sábado, 15 de marzo de 2008

POR MIENTRAS...



Hola a todos... como aun no encuentro lo necesario para reiniciar mis publicaciones en este humilde blog les paso esta nueva colaboracion del camarada freak Alfonso Gonzalez Vigil, un poco para renovar las entradas. Aqui va, para los amantes del cine arte, el analisis que ensaya Alfonso acerca de Un hombre sin pasado, uno de los titulos fundamentales de ese extranno personaje del septimo arte llamado Aki Kaurismäki. El film, una suerte de fantasia pesadillesca con ciertos tintes de humor negro, tiene entre sus lauros el haber sido nominado al Oscar para la Mejor Pelicula Extranjera en 2002 y ademas recibio un premio en el prestigioso Festival de Cannes, a Mejor Interpretacion Femenina si no me equivoco. Markku Peltola, actor finlandes que protagoniza la pelicula, fallecio el 31 de diciembre del anno pasado y el comentario de Alfonso funge de resenna-homenaje al artista, que tambien fue musico. Tras una breve carrera en los 80s como guitarrista en un grupo pop llamado Motelli Skronkle, Peltola publico un par de albumes - Buster Keatonin ratsutilalla (2003) y Buster Keaton tarkistaa idän ja lännen (2006) - en los que rinde tributo a Buster Keaton, a quien admiraba fervorosamente. Gracias Alfonso y hasta la proxima...

"LA ANÓNIMA MELANCOLÍA DEL PRESENTE
por Alfonso González Vigil.

“Un hombre sin pasado” (título original: Mies vailla menneisyyttä, 2002) del realizador finlandés Aki Kaurismäki ( es una película desconcertante, irreverente y simpática. Son los tonos y humores de un largometraje nostálgico y, a la vez, crítico en cuanto a su planteamiento dramatúrgico. Estos atributos excepcionales contrastan con las características comunes y casi esquemáticas de los seres marginales, solitarios, fracasados o desempleados que pueblan los sombríos rincones de Finlandia.

“El hombre sin pasado” narra la historia de M, personaje anónimo que está en busca de trabajo. Su llegada a Helsinki será accidentada: es asaltado y golpeado ferozmente por tres delincuentes. Después de ser internado en un hospital lo declaran clínicamente muerto. En medio de la aparente fatalidad, M resucita milagrosamente sin dejar de lucir un aspecto luctuoso, escena matizada con algo de humor negro. El protagonista, presa de la amnesia, opta por huir, sin importarle las vendas que cubren su rostro; él sólo tiene trazada una meta: aventurarse a vivir. Para ello, no duda en adoptar una nueva identidad, porque es la única manera de que su apesadumbrada existencia (re)descubra el mundo.

Su reencuentro con el mundo externo y, por ende, con la vida en sociedad — y su contacto con la condición más paupérrima — le permite toparse con personas necesitadas, pero que también están dispuestas a la ayuda y la cooperación o, en su defecto, al cumplimiento de cierto “orden” y justicia. M estabiliza su situación habitando un contenedor vacío.

Es curiosa la oportunidad ambivalente que le otorga el destino. Mientras que para el sistema los hombres sólo existen con un nombre y documentación, todo lo contrario ocurre con Irma, colaboradora del Ejército de Salvación: ella encontrará en el verdadero “yo” de M la apuesta por el amor, sin importar su pasado o una comprobación de identidad.

Cabe destacar la interpretación de Markku Peltola como M, en la cual imprime frescura a tan inquietante rol: un ente con mirada impasible que desnuda su lado romántico, gracioso o delirante en cada acción (emulando los clásicos “nonsense” de Buster Keaton). Asimismo, la figura de M remite a diferentes imágenes, personajes de referencia según la eventualidad (la máscara de soldador, colocada por uno de los malhechores, lo hace parecerse al Hombre de la Máscara de Hierro; las vendas del hospital, al Hombre Invisible; y su repentina resurrección, a Lázaro.

Al hombre sin pasado los conflictos y sorpresas no le son ajenos. Para llegar a enterarse de su verdadera identidad debe padecer la sospecha de su participación en un robo bancario. M era casado pero desdichado, en pleno trámite de divorcio. Descubierta su identidad, no la asume ni recobra la memoria.

El pasado en su caso le es distante o termina siendo un capítulo cerrado. Esto motiva su retorno al submundo de la marginalidad, donde en una especie de “happy end” — válido porque no cae en sentimentalismo ni en moralina — los malhechores que abusaron de M al principio son castigados por otro grupo de marginales, para luego caer en brazos de su amada Irma.

Dentro de los recursos expresivos del film, la fotografía exuda una estilización de ensueño, estética que alterna azules nocturnos, dorados, ocres y celestes; además la cámara registra los paisajes desolados con encuadres simétricos. “El hombre sin pasado” igualmente puede verse como una crónica de la Europa actual. Su virtud está en no subrayar la denuncia hasta el colmo del panfleto".

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