viernes, 28 de diciembre de 2012

EL AÑO SE ACABÓ, EL MUNDO NO


Y como quien no quiere la cosa, pasaron otra vez doce meses y estamos ad portas de concluir un año más. En los canales de televisión ya están armando sus insulsos recuentos de desastres, crímenes, mentiras desde el gobierno, escándalos farandulescos y demás. Por otro lado, hoteles y restaurantes nos atiborran de publicidad con sus ofertas de cenas, horas locas, cotillones y demás paparuladas para el consumo masivo. Los rituales de la modernidad a los que se entregan las masas, en permanente lucha por demostrar quién tiene mayores capacidades de gasto, parecen empeorar con el transcurrir del tiempo.

Este 2012 sin embargo, culminó con un hecho por demás pintoresco, en medio de las noticias espantosas de shooters en los EE.UU. y patéticas muestras de que los parlamentarios peruanos, sea que hablemos de los ilustres desconocidos o de los "experimentados" son, todos, una bola de conchudos incapaces de tener siquiera el pudor de robar poco a poco. "No me alcanza, pues" dicen, mientras preparan el fondo de sus bolsillos para los 30 mil soles que se van a tirar mes a mes desde enero, cuando ni siquiera son capaces de elegir un nuevo Defensor del Pueblo. Hiriente ironía de una situación en la cual lo que menos les importa, precisamente, es ese pueblo al que nadie defiende gracias a su intencional incompetencia.

El hecho pintoresco es, por supuesto, la incomprensible cobertura que se le dio, en todas partes, a la delirante idea de que se acababa el mundo el 21 de diciembre. Y la expectativa que generó en propios y ajenos, desde los genuinamente ignorantes, provenientes de variopintos estatus socio-económicos hasta quienes vieron en esa patraña una manera de comercializar libros, hacer reportajes de 15 minutos y lucrar con la subconsciente ansia de mucha gente de que este mundo, de una vez, se acabe.

Lo cierto es que no se acabó nada y que las cosas siguen para adelante. Los buenos deseos de que este 2013 sea mejor son lo más agradable que podemos hacer y pensar, tanto para nosotros mismos como para nuestros amigos, familiares, parejas y compañeros de trabajo. Pero cuando uno mira alrededor y ve niños lanzados a pozos ardientes por sus compañeros de salón, farsante brasileños que vienen a forrarse en plata contratados por la alcaldesa y congresistas conchudos que se zurran en la opinión de la población, por momentos uno termina lamentándose de que el famoso y falso cataclismo no se hiciera realidad.

martes, 11 de diciembre de 2012

PERÚ Y CHILE: LA GUERRA QUE NUNCA ACABARÁ


Hace algunos años tuve un jefe chileno. Más joven que yo, discotequero, amante de la velocidad, buena persona. No le temblaba la voz para decir que el piscola daba asco y que el pisco sour era 100% peruano. Pero cuando se trataba de hacer bromas, brotaba de su inconsciente esa cosa que seguro, desde niño en la escuela, le enseñaron sus profesores, seguidores de Diego Portales y aplicados creyentes de aquello de "por la razón o por la fuerza".

Una vez le escuché decir, así, en clave de chascarrillo, que Chile ya no necesita invadir militarmente el Perú porque ya lo compró o lo está comprando poco a poco. "Ya los tenemo' domina'os económicamente..." soltaba a risotadas, ante dos o tres compañeros de trabajo, peruanos, que no entendían por qué un chileno ganaba siete veces más que ellos en una empresa peruana - una de las Top -, haciendo algo que ellos también podían hacer con preparación, esfuerzo y experiencia. Y él es uno de los buena gente. De los que no podrían ser acusados de anti-peruanos, que los hay por todas partes en Chile y en Perú, camuflados. Cómo podría ser anti-peruano si lo trataban como un rey, con un puesto ultra bien remunerado para los estándares nacionales. 

Las coberturas grandilocuentes de los alegatos en el Tribunal de La Haya me han hecho reflexionar un poco acerca de este entuerto, iniciado a fines del siglo 19, que hoy "nuestro vecino país del sur" (frase hecha de todo periódico gacetillero que se respete) trata de imponer a su favor con argumentos que merecerían una caída de espaldas seguida de un "plop!" o un "exijo una explicación" a la Condorito-style. O sea, mejor díganles al equipo de abogados que representan al Perú que, para la contra respuesta, si es que la hay porque ya me perdí la secuencia, muestren un libro de Geografía de la Editorial Escuela Nueva, esa que usábamos nosotros los cuarentones, en el colegio, y como alguien dijo por ahí, que expongan el mapa del Tahuantinsuyo y nos comemos de una vez toda la franja chilena.

En 1954, dos gremios de pescadores se pusieron de acuerdo para establecer hasta dónde podían entrar durante sus faenas, naturalmente debido a que en altamar no hay paredes y a la hora de pescar, era inevitable que unos pasaran al lado del otro y viceversa. Ese acuerdo entre pescadores quieren hacerlo pasar como Tratado de Límites, así con mayúsculas. Yo no soy partícipe de los chauvinismos y los patriotismos exacerbados que al final siempre tratan de vender algo (por poco y ponen pantallas gigantes en el Parque Kennedy para ver los alegatos, con publicidad de Brahma y logo de Marca Perú por todas partes), pero en esta ocasión me queda claro por quien hay que hacer barra. Si juega la selección de Claudio Pizarro contra la de Matías Fernández, espero con todo mi corazón que gane Chile. Pero en este asunto no hay dudas: que me avisen dónde es la concentración para lavar la bandera y cantar las seis estrofas del himno nacional en runa simi, frente al mar de Tacna.

Lamentablemente, este asunto de la rivalidad Perú-Chile no tiene cuando acabar porque siempre se mueve en la dinámica del dominante y el dominado. Antes a través de las armas y la insanía invasora, saqueadora y violadora de la Guerra del Pacífico y hoy con las bravatas y leguleyadas propias de la modernidad, sazonadas con fuertes dosis de poder económico - las famosas "cuerdas separadas" que tanto daño le hacen a la siempre pisoteada dignidad nacional, en favor de la "inversión privada" - y prepotencias disfrazadas de sonrisas Colgate. Los dientes de Piñera, que casi nunca desaparecen de la foto por férreas indicaciones de sus asesores de imagen, a veces esconden no solo la ignorancia supina del presidente chileno, sino también una agresividad que amenaza con ser incontrolable, si no se cumplen sus designios, o los de sus ministros. Por momentos me parece que hay afinidades dentales entre Sebastian Piñera y Nadine Heredia, en cuanto alas dimensiones y a lo que esconden, hipocresías, despotismos...

Es una guerra de nunca acabar, está en los genes de peruanos y chilenos, como el ejemplo de mi ex jefe, que era, repito, de la generación amable con el Perú. Cuando pienso en Chile, lo primero que se me viene a la cabeza son los ponchos rojos de Inti Illimani, los vuelos progres de Los Jaivas en Machu Picchu, los lamentos de Violeta Parra, los versos de Pablo Neruda, las crónicas sociales en clave punk de Los Prisioneros, los acordes completos de Claudio Arrau al piano, los cabezazos de Elías Figueroa. Pero después llega un politicastro chileno a hablar pavadas en La Haya y recuerdo la humorada del general Donayre, esa de las bolsas negras. 

Este diferendo marítimo, que favorecerá al Perú, si se cumplen las leyes de la lógica, solo es motivo para que centenares de jueces, secretarios, periodistas y comechados viajen, se alojen en hoteles de primera y cuelguen en sus facebooks sus intrascendentes paseos por una de las ciudades más hermosas de Europa. Bien por ellos, por lo menos por los que no lo hacen con dineros públicos. Pero después no hay nada en realidad. Como alguien dijo por ahí: lo que está en juego de mar, en comparación con Arica, Tarapacá, la Tacna semi secuestrada de hoy y los cientos o miles de negocios chilenos que explotan a miles o millones de peruanos subempleados, no es nada. Y encima la guerra sigue, porque siempre están buscando, los malos chilenos por supuesto, de qué apoderarse: el pisco, la papa, el suspiro a la limeña y siguen firmas...

jueves, 29 de noviembre de 2012

DOMINGO EN ACHO: TARDE DE BESTIAS


La periodista María del Carmen Yrigoyen, del equipo de César Hildebrandt, publicó en el último número del semanario En sus trece, una extensa crónica acerca de la barbarie sanguinolenta y sádica de Acho. Ex congresistas, ex ministros y personajes anónimos de esta sociedad huachafa e insensible se dieron cita para admirar a esos fantoches culifruncidos que confunden valentía con temeridad, y que perpetúan una "tradición" que hace aflorar lo más abyecto y primitivo del ser humano, ese que ahora se cree civilizado... No la publico en su totalidad pero sí en una versión resumida, con el perdón de la autora. Menudo sacrificio debe haber sido tener que presenciar ese espectáculo violento que excita a tantos señorones y señoritas de las páginas sociales (y algunos inflitrados como Magaly y su notario)...

