada del poder, aunque tanta exposición pública reciente no sea del todo de su agrado. Para quienes no conocíamos el origen de este poderoso gremio empresarial, es una lectura sustanciosa...



La CONFIEP al descubierto 
Por Francisco Durand, Hildebrandt en sus Trece, edición 233 del 16 de enero de 2015 

De un tiempo a esta parte, lenta pero persistentemente, la cuestión del poder político de la CONFIEP viene formando parte de la agenda política nacional, hecho que no le conviene a este gremio de gremios empresarial. En realidad, desde que Humala ganó la elección los analistas políticos y luego, con el paso del tiempo, la parte de la ciudadanía políticamente activa no dejan de comentar el enorme grado de influencia que ostenta, sobre todo porque opera detrás de bambalinas y tiene trato silencioso y privilegiado, con el MEF en particular. Su poder no es solo una cuestión de influencias, tema que ha brotado desde mediados de diciembre a partir de la aprobación de la Ley Pulpín y una marcha contra su local sanisidrino, sino más bien sus alianzas. Se trata de una trama urdida hace tiempo y donde la CONFIEP (mejor dicho las multinacionales y los principales grupos de poder económico) han desarrollado un sistema de dominio indirecto que deben mantener (el pueblo elige a los presidentes y los presidentes, en privado, se alienan con ellos), en la próxima elección. 

NACE CON MAMADERA 
La CONFIEP (Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas) se fundó en 1984, en plena época de hiperinflación y terrorismo, gracias al apoyo de los entonces más poderosos y mejor organizados gremios empresariales. Querían unirse ante la doble amenaza que enfrentaban. Sin embargo, no eran los únicos interesados en confederarse. Para ese entonces el gobierno de Reagan también quería ver unidos a los empresarios peruanos para formar un muro de contención contra la insurgencia. La USAID de Reagan había concebido un plan para apoyar confederaciones gremiales empresariales en Centro América, Nicaragua en particular, e incluyó al Perú en ese programa ante la creciente influencia política de Izquierda Unida y los dos grupos insurgentes. De modo que la hoy todopoderosa CONFIEP no nació tanto de la capacidad interna de unirse, sino de un sponsor externo poderoso que financió (y de algún modo orientó) su creación. Luego se desarrolló repentinamente gracias a los desatinos de un joven gobernante. 

En 1985, ni el nuevo presidente García El Joven, ni los partidos prestaron mucha atención a la CONFIEP. Incluso los propios empresarios, según pude comprobar en entrevistas, le vaticinaban una corta vida. Solían andar desunidos y no querían gastar en gremios, pero ahí es donde entra la USAID y les resuelve el doloroso problema. En 1985, en momentos en que García quería reunirse personalmente con los Doce Apóstoles y no con gremios, el propio “ninguneo” presidencial los animó a mantenerse unidos, pues emergía como un tercer elemento de incertidumbre. Hasta que al bisoño y bipolar presidente se le ocurrió la estatización del sistema financiero en julio de 1987. La sorpresiva medida, y el hecho de que quería atacar al corazón de la emergente clase empresarial peruana, los cohesionó rápidamente. A partir de ese momento, los principales grupos de poder comenzaron a apoyar a la CONFIEP para que voceara públicamente sus demandas e impidiera la nacionalización de su principal base de acumulación. Luego emergió la candidatura de Vargas Llosa y se formó el FREDEMO. En ese momento la CONFIEP y sus dirigentes entraron “a hacer política”. Intentaban instituir una fórmula de dominio directo, eligiendo un presidente de derecha para “voltear la tortilla” en 1990 (privatizar todo activo estatal, desarmar a los sindicatos y derrotar a la insurgencia) por medio de una victoria electoral. 

LLEGA FUJIMORI 
No le salió bien el juego. Su candidato fue derrotado. Sin embargo, la CONFIEP y los poderes fácticos económicos abandonaron a Vargas Llosa y no tardaron en acomodarse con el nuevo presidente. Comenzó de ese modo la era de dominio indirecto que caracteriza a la República Empresarial. Economistas contratados por la CONFIEP participaron con los equipos que planificaron las reformas de mercado, de modo que el sector privado (y entre ellos las grandes corporaciones) reinaran sin competencia, sindicalismo ni oposición. Lo lograron gracias al establecimiento de una correa de trasmisión con el Ejecutivo (Presidencia, SIN y MEF), la financiación de campañas y el lobby. 

