sábado, 7 de noviembre de 2009

EL SHOW DE LOS MUERTOS


"Tengo los muertos todos aquí/¿quién quiere que se los muestre?"... con esta frase de aquella intrincada canción del tercer álbum de Sui Generis, Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, debería comenzar cada mañana el noticiero de un conocido canal de la televisión peruana. No me atrevo a aseverar que es así en los demás países de nuestra región y mucho menos si es una tendencia mundial, aunque los últimos reportes acerca de la nueva matanza en Texas me hacen pensar que sí...

De todas maneras, lo más probable es que el noticiero al que hago referencia sea uno de los principales cultores de esta realidad noticiosa, en la que abundan hechos de muerte doméstica que cada vez van aumentando en su crueldad y en algunos casos, en sus sofisticación. ¿Será acaso que ya estamos tocando el fondo de la desensibilización desatada a comienzos de los 90s y que de una vez por todas, las masas consumidoras de información ya no son capaces de sorprenderse e indignarse con nada?

Desde el fondo de mi corazón y ensayando un ligero optimismo frente a la dureza de los hechos concretos, espero que no. El último caso que ha conmocionado - a niveles bastante epidérmicos por cierto - a la opinión pública es el de la joven contadora arrojada al vacío desde un vehículo de transporte masivo por un delincuente que, de manera sorprendente, sigue siendo considerado "barrista" por comentaristas tanto deportivos como policiales y que, gracias al incomprensible sistema legal en el que se enmarca nuestra sociedad, tiene hasta abogado defensor, un impresentable tinterillo que probablemente salta y grita desaforado cada vez que juega Universitario de Deportes y conoce a los integrantes de la turba asesina y carterista desde que eran niños.

Cada vez que enciendo el televisor veo cómo los presentadores del noticieron de marras pasan de accidentes de tránsito a crímenes pasionales a horrendas muertes de niños recién nacidos a personas sepultadas por paredes a medio construir y a emboscadas en la selva realizadas por terroristas casi sin respirar. Y cuando respiran, sonríen, hacen algún comentario que pretende ser risueño y dan pase a comerciales, no sin antes esbozar un repetitivo y absurdo "ojalá que las cosas cambien". Pero nunca consigo escuchar que traten de darle voz a mi indignación al ver y oír esos testimonios terribles, casi siempre musicalizados con alguna melodía melodramática inteligentemente escogida por los editores, que me imagino se juran geniales en su trabajo.

Como comunicador social, me atrevo a pensar que estas experimentadas personas de la televisión atraviesan por una especie de desdoblamiento para no perder la razón. Hablar de jovenes que mueren a causa del politraumatismo encefalocraneano que le produce el golpe contra el pavimento o de un bebé decapitado por los médicos al nacer sin que te escarapele el cuerpo o si que por lo menos te den ganas de denunciar a todo el mundo aunque después tengas que pedir disculpas públicas a quienes correspondiera tiene que obedecer a ese desdoblamiento.

De lo contrario, estas personas se han convertido en autómatas dadores de noticias y el famoso pueblo, ese que mentan todo tipo de actores sociales (desde políticos oportunistas hasta periodistas demgogos) pierde ante este rostro imperturbable y a menudo impávido de la prensa masiva la posibilidad de ser verdaderamente escuchado. ¿Cuándo escucharemos las voces indignadas de los líderes de la opinión pública dispuestas a cumplir un papel más determinante en la influencia que pueden ejercer para terminar con esta insanía institucionalizada?



1 comentario:

Julio Cesar dijo...

Me da gusto encontrar gente a la que aún le cause repulsa la basura como la que pasan en ese noticiero de los bajos fondos.

Yo ya había escrito algo sobre el particular: Sangre a raudales al despertar. Ayudemos a erradicar la porquería de la televisión.