Tarde de bestias
por María del Carmen Irigoyen

Junto al puesto de parrillas de Otto Kunz, en la Plaza de Acho, el periodista y macho alfa Phillip Butters toma una cerveza con sus amigos. Son las 3 de la tarde del domingo 18 de noviembre. En media hora soltarán al primer toro de la jornada. Dentro y fuera de la plaza se venden las almohadillas para que uno pueda sentarse sin ensuciarse los fondillos. También hay cerámicas de toros atravesados por una espada, sombreros panamá que cuestan más de 80 soles y botas de cuero de 60 soles para tomar vino. Los vinos, que se venden aparte por supuesto, son chuscos: Coto, un riojano peleón, y Casillero del Diablo, de octanaje casi petrolero. Los anticuchos de Mistura también están en Acho, así como un puesto de embutidos La Segoviana. Por el ingreso a la explanada de Sombra pasan los mozos ofreciendo pisco sour a 25 soles el vaso y cerveza Cristal a 10 soles la lata.

Jóvenes como camisa-polo de Ralph Lauren y chicas con lentes de sol, a pesar de que la tarde está nublada, pasan indiferentes al lado de los tunos y bailarines de marinera. Las señoras se han puesto los aretes de perlas, anillos, pulseras y relojes de oro. Los marqueses cholos tampoco han faltado. “Qué bueno que hayas podido venir, Magaly. Te estuvieron dando duro por venir a Acho ¿no?”, dice una rubia y lacia urraca amateur que se alegra de que la conductora esté esa tarde en el coso y la sigue hasta el baño de damas. Magaly, luego de una risotada, le grita desde el inodoro: “¡Yo voy a hacer lo que quiera!”. En la puerta del baño la rodea un grupo de gente para tomarse fotos con ella. Magaly posa un rato y se va. Su notario – camisa y chompa rosa anudada al cuello – la espera. Tienen asientos en primera fila y el primer toro está por salir. ¡La sangre llegará por fin al río!

Se llama Carmelo, tiene marcado el número 323 y pesa 570 kilos. El torero francés Juan Bautista hace su entrada en medio de las palmas. “¡Wo ho ho!”, grita Joseph Rojas, el picador, desde un caballo con los ojos vendados. Carmelo se acerca y él le hunde una lanza. Carmelo se retira, confundido. La sangre chorrea por el pelo negro y crespo de su lomo. Luego vienen otros enmallados y le clavan las banderillas. Un excongresista bizquea de placer. Está excitado. Parece Peter Lorre viendo a Ava Gardner por una cerradura. Bautista regresa. Le vuelve a extender el capote y lo hace caminar en círculo. Saca la espada y se la clava. El público pifia: la espada no se ha hundido lo suficiente. Bautista vuelve a intentar la estocada. Carmelo se balancea y cae. En la fila de adelante, un señor calvo deja su habano, un Montecristo, en la grada, y se levanta para gozar del remate. Los ojos se le salen. Comienza a mirar alrededor. “¿Qué vamos a pedir? ¿camotes? ¿chupetes?”, les pregunta a sus hijos.

El segundo de la tarde se llama Joyero, marcado con el número 147, de 460 kilos. Luego del pinchazo del picador y las banderillas, el torero Iván Fandiño, alias “El Fandi”, no logra clavarle el estoque ni a la primera ni a la segunda. Pero nadie piensa en salvarle la vida a Joyero. Fandiño lo logra recién a la sexta. Joyero se va hacia las tablas antes de morir. Zambrano, el notario de Magaly, no cabe en sí. Se ha llevado una mano al rostro, la boca se le ha quedado abierta y los ojos le brillan. También está excitado. Casi tanto como con su noviazgo.

El viernes pasado Fandiño, que tiene un prontuario de 475 toros despachados, dio en Acho una “cátedra” de toreo a niños y jóvenes de hasta 17 años. La bestialidad fue convocada por el consorcio que organiza la “Feria del Señor de los Milagros”. Ese día, soltaron a una ternera negra. “¡Ejeh! ¡ay! ¡wow!” la llamó el picador desde el caballo vendado. Al empotrarse la ternera contra el otro animal le clavó la lanza. No se saltaron este paso ni por ser un entrenamiento. La ternera gritó y se retiró lo más lejos que pudo. Miró a todos lados, confundida, resoplando, moqueando. Una niña en la tribuna hacía porras a los alumnos. “El Fandi”, a quien sus alumnos debían llamarla Matador Iván Fandiño, hizo una demostración, llevando a la ternera en círculos. La ternera derrapó repetidas veces. Al pararse, se cagó. De miedo, seguro. “Qué es lo que podemos notar?”, preguntó el imbécil. “Pues que tiene muy poquita fuerza. Hay que tratarla con dulzura”, agregó sonriendo.



Sigue Banquero, 533 kilos, el tercer toro del domingo. El turno es para el torero peruano Alfonso de Lima. El calvo de adelante toma de su bota de vino. Todos ríen y aplauden. “¡Música, maestro!”, gritan y suena un enérgico pasodoble. Filas atrás, un señor mantiene las manos unidas como en oración. En el meñique tiene un sortijón de oro. Ha venido con su nieto que unas veces se queda mirando el espectáculo y otras, se tapa la cara con su casaca azul. Ha muerto Banquero y se lo llevan a rastras. Adelante, una pareja voltea buscando algún mozo. Ella, con sus lentes de sol levantados, permanece de pie masticando chicle con la boca abierta hasta que entra Cuchillero, la cuarta víctima de esa tarde sucia, que pesa 512 kilos y lleva marcado el número 316. Tampoco va a salvarse. Lo torea el tal Juan Bautista. La gente agita los pañuelos, graba videos. Phillip Butters se levanta y bebe, honesto como un camionero, un buen sorbo de cerveza. Las orejas de Cuchillero son las primeras que cortan esa tarde.

Cambalache, 510 kilos, es el siguiente. Entra al ruedo con el repitente Iván Fandiño. Luego del puyazo del jinete, dos señoras se abrazan. Fandiño, esta vez, solo necesita de una estocada. A Cambalache le sale sangre por la boca y cae. Una señora en primera fila se levanta, deja su cartera anaranjada sobre el muro y le abre los brazos al “Fandi”. Este se relame, recoge el clavel rojo que le han tirado y recibe las orejas de Cambalache, que ya ha sido arrastrado. Fandiño agarra un buen pedazo de tierra y la muestra al público como agradecimiento. La misma tierra donde las terneras se mearon de miedo, el viernes por la tarde.

El último toro del domingo es el más grande. Se llama Vencedor y pesa 587 kilos. El picador no puede con él. Vencedor logra escapar pronto de la lanza y está cerca de tumbar al caballo. Alfonso de Lima lo recibe arrodillado y el público lo aplaude. Luego vienen las banderillas. Vencedor permanece en pie. “Demasiado toro para el torero” dice el de al lado. Desde las últimas filas piden el indulto. Pronto la mayoría lo hace. Alfonso de Lima suelta nuevamente la espada y Vencedor sale del ruedo. Un niño se abraza a su mamá. Al torero le traen las orejas de quién sabe qué toro y luego es cargado en hombros junto a los otros dos. Un grupete de borrachos se pelea por el destino de Vencedor. “¡Debió morir!” dicen hipando. Una tarde gloriosa.

jueves, 22 de noviembre de 2012

¿LADY GAGA ES "LA REINA FREAK"? MÁS RESPETO POR LOS FREAKS, POR FAVOR


La historiografía del rock and roll no nos deja mentir: la subcultura freak se originó en la época del florecimiento de la psicodelia, como una contraparte a los hippies. Los artistas y las personas que finalmente fueron conocidas como "freaks", un término del inglés que sirve para denominar a alguien descuidado, desprolijo, alocado y muy al margen de lo establecido, no tenían nada que ver con lo que estaba de moda, con lo que se consideraba sofisticado, o con todo aquello políticamente correcto.

Incluso, antes de estos años de contracultura efervescente, el término freak se usaba para describir a las personas que padecían deformidades físicas. Los más acuciosos recordaran una película de culto, llamada precisamente Freaks (1931), acerca de un grupo de artistas circenses de lo más bizarros y atemorizantes. Por extensión y en reflejo de aquella acepción, lo que era visto como freak asustaba o peor aun, creaba rechazo debido a su actitud y apariencia, de genuina agresividad ante los "normales".