En 1990, una vez que se lanza el fujishock, se selló una alianza que duró 10 años. La CONFIEP cumplió. Fue el único gremio que defendió públicamente el autogolpe de junio de 1992.uno de sus dirigentes, Jorge Camet, fue nombrado ministro de Economía ese mismo año, manteniéndose en el cargo 5 largos años. Cuando llegó la crisis externa de 1998, y nació una oposición antireeleccionista, la CONFIEP apoyó la reelección de Fujimori en el 2000, a pesar de la creciente disidencia empresarial. Los grandes empresarios que la dirigían, y que se cohesionaron entre banqueros y mineros, querían seguir con su Chinochet. Luego vino la crisis con la fuga de Montesinos (quien fuera su aliado en la “lucha contra el terrorismo” a través de un comité secreto de la CONFIEP dirigido por Julio Favre que le daba fondos). La CONFIEP siguió cumpliendo. Mantuvo su apoyo a Fujimori y manifestó que debía mantenerse en el poder un año más. Al comenzar las movilizaciones, dijeron sin vergüenza que el “ruido político” era peligroso, que ahuyentaba las inversiones. Al fugarse Fujimori al Japón, la alianza se rompió y los empresarios tuvieron que acomodarse a los nuevos tiempos. 

2000 EN ADELANTE 
A partir del 2000la CONFIEP tuvo que asumir un perfil más bajo y actuar solapadamente vía el MEF y al mismo tiempo influir en el Congreso. No tuvo problemas con Toledo al mantener casi sin variaciones el modelo económico. Para su buena estrella, el 2002 empezó la bonanza exportadora y se firmaron acuerdos de libre comercio, hechos que consolidaron el modelo económico que podía ser revertido en democracia. Junto a la presidencia y al MEF, la CONFIEP se concentró en manejar el Congreso. Allí aparece por primera vez la cuestión de los lobbies y la financiación de campañas. Aparte del dinero o los favores a los políticos, la debilidad de los partidos y el otoronguismo parlamentario (salvo excepciones) contribuyeron a acrecentar sus influencias. 

Con la segunda presidencia de García la CONFIEP no tuvo sobresalto alguno. La bonanza continuó su curso, mientras García El Viejo mantuvo relaciones íntimas con los grandes empresarios y la CONFIEP (mientras se amistaba con Dionisio Romero). Con Humala, el 2011, tampoco tuvo sobresaltos una vez que se reunieron luego de que ganara la segunda vuelta. Fue la CONFIEP, en ese entonces dirigida por Humberto Speziani (TASA, grupo Brescia), quien propuso no solo mantener la economía en piloto automático y defender, según declarara, “la alianza Estado-Empresarios”, sino también mantener en el MEF a personajes, como Miguel Castilla (MEF) y Julio Velarde (BCRP), que les daban “garantías” para seguir acumulando. 

Es recién el 2011 entonces que la CONFIEP comienza a asumir un perfil de gran poder económico proyectado a la política. A pesar de haber apoyado financieramente a personajes como PPK y Keiko Fujimori, luego de la segunda vuelta la CONFIEP terminó acomodándose con un candidato que se reclamaba nacionalista y que llegó con el apoyo de la izquierda. La voltereta de Humala fue atribuida políticamente a los poderes e influencias de la CONFIEP, hecho que no pasó inadvertido, dificultando su capacidad de seguir operando en las sombras como antes. Otro factor que la puso más al descubierto es el hecho de que su actual presidente, Alfonso García Miró (de menor calibre empresarial, pero ligado al Grupo El Comercio), movilizó a la CONFIEP para defender la posición oligopólica del Grupo El Comercio cuando adquirió EPENSA (cadena Correo) y se convirtió en el poder mediático dominante. 

