miércoles, 1 de septiembre de 2010

LA CIUDAD DE LAS SONRISAS FALSAS


De Barranco a Jesús María, de La Punta a Miraflores, de San Isidro a La Perla, de San Miguel a Surquillo, están por todos lados. Lima ha dejado de ser la capital del Perú para convertirse en capital de la hipocresía, la impostura y el engaño. El frenesí electorero ha provocado un aluvión incontinente de gestos fingidos, labios entornados y dientes brillantes bien iluminados por los flashes fríos y aparentemente incapaces de captar lo que se esconde detrás de esas muecas unidimensionales, inexpresivas, impersonales.

¿Alguien puede creer que esos personajes nos sonríen a nosotros, masa anónima de vecinos que asistirá a votar el próximo octubre con la única consigna de no llegar tarde para evitar una multa que afecte más nuestros atribulados bolsillos? ¿Pueden estos hombres y mujeres, jovenes, adultos y ancianos, realmente engañar al mil veces mencionado "pueblo" del que solo se acuerdan cuando deciden lanzarse a la búsqueda de un cargo público que les asegure, en este caso, cuatro años de privilegios, poco trabajo y sendos sueldos, sin contar con los suculentos dividendos que dejan las obras sobrevaloradas, las dietas incalculables y las corruptelas cotidianas?

Desde las patéticamente cínicas imágenes sonrientes de connotados ladrones como Álex Kouri, Salvador Heresi, Francis Allison, Antonio Mezarina - solo por nombrar unos cuantos - hasta las incontables risitas y miraditas de cientos (miles si pensamos en todo el país) de advenedizos y advenedizas que pretenden hacerse de un lugar en algún municipio, todas son testimonio fotográfico de esa representación cuasi teatral que la politiquería lleva a cabo cada vez que se avecinan elecciones: caerle bien a los votantes para que nos hagan ganar y después de eso, olvidarse de las sonrisas y perderse en los oscuros caminos de la cutra y la descarada cuchipanda del poder. Poder local, pero poder al fin.

Esa sonrisa macilenta y falsa que hoy malogra el paisaje de nuestra ciudad es además, una expresión burlesca. Los candidatos no nos están sonriendo, se están riendo de nosotros que es totalmente diferente. Y generalizo porque francamente, no necesito de CPI o de Apoyo para comprender que el porcentaje de sinceridad debe ser menor que el margen de error de cualquier encuestadora. Por alguien he de votar, tanto a nivel de Lima Metropolitana como del distrito en el que vivo, y definitivamente mis preferencias se han definido por variables más válidas que unos carteles, sean del color que sean, en el que me hayan pelado los dientes. En ese aspecto, incluso los candidatos por quienes terminaré votando, me generan una monumental desconfianza.

Lima no necesita payasos que rían a mandíbula batiente ante sus problemas. Lima no necesita sonrientes profesionales que después son un fiasco en la gestión o que terminen llevándose hasta el último post-it de las dependencias municipales que vayan a ocupar. Lo que necesita esta ciudad es una persona honesta, con vocación de servicio y sentido común, cuyos valores cívicos estén por encima del protagonismo mediático y que no haya participado en ningún acto delictivo o corrupto durante su carrera política, si es que la tiene.

Y si no la tiene y se trata más bien de todos esos desconocidos que contaminan el paisaje urbano y llegan al extremo de talar árboles con tal de que se vean sus carteles, deberían enterarse que sus sonrisas ensayadas y recomendadas por esos geniecillos del marketing político, esos jovenzuelos formados en la publicidad que por un oneroso sueldo les enseñan cómo sonreírle a las cámaras digitales y el photoshop, no sirven de nada al momento de demostrar quiénes son y qué pretenden hacer si ganan las elecciones.

2 comentarios:

Eleutheria Lekona dijo...

Me suena familiar...

Anónimo dijo...

Claro y preciso este artículo, de contenido vigente en este proceso electoral... actualizándolo con la gestión actual