En los años 60s, la subcultura freak tuvo un momento álgido, en el que coincidieron esta actitud afrentosa con un indiscutible talento artístico. Artistas como The Fugs, Vito Paulekas y principalmente Frank Zappa y los primeros Mothers of Invention, llevaron la anti-estética freak a su punto máximo de expresividad. Nadie jamás consideraría a un artista freak si responde, punto por punto, a todas las exigencias y estrategias del mercado para hacerse conocida, ganar mucho dinero y exhibir un arte superficial, homogeneizado y escandaloso, en el sentido de lo farandulero, mas no en cuanto a su capacidad de cuestionar la tranquilidad de la gente normal.

Decir que Lady Gaga es "la reina freak" es una nueva demostración de incultura de El Comercio. Echan por tierra más de 50 años de manifestaciones artísticas originalmente desafiantes: desde los conciertos en el Teatro Garrick de New York, en los cuales Frank Zappa presentaba, en andrajos, música rock de extremada complejidad, tocada por una mancha de músicos barbudos, pelucones y malvestidos e invitaba al público a bailar a su antojo (en inglés eso era "freakin' out"); hasta los conciertos en el manicomio de The Cramps o las diatribas de Johnny Rotten durante el reinado marginal de The Sex Pistols. Ninguno de ellos jamás merecieron una portada en Times o en revistas de modas, y sin embargo dejaron huella en el mundo de la música porque respetaban su ideología freak.

Lady Gaga no es la reina freak, señores de El Comercio. Lady Gaga entendió - o en todo caso, lo hicieron sus asesores de marketing - que vestirse con bistecs (algo que puede llegar a ser tan costoso como vestirse con telas de diseñador) o exhibir imágenes grotescamente calculadas para llamar la atención, es lo que ahora vende más. Musicalmente no hace absolutamente nada nuevo y, en cuanto al rechazo que provoca su imagen y su extravagancia sobreactuada, no ofrece balance con alguna propuesta artísticamente valiosa. Es solo un producto. Revisen los videos de Patti Smith, The Stooges, los conciertos de DRI en los 80s, el look de Nina Hagen, Grace Jones, Siouxsie Sioux, los bizarros hábitos sobre el escenario de Wendy O. Williams, vocalista de The Plasmatics, las alucinantes puestas en escena que The Residents realizan desde los 70s o la gente que, comúnmente, acompaña a Les Claypool en sus proyectos paralelos a Primus. No todos los mencionados están entre mis favoritos, pero definitivamente son verdaderos representantes de lo freak en el rock, y no esta Lady Gaga que es, básicamente, una aplicación para iPad para dummies y gentita bien, en la orilla opuesta a lo freak.

Si supieran de qué van todos estos artistas, no describirían a la famosa y "sofisticada" Lady Gaga como reina de los freaks. Más respeto.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

RENDIDO ANTE LA PRENSA MUSICAL BRITÁNICA


Gracias a una bella señorita que me privilegia con su amistad desde hace casi dos décadas, que estuvo hasta hace un par de semanas de viaje por Europa y que conoce al detalle mis obsesiones (si quieren conocerla, hagan click aquí), tengo entre mis manos unas publicaciones británicas de primer nivel, dedicadas íntegramente a la música. Algunas de ellas con más de 60 años de existencia y otras de reciente aparición, lo cual ya es una clara señal de la receptividad que tiene el tema de la actualidad  y la historia musical entre los lectores del Reino Unido.

Si nadie las leyera, si a nadie le interesara lo que ocurre en el vasto universo musical que se mueve, paradójicamente, en silencio frente a las avalanchas de superficialidades provenientes de lo que es, a un tiempo, más comercial y menos trascendente, las más antiguas habrían desaparecido hace tiempo y ningún colectivo de editores, periodistas y conocedores se arriesgaría a invertir en una revista nueva, pues probablemente no pasaría del segundo número.

Son tres revistas, prolijamente editadas, bien escritas y claramente definidas con respecto a los temas que abordan, las que estoy degustando lentamente, tratando de no perderme ni un solo detalle. Una es la sexagenaria New Musical Express (NME para los amigos), que ha sabido mantenerse joven a pesar de los años y cubre, con total propiedad, el cada vez más amplio y diverso espectro del rock y el pop, con una combinación muy eficaz entre las noticias de artistas nuevos, efervescentes y desconocidos para nosotros e interesantes reseñas, artículos y registros fotográficos invalorables de aquellos artistas que nunca pasarán de moda. NME cumplió 60 años este 2012 y la edición de aniversario es prácticamente inubicable en todo Londres.

La segunda, con la cual estoy manteniendo un romance apasionado como lector y melómano, se llama Classic Rock Magazine. Se edita desde 1998 con muchísimo éxito, tiene un website alucinante para cualquier amante del rock clásico en todas sus formas y colores, acompaña cada número con un CD de colección y además, se da el lujo de lanzar subproductos como Prog (que ya va por el #31), dedicada exclusivamente al rock progresivo. ¿Se imaginan? Una revista  de 60 páginas que, cada mes, lanza informaciones acerca del rock progresivo actual y clásico, reportajes de colección sobre discos lanzados hace 40 o 45 años, amplias entrevistas a los personajes más importantes de este fascinante género musical, comentarios y notas del circuito local de conciertos, etc. Una maravilla impensable en nuestro país.

Y la última, titulada Vintage Rock, es un lujo para cualquier interesado en saber todo acerca de los albores del rock and roll. La última edición se centra en Jerry Lee Lewis y contiene una serie de noticias, análisis, recuerdos y fotos (¡qué tales fotos!) que, sin duda alguna, me mantendrán ocupado varios meses. Curiosamente, esta publicación, que solo habla de la escena musical comprendida entre 1950 y 1960, es la de más reciente aparición (la edición de octubre 2012 es la número 7). No salgo de mi asombro cada vez que pienso en los inmensos costos de producción de estas revistas, incluyendo las plataformas que manejan en Internet, y que puedan subsistir en el mercado, con lectorías en permanente aumento, en una época como esta en la que existe un consenso mundial acerca de la inminente muerte de la industria musical y discográfica, tal y como la conocemos.

Y no son las únicas, desde luego. Hay revistas de jazz y fusión (The Wire), música clásica (Classical Music Magazine), heavy metal (las clásicas Kerrang! y Metal Hammer), de punk, alternativo e indie (Q, Sounds), están las emblemáticas Melody Maker, BBC Music, etcétera, etcétera, etcétera, para todos los gustos y fanatismos extremos. Periodistas que conocen cada género al detalle, fotógrafos que inmortalizan cada escena, sea en un bar de callejón o un teatro de lujo, editores, diseñadores gráficos y webmasters que viven a diario el mundo de la música, dándole la relevancia que tiene y no considerándola un simple accesorio de iPad, un asunto de modas, negocios paralelos y ventas millonarias. En ninguna de sus páginas encontrarás alguna publicidad de un banco o de una compañía de teléfonos o mujerzuelas con las cabezas huecas hablando pavadas. Hasta el más mínimo detalle tiene que ver con el hilo conductor de cada revista, sea cual sea el género al que se dedica.

Naturalmente, esta riqueza de publicaciones temáticas (que seguramente también se cumple para otras disciplinas y profesiones) necesita, para subsistir, de un público consumidor fiel que justifique su existencia. La certeza de que eso no existe en mi país es tan aplastante que me termina deprimiendo. Hojeaba esta mañana una edición de Classic Rock de 50 páginas dedicada exclusivamente al 40 aniversario del álbum Machine Head de Deep Purple (que ya comentaré al detalle aquí) y mientras, en la televisión, veía cómo nuestras adolescentes perdían su tiempo, amaneciéndose para ver a unos payasos coreanos que en tres años no serán recordados por nadie y sentí que se me retorcía el alma, pensando que quizás debí nacer en otro lugar. Sería fantástico - como dice Serrat en su canción - que aquí pudiésemos tener por lo menos una revista decente, que tratara con respeto el tema de la música y los músicos, sin interferencias de todos esos elementos que, inevitablemente, distorsionan cualquier buena intención.