A medida que terminaba la bonanza el 2014, la CONFIEP comienza a entrar a la agenda nacional como un poder fáctico al participar en diálogos privilegiados con el MEF para “reactivar la economía”. Desde ese momento la CONFIEP ha aparecido más nítidamente como un poder en la sombra, conectado directamente con los tecnócratas del MEF que tienen la última palabra en materia de reformas. Las marchas contra su local indican la concientización popular en curso. 

En estos momentos la CONFIEP debe estar planeando un control de daños y contratando consultores para neutralizar esta imagen popular de poder sin límites y manejos bajo la mesa. Veremos qué pasa el 2016. Estará segura con García, Keiko o PPK, pero no son candidatos fijos dada la mayor volatilidad política. Varios de sus viejos aliados se oponen ahora a la Ley Pulpín temerosos de perder votos.

domingo, 25 de enero de 2015

LA EDUCACIÓN Y LA TELEVISIÓN EN EL PERÚ: EL AGUA Y EL ACEITE



El viernes pasado, en el auditorio del Instituto de Estudios Peruanos-IEP, la historiadora peruana residente en Inglaterra, Patricia Oliart Sotomayor, presentó un interesante libro titulado Educar en tiempos de cambio, 1968-1975. En su alocución, ante un público de casi 80 personas, la doctora Oliart, catedrática de la Escuela de Estudios Latinoamericanos, Españoles y Portugueses de la prestigiosa Universidad de Newcastle (Inglaterra), sentenció de manera categórica lo siguiente: "Lo que el sistema educativo peruano actual les ofrece a los jóvenes es lamentable, triste". Y dijo, además, que "los niños y niñas de hoy no duermen pensando en ser exitosos, ciudadanos que logren insertarse rápidamente, productivos, competitivos, que aprueben exámenes y acumulen títulos". Agregó que ese es el concepto neoliberal de la educación, orientado a la consecución del éxito y que olvida por completo las nociones liberadoras y concientizadoras, que ayuden al futuro ciudadano a conseguir aquello que en los setentas se denominaba "el buen vivir", no necesariamente en términos económicos, sino en gozar y disfrutar de la vida dignamente, conocer y amar su país, participar activamente en política, sentirse escuchados y reconocidos como seres humanos, etcétera.

El día siguiente, por la noche, vi como una niña escuálida de 16 años se retorcía como una araña agonizante (intentando bailar) en un colorido set de televisión, bajo la atenta mirada de tres adultos irresponsables y mercenarios, capaces de hacer cualquier cosa delante de las cámaras por dinero, y decía que su sueño era ingresar a Esto es Guerra Teens para ganar plata y poder visitar a su padre en Colombia. Y añadió que Melissa Loza era su "modelo a seguir". Desde atrás del escenario, su madre y hermanos, con la sonrisa congelada de quien no es capaz de pensar por sí mismo, aplaudían como focas mientras veían a la pequeña integrante de su familia hacer el ridículo y cómo era juzgada, burlada, ilusionada, virtualmente violada ante los millones de peruanos que ven este programa. No vi el veredicto de ese jurado, salido directamente de un desagüe, porque después de la frase de esta adolescente idiotizada por la basura televisiva a la que se ve expuesta todo el tiempo, tuve que cambiar de canal, pero me bastó para comprender que hablar de educación en el Peru y de la posibilidad de que esta mejore, sin desterrar la actual manera en que se producen y consumen contenidos televisivos, es una sencilla y monumental pérdida de tiempo.

En el libro Educar en tiempos de cambio, 1968-1975, que pertenece a una colección de 15 tomos acerca de la evolución de la educación en el Perú, Patricia Oliart analiza y repasa los aspectos más importantes y vigentes, positivos y negativos, de la frustrada Reforma Educativa que se quiso hacer en nuestro país durante el gobierno de Juan Velasco Alvarado, denominado "Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas". Como se imaginarán, el solo hecho de que estas reformas -muchas de las cuales apuntaban a la formación de ciudadanos conscientes de su rol futuro en la sociedad- fuesen propuestas por un gobierno nacido de un golpe de Estado, fueron resistidas y rechazadas a tal punto que nunca se aplicaron más allá de tres años (entre 1972 y 1975) y, recuperada la democracia, fueron desmanteladas, estigmatizadas y satanizadas, como todo lo demás relacionado a este período, y nunca más se habló de aquellos puntos que hubiesen contribuido a que, en esos tiempos, nuestra educación diera el salto que necesitaba hacia la ansiada mejora que hoy, desde todo punto de vista, parece imposible.