Si tuviera una revista de música, no permitiría que Telefónica anuncie sus contratos de cable o de Internet en mis páginas. No correría detrás de algún protagonista de Al fondo hay sitio para que sonría ante mis cámaras, con la finalidad de captar la atención "de las grandes mayorías". He visto cómo pundonorosas publicaciones, que tratan de darle dignidad a la actividad musical y a la cultura musical (local y extranjera) languidecer y perderse en el más oscuro olvido, condenadas siempre a esa apariencia marginal, con ediciones de contenidos valiosos pero mal impresos y peor diagramados (pienso en Esquina, Caleta, FreakOut, 69, Interzona y demás esfuerzos que no pasaban de ser fanzines, no tanto por la intención de ir contra lo establecido sino por no tener presupuesto para hacerlo mejor) debido a que no hay lectores que las mantengan vivas. 

Aquí la cosa se limita a dos páginas en El Comercio, escritas por dos personas, con notas de relleno, fotos sacadas de Internet y comentarios tontos de discos sin valor. O uno que otro grupo en Facebook que preserva el respeto pero siempre de manera limitada. En Inglaterra sí hay una frenética cultura musical, que cuenta con una prensa real y especializada, capaz de generar opinión al margen de lo que esté de moda o lo que los medios tradicionales vendan al por mayor, que también ocurre eso. Qué envidia.





viernes, 9 de noviembre de 2012

ROBERT PLANT EN LIMA


¿Qué más podemos decir de Robert Plant, que no se haya dicho ya? ¿o que sí se haya dicho? (Les Luthiers dixit). Realmente hay poco más qué decir. Cuando era adolescente y descubrí a Led Zeppelin - un cóctel explosivo para las neuronas de cualquier cerebro en formación - no había forma de enterarse al detalle de quién era este personaje casi ficticio, con voz sobrenatural y apariencia fantasmagórica, etérea y poderosa, que surgía como una llamarada en esas imágenes dobles, caleidoscópicas, del mítico concierto en el Madison Square Garden (The songs remains the same) que alcanzaba a ver, con las justas, a medianoche, a través de esa señal plagada de estática del Canal 33 UHF.

Hoy todos sus datos relevantes (y de los otros también), abundan en la Internet. Desde sus raíces blueseras, ubicadas en la escucha compulsiva de Robert Johnson, Sonny Boy Williamson, entre otros; hasta traducciones (algunas muy inexactas) de sus letras espirituales, filosóficas y abiertamente fumadas de la era dorada del mejor cuarteto de rock duro de todos los tiempos. Todo está disponible para uso y abuso de cualquier persona interesada en su carrera: desde los iniciados que escriben "como si supieran" en las webs de los diarios de Lima hasta los expertos, todos tenemos acceso a la vida y milagros de este señor de 64 años que hoy, impactará nuestra capital con su renacimiento musical, The Sensational Space Shifters.

Robert Plant fue considerado, varias veces, como el mejor cantante de rock, de blues, de metal. Hoy no es el mismo, por supuesto. Un accidente en 1975 casi le quita la vida y posteriormente, problemas de salud en las cuerdas vocales amenazaron con terminar con ese prodigio que nos sorprendió a todos, y que nos sigue sorprendiendo, cada vez que lo escuchamos nuevamente. Pero ha recuperado la fuerza interpretativa y hoy, al frente de esta banda que es una especie de resumen de todas sus obsesiones musicales - blues, country, sonoridades africanas, orientales, psicodelia - Plant vuelve a recorrer el mundo con conciertos, quizás ya no multitudinarios como los del brillante período zeppeliniano (1968-1980) pero sí igual de intensos y musicalmente notables.

La carrera de Plant después de Led Zeppelin es bastante sólida, aunque poco difundida en nuestro medio, más pendiente de las tonterías de Shakira o las movidas cumbiamberas, soundtrack inevitable de los "luctuosos hechos" del mercado La Parada, ocurridos hace poco en Lima. Sus álbumes como solista, el breve supergrupo The Honeydrippers, los experimentos con su cómplice Jimmy Page de fines de los 90s y sus últimas coartadas country junto a Alison Kraus, Strange Sensation o Band of Joy, configuran un cuerpo de trabajo que ofrece mucho para escoger, al momento de pensar en un concierto suyo.

Pero desde luego, los platos fuertes siempre serán los temas de Led Zeppelin que decida interpretar. Según los setlists que pululan en la red - algo que le quita cierto misterio a las giras modernas, por cierto - he visto títulos como Four sticks, Gallow's pole, Bron-y-aur-stomp, Friends, Ramble on y Going to California. Es decir, algunas gemas de la discografía que corresponden a su período más ecléctico, diverso, acústico y misterioso, como para hacerlas coincidir con la propuesta musical de The Sensational Space Shifters. También he visto por ahí Rock and roll y Black dog (para rockear duro al final) y, aunque cierta nota de El Comercio la anuncia, la clásica Stairway to heaven no figura en los planes de la gira. Aun así, pinta bien el concierto de esta noche.

The Sensational Space Shifters son: Robert Plant (voz), Patty Griffin (voz, guitarra, mandolina, mantengan sus ojos en ella, es muy talentosa), Juldeh Camara (percusiones africanas), Justin Adams y Skin Tyson (guitarras), Billy Fuller (bajo), John Baggott (teclados) y Dave Smith (batería). Esta noche en el Jockey Club, un verdadero grande del rock cantará en Lima.

Mañana me lo cuentan...


Stairway to heaven, de la película The songs remains the same. Concierto de 1973 en el Madison Square Garden


In the mood, uno de sus mejores temas como solista (1983)

Una versión diferente de Black dog, con su banda actual

miércoles, 7 de noviembre de 2012

HILDEBRANDT: SIEMPRE DA EN EL CLAVO


En la última edición del semanario Hildebrandt en sus Trece, su sección Matices da en el clavo, nuevamente, al analizar la situación lamentable que se vivió en Lima hace dos semanas, cuando la turbamulta echó por tierra, por enésima vez, todos los discursos "optimistas" que hablan de la Marca Perú, el desarrollo macroeconómico sostenible, la inclusión social, la fiesta que come tristeza y todo lo demás (he puesto en negrita las frases que me hubiese gustado escribir a mí...)

LA ESCORIA
por César Hildebrandt

Y, de pronto, resultó que éramos un país emergente con un país sumergido adentro.

Esa realidad inmersa, sublevada, salió a flote en el megaaniego de La Parada.

El Perú se quitó la careta y demostró que junto a los emprendedores pueden estar los asesinos y al costado de los éxitos laten los resentimientos supurados.

La mixtura es la del desarrollo desigual y combinado: vendemos oro y buen café y, al mismo tiempo, tenemos un serio problema de ciudadanía, de convivencia, de viabilidad como país civilizado.

La basura social ha crecido en estos últimos tiempos de un modo prodigioso. Por todas partes asoman sus caras cortadas, sus bermudas pantorrilludas, sus torsos desvestidos, sus dientes y su condición de involucionados. Están en los mítines y en las barras bravas del futbol. Conducen microbuses y taxis chinos. Son hijos del fracaso de la educación, hermanos de la tele mugrienta, huérfanos de la inclusión, primos carnales de la prensa de 50 céntimos que cuesta 50 céntimos y que no vale nada.

No deberían sorprendernos. Resulta hipócrita que ahora su beligerante existencia nos deje estupefactos.

Ellos son peruanos. Más peruanos, quizás, que muchos.

Su ciudadanía pertenece a un país que hace muchos años perdió el instinto ético y tiró por la borda el valor de la meritocracia.

Porque en el Perú hubo un presidente que se hizo rico en el poder y la gente, 16 años después, lo reeligió. ¿Moraleja? No hay moraleja, lo que hay es alanismo escapero.

Porque en el Perú una banda armada se apoderó del país, lo saqueó, lo meó, lo evisceró y ahora resulta que la hija del cabecilla de esa banda aparece como una virgen impoluta reclamando la libertad del gángster al que le debe la vida (la biológica y la que tiene, gracias al dinero robado que, a cuentagotas, va saliendo según un viejo hábito oriental), ¿Moraleja? No hay moraleja, sino fujimorismo regresado.

Somos una infección multidrogorresistente.

Somos un país sin asco ni rechazo al mal.

Si el Poder Judicial está infestado por los jueces que se doblegaron ante Fujimori y el Tribunal Constitucional se ha corrompido en la misma dirección ¿cuál es la lección? Que Fujimori no fue un delincuente voluntarista sino un intérprete de cierta mentalidad criolla, un fiel súbdito de los antivalores que gran parte del Perú ha convertido en cartilla de conducta.

Todo aquello que los viajeros foráneos describieron como repelente en el peruano – su doblez, su informalidad, su recurrente falta de coraje para enfrentar las injusticias y las corruptelas, su hipocresía – es ahora una suerte de “carácter nacional” visto con la mirada narcisista de nuestra buena cocina y nuestro justo optimismo de vendedores de oro y buen café.

El defecto se ha hecho virtud. El espantoso criollismo de las costumbres – la valentía tumultuaria, la balandronada estúpida (“Dios es peruano”) – es nuestro decálogo.

Y el resultado es que desde los cerros baja la escoria que se siente – y con razón – con tantos derechos como los de sus prohijadores. Baja la escoria y quiere matar, golpear, ser mancha vengadora, circo romano, play station churrupaco. Baja la escoria y envidia la belleza de la naturaleza y se ensaña con una yegua que merecía ser muerta en un campo de batalla legendario donde el Cid Campeador blandiera su espada.

Pero baja la escoria de los cerros y dice lo que le corresponde decir. Es la escoria que produjimos, que arropamos, que acrecentamos con nuestros presupuestos educacionales míseros, nuestra tele podrida, nuestra prensa mentirosa y sectaria, nuestras instituciones reblandecidas, nuestras fuerzas armadas que hasta hoy no se fumigan, nuestra izquierda que idealiza a la plebe y la llena de coartadas.

Baja la escoria armada porque cree que va a ser aplaudida. Como lo fue la otra. Como lo es la otra. El Perú anético ha reclamado lo suyo. Si a los gobernantes asesinos se les perdona sin siquiera necesidad de indulto ¿por qué no bajar de los cerros y defender a palos y pedradas la santa propiedad privada que Correo y Perú21 defienden a capa y espada?

Al final ¿era escoria lo que bajaba o eran las montoneras de Piérola, el cobarde e insignificante gobernante que también fue reelecto?

lunes, 5 de noviembre de 2012

ROBERT FRIPP: NUNCA HABLA, PERO CUANDO LO HACE...



Quienes, de una u otra manera, somos entendidos en rock, su historia y su evolución, sus leyendas y sus personajes emblemáticos, sabemos que Robert Fripp es un capítulo aparte. Desde el inicio de su carrera musical, allá por 1968 en que lanzó ese extraordinario y ultra desconocido álbum llamado The cheerful insanity of Fripp, Giles & Giles (un adelanto de lo que, un año después, lanzaría bajo el nombre King Crimson), sorprendió a todos con su versatilidad en las seis cuerdas: desde velocísimos y complejos solos de jazz al estilo Wes Montgomery hasta poderosos riffs que podían competir con las ráfagas de oscuros tricordios de Tony Iommi, Robert Fripp parecía ser capaz de todo musicalmente. Su arriesgada actitud como compositor e instrumentista contrastaba con una aparente actitud pasiva ante los demás. Siempre sentado en un rincón, tocando desde la oscuridad, con sus lentecitos de aire intelectual y poco comunicativo con el público, el líder de King Crimson ha mantenido ese halo de misterio con respecto a sus opiniones. Hace poco concedió una extensa entrevista a una publicación inglesa (FT Weekend) en la que anunció una mala noticia para sus admiradores: se retira de la música activa. Pero más interesante que eso son algunas frases que le soltó a quemarropa a su entrevistador. Aquí les paso algunas de la traducción que hice del diálogo:

"Mi vida ha mejorado mucho desde que dejé de dar entrevistas"

"Mi vida como músico profesional es un invalorable ejercicio de inutilidad"

"La calidad del artista está en su capacidad de asumir la inocencia a voluntad, la capacidad de experimentar la inocencia como si siempre fuera la primera vez. ¿Acaso crees que Rostropovich tocaba el cello solo para ganarse la vida? ¿crees que Hendrix solo tocaba para ganar dinero"

"Mientras mayor es el éxito, mayor es la presión que te mantiene repitiéndote a ti mismo"

"Cuando las grandes disqueras controlan los espacios creativos de un músico, la relación entre la compañía y el artista pasa de ser simbiótica a ser una relación parasitaria!"

"Cada vez que se acercaba el éxito a King Crimson, la banda tenía que ser separada. Es una estrategia que funciona pues permite que la música siga su propia dirección. Aunque sin duda no la encontrarás en uno de esos libros que se titulan "Cómo triunfar en la industria musical". Y te garantizo que le molestará a mucha gente que está buscando tener "una gran carrera""

"¿Qué ha cambiado en la industria musical en los últimos 40 años? Es muy simple. Cuarenta años atrás vivíamos en una economía de mercado. Hoy vivimos en una sociedad de mercado. Hoy, todo, incluida la ética, tiene un precio"

Fripp ha decidido retirarse de la música debido a las permanentes pugnas judiciales que sostiene con Universal, mounstruo discográfico que lucra todo el timeppo con el legado discográfico de este excepcional músico. Para muestra un botón: el tan halagado "éxito" de ese detestable personaje llamado Kanye West, en el que se utilizan samplers del tema 21st century schizoid man, fue producido sin la autorización del guitarrista...


sábado, 27 de octubre de 2012

EL "EMPORIO COMERCIAL" Y EL "MERCADO MAYORISTA"...


A nosotros, que fuimos universitarios de pre-grado en los 90s, se nos llamó - aun no entiendo por qué ni a quién se le ocurrió - "La Generación X". Esa generación, la nuestra, aun tenía algunos arrestos culturales, algunas inquietudes por ir más allá de nuestras narices, cierto idealismo con fuertes dosis de indiferencia hacia el discurso oficial, viniese del gobierno, de la prensa o de las "estrellas" de la farándula.  

¿Cómo deberíamos llamar a esta generación de jovenzuelos que, sin haber leído suficientes libros ni escuchado suficientes discos ni visto suficientes películas ya ejerce el periodismo reporteril y gacetillero? ¿qué nombre le calza a estos repetidores de frases hechas, aparentemente incapaces de decir lo que piensan, pero no porque se los prohíban sus jefes sino porque en realidad, no piensan en nada en absoluto, salvo que se trate del éxito material, la hora loca o lo último de la tecnología protética, que casi imperceptiblemente los va haciendo cada vez más y más inútiles?

Cada vez que escucho a un joven reportero hablar de "el Emporio Comercial de Gamarra" se me paraliza la cara de pura cólera. Y es que no puedo entender que una mente fresca, unos ojos bien abiertos y un esquema de personalidad moderna formado a base de la sobre estimulación sensorial que le llega desde ese primer mundo al que seguramente quiere pertenecer, pueda llamar "emporio comercial" a ese tugurio, a ese mercado de pulgas (de las que a uno se le suben al cuerpo), a esa bomba de tiempo ubicada en el lado más peligroso de La Victoria. 

Claro, ellos dirán - o mejor dicho, repetirán - hasta el cansancio el argumento de que se trata de "empresas florecientes" (la frase aparece en la tercera acepción del vocablo "emporio" en el Diccionario de la Real Academia, les aviso) pero no todo es dinero, estimados. Gamarra apesta y uno puede sentir esa mixtura de olores con muchas cuadras de anticipación. Asociar eso a otros términos de moda como "progreso económico", "desarrollo" o "lugar de emprendedores" es repetir la cantilena de establishment, que todo lo reduce a ganancias monetarias, pero no tiene una pizca de sentido común. 

El caso del "Mercado Mayorista de La Parada" es otro de esos temas en los que la bisoñez mental de nuestros actuales observadores periodísticos, encargados de darle forma a la opinión pública del país, juega en contra. En paralelo al tugurizado mercado de Gamarra, que combina confecciones de algodón peruano de dudosas procedencias y mínimos porcentajes de formalidad con charcos hediondos de líquidos diversos, "marcas" esperando su momento y bolsiqueadores de todas las edades, el otrora Mercado Mayorista de "La Parada" (llamada así porque los comerciantes provincianos que llegaban a LIma en los años 50s, vendían sus productos de pie) es hoy un mercado mayorista entre comillas, pues se ha convertido en el peor foco infeccioso de América Latina, donde a la vez que comerciantes de todos los rincones del Perú y cocineros de restaurantes embajadores de la Marca Perú, pululan por sus peligrosos alrededores una enorme cantidad de maleantes, dispuestos a todo por quitarte todo lo que lleves puesto o en las manos.

Hubo una época, cuando ambos centros comerciales recién comenzaban sus operaciones, hace cinco décadas, en que se perfilaban como futuros emporios, esto es, en verdaderos lugares de negocios florecientes, de raigambre popular. Pero los procesos migratorios, la instalación de la cultura de la informalidad y la lumpenización ciudadana que, actualmente, es transversal a todos los sectores sociales, económicos, educativos y culturales, han convertido a estos lugares en puntos de alto riesgo en cualquier época del año. Lo que acaba de ocurrir es producto de la mala planificación de la Municipalidad por un lado, y de intereses políticos por el otro, que soliviantan a ese lumpenaje para hacer caer una gestión que, sin ser perfecta, inició un proceso que ninguna de las otras gestiones había querido acometer, para no perder votos entre esas hordas a las que protegían. 