Aquel modelo, en el cual se produjo el llamado Libro Azul -un documento elaborado por la comisión de reforma de 1972 y que historiadores y protagonistas de esa época insisten en llamar "famoso Libro Azul" cuando la patética realidad es que nadie lo recuerda salvo ellos- proponía el papel preponderante y fundamental de los medios de comunicación como instrumentos educadores, que enlazaran sus contenidos con las currículas y articularan sus acciones con las instituciones dedicadas a la gestión educativa y cultural -Ministerio de Educación, canales y diarios del Estado, el Instituto Nacional de Cultura, las instituciones de música y danza, algunas de ellas dirigidas por artistas de peso como Victoria Santa Cruz, por ejemplo. El Libro Azul -que después se convirtió en una ley general de educación, de corta vida- fue escrito por Augusto Salazar Bondy (presidente de esa comisión de reforma), Wálter Peñaloza, Emilio Barrantes, Leopoldo Chiappo, entre otros educadores, filósofos e intelectuales, que se basaron para su desarrollo en el modelo educativo de la revolución cubana, hasta ahora considerado como uno de los mejores y no solo por "izquierdosos castristas", sino de manera transversal, en el mundo entero, como lo demuestra el prestigio de abogados, medicos, cirujanos, escritores, artistas, músicos y bailarines egresados de la isla. El Libro Azul no era perfecto, pues también incluía la eliminación de toda manifestación cultural considerada "alienante" como el rock o los personajes navideños foráneos, pero esa es otra historia.

En los 40 años que han pasado, tras el último intento estatal de hacer que nuestra educación se oriente a formar ciudadanos conscientes de quiénes son, de qué espera su país de ellos y cuál es su papel en el desarrollo politico peruano y el reforzamiento de la identidad nacional, los medios de comunicación se han convertido en la antítesis de cualquier proyecto pedagógico, educativo o formativo del carácter, la personalidad y el trasfondo que toda persona necesita, y que debería desarrollar según sus aptitudes y limitaciones. La sobrecarga de estímulos superficiales y su poderoso efecto comercial ha hecho que los dueños de canales, diarios, revistas y radios pierdan totalmente los escrúpulos y, amparándose en libertades civiles como la de expresión o la de empresa, que interpretan como les da la gana para garantizar sus intereses y concreter sus verdaderos planes de expansión monetaria, dirijan sus programaciones a un solo objetivo: generar y acumular dinero esparciendo basura mañana, tarde y noche y desterrando, casi al 100%, todos los contenidos culturales de aquellos horarios más rentables, porque no ayudan a cumplir con "los objetivos de la compañía".

Cuentan para ello con la complicidad directa, agresiva e impune de las empresas de productos y servicios más grandes del Perú, muchas de ellas pertenecientes, básicamente, a dos o tres grupos de poder económico, entre peruanos y chilenos que, insertos también en esa lógica lucrativa, apoyan y financian, a través de millonarias campañas publicitarias, todos los programas que estos dueños aprueban en encopetadas reuniones que terminan en fiestones a todo lujo, las llamadas "preventas", y que contienen todo aquello que contamine, envicie y someta a niños y adolescentes que sueñan convertirse en "estrellas de la televisión" y sus padres, ansiosos de que sus hijos ganen plata para que les compren el último TV HD de 47 pulgadas, y poder colgarlo en la pared sin tarrajear de su terreno, ubicado en alguno de esos distritos pujantes y emprendedores de Lima, o del Perú. Para empeorar la situación, hay que decir que este esquema no solo se cumple en los sectores socioeconómicos populares, sino que ahora también se ha extendido a los alumnos de colegios y universidades de alto perfil económico, en una suerte de transculturización moderna, en la que ricos y pobres se integran por su común disfrute de estos contenidos televisivos tóxicos.