Por eso es increíble que sigan llamando "emporios comerciales" o "mercados mayoristas" a estas cuevas de donde salen, como ya hemos podido ver en cadena nacional, los peores actos de vandalismo, capaces de arrasar con todo a su paso, desde policías caídos hasta una noble yegua que, dicho sea de paso, nada tenía que hacer allí porque hace tiempo que, en el mundo civilizado, las guardias montadas son solo elementos decorativos, casi de lujo y no divisiones policiales o armas para batallas campales. Por último, la imagen de esos niños, corriendo con las manos llenas hasta las barbillas de ropa que acababan de saquear, es la más clara demostración de la pobreza en la que se encuentra esta sociedad "emergente", "emprendedora" y ya no sé qué más palabra agregar. 

Con esta cierro: cada uno de esos reportajes, en los que las cámaras muestran a estos delincuentes haciendo caras, saludando, casi como si se tratara de uno de sus realities que ven todas las noches en sus casas después de "trabajar", deberían estar musicalizados con alguna de esas cumbias gritadas por el irritante Tony Rosado...

viernes, 26 de octubre de 2012

BARRANCO DE ANIVERSARIO (1874-2012): 138 AÑOS DE BOHEMIA Y TRADICIONES


Hoy, Barranco está de aniversario. Pero mis palabras, como admirador foráneo de su tradición, conocedor parcial de sus historias y amigo contemporáneo de un distrito que ha sido atropellado por sus últimos alcaldes y alcaldesas, pueden resultar insuficientes para celebrar su inagotable belleza, fuente de inspiración de peruanos ilustres como Eguren, Vargas Llosa, Valdelomar, Chabuca, etc., etc. Por eso prefiero dejar espacio a dos barranquinos eternos, que han recorrido sus calles y reductos durante décadas: mi amigo don Víctor Urbano Katayama, psicólogo, criollo pero sobre todo excelente cronista del Barranco que hoy vive en el recuerdo y la nostalgia; y Nicolás Yerovi, uno de los humoristas a quien más admiro, que nos cuenta entre risas y poesía, a la altura de su estilo, qué significa el distrito para él. Hago mías las palabras de estos dos personajes para desearles a Barranco un muy feliz cumpleaños...

138º ANIVERSARIO DE BARRANCO
Víctor M. Urbano Katayama – 26 de octubre de 2012

Al cumplirse 138 años de la creación política del distrito de Barranco, pienso en los sucesos históricos que le dieron esplendor a esta ciudad, a la época que me tocó vivir y, más aún, al futuro que le espera. Nuestro Barranco tiene su origen en una leyenda de características mágico-religiosas que se remonta a mediados del siglo XVIII y que le dio un toque divino: una cruz dibujada sobre una pared de la quebrada. Más adelante, la construcción de una ermita que se convirtió en un lugar de peregrinación para los limeños. “Una luz, una fe, un distrito”, reza una inscripción tallada sobre una piedra que simboliza este origen milagroso.

Fue a fines del siglo XIX y durante el gobierno del Presidente del Perú, Manuel Pardo, un 26 de octubre del año 1874, cuando se promulgó la ley que hizo realidad la creación del distrito de Barranco con su capital “Ermita del Barranco” que comprendía los pagos de: Talana, Condesa, Ollería, Tejada, Larrión y Pacayar. Algunos de esos nombres todavía subsisten.


Parque de la Lagunita, hoy convertido
en ese mamarracho llamado MAC
(Museo de Arte Contemporáneo)

En el Barranco de los años cincuenta se construyó la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y dio lugar al nacimiento del cuerpo de salvataje de la Policía Nacional. Los tranvías de la Línea Lima - Chorrillos iban y venían con niños y jóvenes, adultos y ancianos, obreros y empleados, “tombos” y “milicos”, “choros” y “palomillas”, el loco “Tingo” y la loca “Paca”. En el Parque “La Confraternidad” los niños trepaban árboles, los jóvenes batían sus marcas atléticas en las pistas, los muchachos dibujaban en el aire “el salto del tigre” y “la salida del toro”, los peloteros jugaban billar con los pies sobre las losas, los niños lanzaban sus cometas al cielo, los chiquillos atrapaban pescaditos en la lagunita y familias enteras hacían largas colas para ingresar al zoológico.

A la playa bajábamos a pie o en funicular. A veces, temerariamente, a grandes zancos por los acantilados. En la pista de baile, un conjunto musical le daba la bienvenida a los tórtolos, a los “zapallos”, a las esculturales figuras femeninas y a los apolíneos muchachones del “Club de Pesas Albatros”. Así, entre una canción de la nueva ola y una guaracha de la Sonora Matancera, el negro “Bombi” esperaba que sean las seis de la tarde y que creciera la mejor ola para lanzarse desde la baranda y decirle adiós al sol.
El Funicular, toda una época
de cosas mejores y tradicionales

La fiesta deportiva más grande y popular fue la de la Liga de Fútbol de los Balnearios del Sur. De pie, en la única tribuna sobre los camerinos, rostros impacientes de gol fuman sus angustias. Voces broncas y amenazantes menudean en ese ambiente estrictamente varonil. Los kioscos se esmeran con suculentos platos de comida criolla y cervezas, atentos al término del partido; entonces, el “Pato” Linares, árbitro sin título, separará un sencillo para cerrar la tarde con unas cervezas y su guitarra criolla.

Los viernes por la noche, don Mario Poggi nos espera con guitarras criollas, piso de tierra, muebles rústicos, anticuchos y frijol con bistec apanado. En el Centro Musical Barranco, don Jorge Montoro saborea su triunfo en la Feria Internacional del Pacífico, acompañándose en las noches con sus amigos artistas. Y la bohemia se extiende a “Los Michis”, “Las Guitarras” y “El Plebeyo”. Entre el Barrio de la Lechuza, la Raya Bolivia y la calle Santa Rosa hierve el criollismo barranquino. Allí, don Amador Rivera Bocanegra escribió el valse “Barranco”.

El mítico Estadio Unión
Aquí nos identificamos por barrios, clubes, asociaciones y hermandades, a las que se los conoce por sobrenombres. Santa Rosa son “Los Chunchos”, Santiago Barranco son “Los Piratas” y Fraternal Barranco son “Los Canarios”. Alianza Talana fue el primer equipo campeón del Campeonato Interbarrios Infantil de Fútbol, organizado por el diario “La Prensa”; “Enrique Barrón”, tricampeón juvenil de “La Prensa”; y Santiago Barranco, único representante de este distrito en la Primera División del fútbol peruano.

Barranco es eterno y vive en las imágenes de los ya desaparecidos: la Tía Vicky, Cucaracha, el loco Achote y Juan Manuel Ruestas. Manuel Beingolea, Eduardo Calvo, José Antonio del Busto Duthurburu y Javier Rodrigo. “Tanguito”, “Tato” Guzmán, Eduardo Vega y Jorge Montoro “El Poeta Hippie”. Pero también vive en el espíritu de lucha de de muchos barranquinos que se organizan para defender su patrimonio, su tradición e historia.

Y aquí la entrevista a don Nicolás Yerovi, hecha por la Lic. Yvette Ubillús, barranquina defensora y amante de su distrito





lunes, 22 de octubre de 2012

LA EDUCACIÓN PROHIBIDA: PROYECCIÓN GRATUITA


El Perú es uno de los últimos países de la región en todos los rankings de rendimiento escolar, comprensión de lectura, razonamiento matemático, cultura general, etc. Es el resultado de décadas de un coctel mortal de discriminación azuzada desde los gobiernos, la institucionalización de la informalidad como forma de vida y método para "salir adelante" y las indetenibles campañas de embrutecimiento masivo de los medios de comunicación, que vendieron su alma al diablo por hacer más audiencia y más cheques de pautas publicitarias.

Pero si uno ve La Educación Prohibida, documental argentino en el que 90 expertos de 9 países diferentes (entre ellos el Perú) describen los problemas de sus sistemas educativos, somos uno de los últimos en un ranking de coleros. Porque, de una u otra forma, todos los países de América Latina padecen de las mismas taras educativas: concentración en el aprendizaje de memoria, supresión de todo lo que sepa o huela a libertad, creación artística, opinión y actitud heterogénea hacia el "discurso oficial", etc., etc., etc.

Este trabajo cinematográfico, de notable calidad audiovisual, es un esfuerzo independiente de un grupo de talentosos comunicadores preocupados por la degeneración de lo que comúnmente llamamos "educación" y han generado dos horas de interesante reflexión que combinan la revisión histórica de cómo se originó el modelo educativo que hoy se usa en la escuela pública - y en gran parte de la privada también - escolar y universitaria, el análisis especializado de por qué los colegios crean robots y no seres humanos de calidad y lo más importante, propone alternativas de solución, sin afanes mesiánicos, para este subvalorado asunto, que parece ser importante de la boca para afuera en la cotidianeidad política e informativa pero que, en realidad, es algo así como la última rueda del coche de cada programa de gobierno, más enfocados en las balanzas bursátiles, los negocios corporativos y quién sabe qué cosas más...



La Educación Prohibida, dirigida por el argentino Germán Doin Campos, fue estrenada el 13 de agosto de este año en más de 150 salas de cine de ese país y en simultáneo por Internet. Los productores promueven la difusión y proyección gratuita de esta cinta a todas las instituciones relacionadas al tema que quieran conocerlo y estudiarlo. Hasta el momento la han visto miles de personas y ha sido descargada casi medio millón de veces en todo el mundo, en casi 20 países.

En el Perú, el documental se podrá ver en una función gratuita, en el Auditorio de Derrama Magisterial, este viernes 26 de agosto, a las 6:30pm. Es una excelente oportunidad de entrar en contacto con la realidad educativa de nuestros países, tan similares en cuanto a visiones tergiversadas de lo que es la sociedad, del potencial desaprovechado de generaciones de niños y jóvenes que crecen de espaldas a sus verdaderas capacidades, para favorecer al orden establecido y de aquellas cosas que las enmarañadas redes que entrelazan los poderes políticos y económicos prohiben para que las personas sigan, casi sin notarlo, el camino que ellos tienen trazado desde hace tiempo para que sus intereses no se vean interrumpidos por el sentido común, el pensamiento crítico que tanto atemoriza a quienes ven en la educación un riesgo.

sábado, 20 de octubre de 2012

SOBRE ANTONIO CISNEROS


Nunca he sido buen lector de poesía. Ni los clásicos universales ni los clásicos peruanos ni los nuevos universales ni los nuevos peruanos. Y no porque me falte capacidad de introspección sino porque me aburre leer versos. Los poemas y las letras de canciones, sobre el papel, me aburren tremendamente. Sin embargo sé que, detrás de esas cuartetas o sonectos (Les Luthiers dixit), detrás de esos versos caprichosamente construidos de los vates actuales, que intencionalmente se ven como un desorden total, etcétera, hay artistas de la palabra. Porque no cualquiera hace cosas así.

En ese sentido, debo decir que conozco tan poco sobre la poesía de Antonio Cisneros que sonaría huachafo de mi parte decir en este post que se nos fue un gran poeta. Como se habrán dado cuenta, no tengo idea de si era bueno o malo como poeta, pero lo que sí sé es que era una de las personalidad más lúcidas, agudas y entretenidas de la cada vez más lánguida intelectualidad peruana. Y pensar que solo fue en los 90s que tuvo, Cisneros, presencia en la televisión y en la radio. La gangrena de la telebasura no estaba tan avanzada hace algunos años ¿verdad?

Lo que sí he leído de Antonio Cisneros y con mucho placer, son sus crónicas de viaje, sus artículos en prosa. Y hasta un iletrado en poesía como yo puede intuir que, si era tan locuaz, imaginativo y culto a un tiempo que coloquial, disperso y liberado de poses elitistas al hacer narraciones de corrido, otro tanto ocurriría en sus poemarios, aquellos que lo hicieron famoso en el Perú y en América Latina.

Su muerte, ocurrida hace algunos días, sirvió - como siempre - para que en los medios basuralicios, esos mismos que los domingos pasan resúmenes de todas las incidencias semanales de Al fondo hay sitio, Combate y El valor de la verdad, se pongan el traje de seda (lo cual no los libra de seguir siendo lo monos que son, por supuesto), pegarlas de culturosos y hagan sus semblanzas, recopilando imágenes de aquí y de allá, despidiendo con voces engoladas, musiquitas de fondo a quien hubieran lanzado por la ventana si les proponía dejar sus programas de entretenimiento barato por una hora y media de excelente conversación.

Antonio Cisneros era un excelente conversador y lo demostró en cuanto entrevista hizo y dio en los canales de cable que, pobremente, lo acogieron para beneplácito de una minoría. Por razones cronológicas y socio-económicas, jamás me crucé siquiera por la calle con él, pero cada vez que tenía oportunidad de leerlo u oírlo, sabía que algo aprendería. Y todos estos panegíricos y homenajes póstumos de tirios y troyanos, me han servido también para conocer un poco más a este señor que, sin duda, deja un gran vacío en lo poco que queda de valioso en Lima. 

Desde la visión de César Hildebrandt que, siempre pegado a la crítica política, reprocha al Estado el hecho de que Antonio Cisneros tuvo que trabajar como burócrata en el Ministerio del Interior para sobrevivir porque en este país, la poesía, su promoción y protección no son temas de la agenda de ningún gobierno; hasta la romántica lectura que un amigo de Cisneros, Guillermo Niño de Guzmán, hace del mismo tema y lo considera una demostración de que conectaba muy bien lo literario con lo real y así desmitificaba la imagen del poeta distraído, que no sabe ni cuanto cuesta un pan; todos estos perfiles apuntan a la admiración que despertaba como artista del lenguaje, más allá de las antipatías o simpatías personales que, como todo ser humano, se haya granjeado con los años.

Que en paz descanse, Antonio Cisneros, alias Oso Hormiguero.


viernes, 19 de octubre de 2012

RECUERDOS DE MI NIÑEZ



Las agudas voces de las sahumadoras, envueltas en mantillas blancas y cubiertas por el denso humo del incienso. Los caramelos de colores que siempre me gustaron más que el turrón completo. Las conmovedoras notas de esas clásicas melodías en homenaje a la procesión. Los hábitos morados que vi desfilar delante mío por la casa de mi abuela en La Victoria, cuando mis tíos se dedicaban a cargar el anda, para después terminar cantando, llorando y atiborrándose de bebidas espirituosas en nombre de su fe. No evolucioné en un hombre 100% religioso, aunque me considero creyente y respeto mucho las imágenes que me reconfortan en momentos difíciles. Mi ateísmo actual no es militante, solo me considero capaz de confiar en la existencia de algo supraterreno, que trascienda las bajezas a las que me han acostumbrado algunos seres humanos (cómo no pensar en los políticos, los futbolistas o los poderosos de la televisión al decir eso).

A mi madre, que nació en octubre y en otro país, le encantaba la Procesión del Señor de los Milagros. No usaba hábito (ahora a la distancia me queda claro que no fue necesariamente su decisión) pero era muy devota, una devoción que incluso trascendió a la de mi padre, la persona a través de la cual conoció todas las expresiones de peruanidad que incorporó a su personalidad de niña eterna. Me cargaba, cuando era niño, para que me sujetara de las rejas de un edificio mohoso de la Av. Tacna, frente al portón de la Iglesia de las Nazarenas - que ante mis infantiles ojos miopes aparecía como algo gigantesco - para que pudiera ver el momento exacto en que las inmensas hojas de madera se abrían y el señor, que nadie cargaba porque iba levantado sobre el suelo, pensaba yo, iniciaba su pesada marcha en medio de cohetones, cánticos, guirnaldas y mucha, mucha fe.

En nuestra antigua casa, en San Miguel, mis padres tenían un cuadro de 80x40 del Señor de los Milagros que hasta ahora nos acompaña, que estuvo con ella en sus últimos momentos, recibiéndola. Mi relación con la tradición religiosa más grande de América Latina se tornó hosca y lejana cuando empecé a comprender que los hermanos de morado, no eran ni tan hermanos y que la coloración oscura (no la de sus pieles sino la de algunas de sus almas) convertían hasta sus lágrimas en expresiones refinadas (a veces no tanto) de cinismo y corrupción. También comprendí que el culto iba más allá de lo que eran sus creadores y decidí, como con todos los demás aspectos de la religión, vivirlos a mi manera, sin hacer caso de los curas, los hermanos o las estrecheces de criterio que solo sirven para esconder muchas malas artes. Y mi conexión con el Mes Morado se reconstituyó.