Hablamos de dos generaciones de peruanos que se han desarrollado sin saber lo que es una "televisión educativa" y que han nacido y crecido en paralelo con la degeneración galopante y siempre en aumento de conceptos como "espectáculos", "farándula", "artistas", "estrellas", "éxito", "fama" y demás temas relacionados a ello, lo cual ha traído como efecto inevitable el aislamiento de cualquier opción diferente que venga de otras latitudes. En estas épocas, jamás una buena película de Michael Haneke o de Woody Allen les interesará tanto como la última chacotería de Carlos Alcántara o la quinta parte de Transformers; jamás un concierto de Eric Clapton conseguirá más rating que un homenaje a Edita Guerrero; jamás Telematch o El Show de los Muppets derrotarían en audiencia a Al fondo hay sitio si los programaran a la misma hora en diferentes canales; jamás un monólogo de Marco Aurelio Denegri sera más visto y comentado que una entrevista de Magaly Medina a Antonio Pavón y Sheyla Rojas; jamás ochenta personas escuchando la disertación de una destacada mujer peruana, académica, políglota, que dicta cátedra en una universidad británica de alto nivel, superarán a los millones de teleespectadores que ven hacer el ridículo a jovencitos y jovencitas cuya máximo sueño es que los acepten en un programa de television para "ganarse la vida y hacerse famoso" sacándose la ropa delante de los reflectores y las cámaras. Hubo un tiempo en que había espacio para la alternativa, hoy no.  

Por eso los educadores con real vocación ya han aceptado, desde hace tiempo, que no solo es una pérdida de tiempo pensar en que la educación va a mejorar de la mano de los medios de comunicación en el Perú, sino que reconocen en los canales de señal abierta a uno de sus principales enemigos y obstáculos. Con la forma y cantidad en que actualmente se producen y consumen contenidos basura en la televisión nacional, ni la más profunda, intelectual y emocionante vanguardia educativa, cultural, tecnológica, emocional, deportiva, musical, artística, cinematográfica, histórica y filosófica tendría buenos resultados. Es verdad que siempre han sido minoría los sectores poblacionales que terminan orientándose a las artes, la política honrada, el buen uso del lenguaje, los gustos y niveles de apreciación bien formados (ya no digamos refinados, que tampoco es necesariamente la idea, o no es la única idea en todo caso) pero hoy esa minoría es microscópica. y no solo microscópica, sino que además es mal vista, no es popular.

Solo el destierro de estos dueños de medios de comunicación, productores, animadores, "artistas" que hacen del no tener talento una virtud -"perder el miedo a hacer el ridículo" le llaman, de manera engañosa y eufemística, a su ignorancia y taradez extremas- compañías que anuncian en estos espacios y sobre todo, la criminalización de estas estrategias de embrutecimiento masivo, es decir que la transmisión de contenidos nocivos esté penalizada y no se inscriba en objeto de defensa en nombre de una libertad de expresión que ya ha perdido todo su sentido original de expresión de ideas para transformarse en patente de corso para hacer, decir y difundir cualquier cosa, sin un mínimo control de calidad, hará posible recuperar la televisión como espacio de apoyo a la educación. Eso y cambiar los conceptos de "entretenimiento" que dominan nuestro país en la actualidad. Esta tarea, si empezara hoy mismo, podría demorarnos no 40, sino 400 años.







jueves, 8 de enero de 2015

LA MASACRE DE CHARLIE HEBDO: ¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN O USO IRRESPONSABLE DE LA MISMA?


No hay manera de no estremecerse tras ver lo ocurrido en Francia hace un par de días: 12 personas, entre ilustradores, periodistas y funcionarios de la revista Charlie Hebdo, asesinadas a tiros por un grupo terrorista que asegura "haber vengado al profeta" tras la publicación de caricaturas en las que se ridiculiza a Mahoma, con textos y dibujos que pretenden pegarla de graciosos, irreverentes, satíricos y no sé qué más.

Todos lloran por la televisión, editorializan y hablan de "los intransigentes musulmanes, la barbarie, la falta de tolerancia" y así. El artista peruano Carlos Tovar Samanez "Carlín", generalmente certero en sus análisis políticos en forma de viñetas, se lamenta y menciona que la tal Charlie Hebdo es una revista clásica para los caricaturistas, pues existe desde los setentas y que este atentado inhumano es un golpe terrible, etcétera.