La Procesión del Señor de los Milagros es una de las pocas cosas que aun me conectan con mi niñez y eso, más allá de conceptos metafísicos, sobrenaturales o mágico-religiosos, es algo que le agradezco. Porque en esa época era realmente sorprendente, era un instante de algarabía inexplicable para un niño, como un espectáculo, casi como un concierto de rock.

Hoy no iría a acompañar la Procesión por nada del mundo. Porque me parece que todo ese fervor se contamina con los vendedores ambulantes que rastrillan y golpean las botellas de gaseosa con sus destapadores, con las personas que en lugar de rezar o agradecer por la vida que conservan en esta época de peligros permanentes, se la pasan con los brazos levantados, grabando todo en sus celulares. Porque me da la impresión de que, a pesar de que sigue siendo multitudinaria, los niños de hoy ya no alcanzan a sentir lo mismo que sentí yo y lo ven más como un motivo para salir a pasear y terminar comiéndose una cajita feliz o un cuarto de pollo, como lo harían luego de ir a Gamarra a comprar trapos nuevos.

Prefiero conservar esas viñetas del pasado y emocionarme cada vez que veo las imágenes de las procesiones actuales y escucho sus canciones, que arriesgarme a la desilusión de ir y terminar magullado y quien sabe, hasta asaltado por los amigos de lo ajeno, que también son una plaga común en estos días. Prefiero sentarme en la sala de mi casa, junto a mi mamá y su estampita-escapulario, como señal de que vivimos la devoción por esta cada vez menos limeña tradición. Más que como un acto religioso de identidad nacional, lo veo como un acto espiritual de categoría personal. Quizás eso sea más valioso.

jueves, 18 de octubre de 2012

DE GAROTA DE IPANEMA AL "CHE-CHERERE-CHE"...



¿En qué momento se jodió la música brasilera? Hubo una época en que lo más popular del cancionero carioca, era a un tiempo lo más distinguido y sofisticado del ancho y (cada vez más) ajeno mundo de la música. Voces como la de Elis Regina, Joao y Astrud Gilberto, Caetano Veloso y compositores como Antonio Carlos Jobim, Vinicius de Moraes. Personajes como Milton Nascimento, Chico Buarque, María Bethania, Gilberto Gil y el ya mencionado Veloso, consiguieron hacer que la aldea global (aun antes de que se le catalogara como tal) asociara al Brasil como un país de músicos excepcionales, profundos, desafiantes y artísticos.

Desde luego que también existía la samba, los ritmos más alegres, las tonadas bahianas que inundaron los carnavales desde su inicio, pero eran expresiones menos admiradas, digamos que su perfil era el de aquellas cosas que reciben mayores halagos por personas más primarias, que no buscaban en la música algo de elevadas calidades interpretativas sino más bien un elemento escapista, casi marginal, expresado en el enredo, en el baile frenético, en una noción de sensualidad que no exige mayor reflexión sino, por el contrario, algo de superficialidad y hasta mal gusto. Incluso los artistas arriba mencionados, también se daban tiempo para componer en claves más populares, y generaban productos de calidad sin caer en simplonerías, dando realce a toda la gama de sensaciones que los diversos géneros brasileños ocasionan al ser oídos.

Pero, de un tiempo a esta parte, la música brasilera ha sufrido la misma deformación que por ejemplo, tuvo la salsa (los duros de los 70s fueron desplazados por los "sensuales" de los 80s y estos a su vez, por las vulgaridades de la timba y los reggaetoneros) y géneros que no ofrecen nada de valor son ahora la expresión populosa más aclamada, inclusive en segmentos socio-económicos no tan bajos. Discotecas y radios son invadidas por esta gavilla de intérpretes inmediatistas que todo lo reducen a bailes coreográficos simiescos, estribillos tontos (Ai se eu te pego o el que aparece de título), hasta el punto que los otrora representantes del folklore brasileño son ahora considerados artistas de élite, de la world music.

La degradación de los gustos populares es culpa exclusiva de los medios de comunicación, a quienes no se les puede reprochar el privilegio que dan a lo que más se vende (en términos de volúmen y de tiempo) pero sí se les puede reclamar que ese se haya convertido en su único interés, de tal forma que todo lo demás simplemente desapareció, fue borrado del mapa. Y las masas, ahora, si escuchan una cadenciosa Garota de Ipanema, se aburren porque prefieren a las calenturientas y taradas toadas. Toda una cultura popular termina tergiversándose y mutando de sentido. Antes, escuchar a los Doces Barbaros era subversivo, divertido y popular, ahora es música de hotel y roof-bar. Las grandes audiencias de las radios monotemáticas no saben de lo que se pierden.


Un buen ejemplo de la música brasileña que nadie escucha...

¿QUÉ ES UN OXÍMORON?


El siempre genial Marco Aurelio Denegri nos lo cuenta en este interesante artículo, publicado el lunes 15 de octubre en El Tromercio. Su columna en este diario es, además de una extensión impresa de los temas que toca en su excelente programa de TV, es casi como si quisieran hacernos olvidar la poca calidad que actualmente caracteriza al otrora decano de la prensa nacional. Para mí es un placer tener que recurrir al diccionario cada vez que leo sus textos (más de tres veces) y al google para saber de quién habla cuando cita a personajes que, a estas alturas, quizás solo él conoce a profundidad...

OXÍMORON
por Marco Aurelio Denegri

Dice Manuel Seco que el oxímoron consiste en reunir dos expresiones de sentido aparentemente opuesto; por ejemplo, "un fuego helado".

En primer lugar, las dos expresiones no son "aparentemente" opuestas, sino realmente opuestas (el disparate se repite en el tomo 24 de la Enciclopedia Universal Salvat). Y en segundo lugar, "un fuego helado" no es un oxímoron, sino un contrasentido, una proposición contraria a la lógica.

Fernando Lázaro Carreter (1) aduce tres ejemplos oximorónicos: "la música callada", "la soledad sonora" y "abatíme tanto, tanto / que fui tan alto, tan alto".

"La música callada" es la que oímos y escuchamos en lo interior del ánimo, sin estruendo, secretamente, a las calladas.

"La soledad sonora" es la que tiene la perceptibilidad del sonido, vale decir, la soledad patente y cierta. El adjetivo sonora es un expletivo (2)

Y "abatíme tanto, tanto / que fui tan alto, tan alto" es una expresión poético-mística con que se declara que los auténticos creyentes, aunque abatidos, son inhundibles gracias a la fe que los asiste y por eso conocerán el ensalzamiento o la elevación.

La voz oxímoron está en el DRAE desde la vigésima segunda edición de este y la definición correspondiente es buena y a la letra dice: "Combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; por ejemplo, un silencio atronador".

Esto último es fundamental: la reunión de expresiones de significado opuesto origina un nuevo sentido. El silencio atronador del ejemplo citado es el silencio notorio y llamativo, es el gran silencio.

Dígase otro tanto de la expresión oximorónica "la inmensa minoría", atribuida a Juan Ramón Jiménez. Atribución hecha por Rafael Alberti en 1969 y repetida por José Ortega Spottorno (3) en 1989. La inmensidad minoritaria es, oximorónicamente, indicativa de la importancia y substancialidad de quiens siendo pocos significan mucho.

Como no tenemos sustantivos sobresdrújulos, oxímoron se pluraliza mediante el artículo o el adjetivo: los oxímoron, algunos oxímoron. También se puede decir oxímoros, según el Diccionario Panhispánico. Pero ¿quién dice así? Ni siquiera los redactores del Panhispánico, que a veces son de una bisoñez impresionante; verbigracia, suponen que la expresión o séase es del habla popular, como si José María Sbarbi (4) huibiese sido pueblerino y no maestro del bien decir y príncipe de los paremiólogos (5); él la usaba y así consta en una carta que dirige al insigne Cuervo (6).

NOTAS:

(1) Fernando Lázaro Carreter (1923-2004), filólogo español, fue director de la Real Academia Española entre los años 1992 y 1998.

(2) Expletivo: adjetivo gramatical, dicho de una voz o de una partícula: que se emplea para hacer más llena o armoniosa la locución; p. ej., no me voy hasta que (no) me echen.

(3) José Ortega Spottorno (1918-2002), hijo del famoso filósofo español José Ortega y Gasset, fue ensayista y editor.

(4) José María Sbarbi y Osuna (1834-1910), sacerdote, filólogo y musicólog español, especialista en refranes.

(5) Paremiólogo: Persona que profesa la paremiología o tiene en ella especiales conocimientos. La paremiología es el estudio, precisamente, de los refranes y dichos.

(6) Rufino José Cuervo (1844-1911), filólogo y humanista colombiano, estudioso de la evolución y modificaciones de nuestro idioma.