Sin embargo me pregunto quién mandó a estos franceses a burlarse de aquello que no conocen, entienden ni respetan. El mundo occidental defiende, con uñas y dientes, la famosa "libertad de expresión", a través de la cual trata de justificar todos los estropicios y faltas de respeto que comete contra el prójimo, sobre la premisa de poder "decir lo que nos venga en gana sobre cualquier tema, persona o institución".

Y esto funciona cuando queremos expresar nuestra indignación frente a nuestros pares: políticos corruptos, periodistas vendidos, deportistas mediocres, "artistas" de pacotilla y vulgaridad, que se enriquecen a costa de la ignorancia de la masa, en un entorno en el que todos pensamos y sentimos lo mismo en aspectos religiosos, pues provenimos de la misma crianza católica, apostólica y romana, independientemente de la postura que, ya siendo adultos, hayamos adquirido respecto a sus símbolos, dogmas y prácticas.

Nadie en su sano juicio podría justificar la insanía de los grupos terroristas islámicos cuando ataca, a mansalva, escuelas, ciudades enteras o por las represivas normas según las cuales los infieles deben morir y las mujeres valen poco o nada en la sociedad. Y con todo ello, no recuerdo una sola noticia en que profesionales islámicos se hayan burlado, con textos, canciones o dibujos, de los principales símbolos del Cristianismo.

Pero si un grupo de occidentales, que se asume más inteligente y civilizado que los "incomprensibles musulmanes", es capaz de burlarse de esta forma de aquellos personajes religiosos por quienes se sabe que son capaces de matar o morir para defenderlos; me parece que están jugando con fuego con total desinterés por las consecuencias que esto podía acarrear para sus propias vidas. Para decirlo en una sola frase, los de Charlie Hebdo, ahora mártires de la "libertad de expresión" se la buscaron. Que sigan burlándose, a través de sus "geniales y creativas" caricaturas, de Francois Hollande y el Rey de España, de Sarkozy y sus salidas putañeras. Ellos comparten el modo de vida occidental y no se enojarán si se burlan de ellos. Es más, lo tomarán a bien, como gracia o "publicidad gratuita".

Pero esto no habría ocurrido si los acribillados ilustradores se la hubieran pensado mejor antes de hacer su broma pesada. Esta matanza es una versión macabra de aquellas personas que, al descubrir que ese payaso asesino que lo amenazó con una comba a medianoche o ese huevo crudo que le reventó en la cabeza mientras leía su periódico en el parque, eran solo un gag de esos que ponen en los bancos o salas de espera, y en lugar de reírse y abrazar al "bromista", señalando a la cámara, arremete contra él y lo muele, literalmente, a golpes.

Por eso, al burlarse de Mahoma de esta forma, trajeron sobre sí mismos toda la capacidad vengativa de estas personas -independientemente de que la consideremos exagerada, loca, criminal o fuera de toda explicación- que ya todos conocemos. ¿Cómo reaccionarían extremistas católicos si una publicación islámica sacara en carátula, una caricatura de Jesucristo besándose con un homosexual? Claro, dirán que con toda la indignación que eso provocaría en mucha gente, no se armarían escuadrones de la muerte para asesinar a los "artistas" autores de lo que Cipriani y muchos otros considerarían "una aberración".

Pero también es nuestro deber reconocer que los occidentales -en un 98% y empezando por las cabezas visibles de la Iglesia Católica- seríamos incapaces de matar a alguien o de suicidarnos en nombre de nuestro Dios, pues todos sabemos que, de una u otra forma, no le somos tan fieles como declaramos en documentos, canciones, posts de Facebook y demás. ¿O ustedes se imaginan a Cipriani inmolándose porque alguien declare que la virgen María no era virgen?

Ojalá que, tras esta lamentable matanza, en lugar de estar lloriqueando por este "acto terrorista contra la libertad de expresión" pusiéramos las barbas en remojo con respecto de cuánto hemos avanzado en materia de respeto a los otros, por muy diferentes que estos otros sean, en términos políticos, socioeconómicos o religiosos. Y que dejáramos de ensalzar la burla y la chacota -tan aceptadas socialmente en Occidente- como formas literarias o artísticas.