martes, 20 de noviembre de 2007

LAS TIENDAS DE DISCOS (parte 2)

A nivel internacional, hay dos clases de tiendas de discos formales: las megatiendas estilo Virgin Records, Tower Records, Musimundo, etc... y las tiendecitas escondidas, esos huecos en los que por lo general uno puede encontrarse con personas extremadamente conocedoras, capaces de conseguir las rarezas más alucinantes... Las primeras son inimaginables en nuestro país: establecimientos inmensos que uno podría tardarse días en recorrer. Pisos y pisos en los que venden desde simples y llanos cassettes hasta instrumentos musicales, partituras, colecciones enteras de CDs y DVDs de cualquier artista o género.
Sea por experiencia personal o por haber escuchado la descripción de alguien que haya estado en una de estas tiendas, queda claro que además de la locura que para un melómano puede representar estar en un sitio como ése, es un hecho que jamás vamos a ver en Lima una tienda similar. Las segundas son más bien, parecidas a la que muestra la película High Fidelity (2000) del hoy famoso realizador británico Stephen Frears, director de la aclamada The Queen (2006).
En High Fidelity, John Cusack encarna a un apasionado coleccionista de discos que además, es dueño de una de esas tiendas pequeñas, sin mucho presupuesto, que se mantienen debido a la exquisitez de sus conocimientos musicales, capaces de satisfacer las exigencias del cliente más especial. Aunque sus compañeros (representados por Jack Black y Todd Louiso) no se muestran tan amables con el público y presentan características y formas de comportamiento algo marginales, también poseen extremados conocimientos y un innegable amor por la buena música, lo cual asegura una atención esmerada cada vez que los clientes les demuestran estar "a su altura" en cuanto a sus elevados niveles de apreciación. Ellos no venden cualquier cosa. No señor. Ellos venden arte.
¿A qué quiero llegar? Las megatiendas - por lo que he escuchado, ya que aun no tengo la fortuna de conocer una personalmente - son empresas gigantescas, que cumplen con estándares de atención de extremada calidad. Y aunque es probable que su personal tenga los niveles de automatización que podríamos encontrar en Lima en un vendedor de, digamos - y la comparación la hago únicamente para formar una idea de lo que trato de decir, porque no hay punto de comparación en realidad - Ace Home Center o Sodimac, nunca he escuchado que sus conocimientos musicales sean limitados o que su capacidad de respuesta no satisfaga los requerimientos de un cliente exquisito. Aún cuando el vendedor no sea un experto en música, sin duda alguna estas megatiendas cuentan con un sistema computarizado que ubica los productos a la velocidad del rayo y que está constantemente actualizado. Y sin duda alguna, salvo error u omisión, estos vendedores trabajan en horarios rotativos, reciben capacitación a cada momento y están en contacto directo con el interesantísimo mundo de la industria musical. Esas son las principales tiendas de ciudades como Miami, New York o Buenos Aires. En nuestro país, las principales empresas de venta de música tienen tiendas iguales y peores que las retratadas por Frears en High Fidelity.
En Lima, y desde hace más de 15 años - si no más - las tiendas de discos son administradas por personas a quienes difícilmente podríamos identificar con el personaje de Cusack. Empresarios que no tienen esa conexión emocional, telúrica con el mundo musical, y si la tienen, es tan superficial que se obnubila hasta desaparecer cuando ven que los números comienzan a funcionar - para ellos - y terminan dejando de lado esa naturaleza casi mística que existe en el círculo conformado por el COMPRADOR-PRODUCTO MUSICAL-VENDEDOR, utilizándola únicamente cuando puede servir como instrumento de marketing. El signo de los tiempos: la estrategia de venta que finge y que es capaz de encumbrar a personas y productos que, usando ciertos términos, consigue un efecto positivo para sus propósitos, aunque en realidad no sepa de qué está hablando o qué está ofreciendo.
A pesar de esa desidia, estos empresarios han tenido - y tienen - la suerte de que ese círculo místico configurado por el que compra música, el producto musical y el que vende, se siga generando porque los puntos de venta están llenos de personas que buscan ingresar a esos puestos de trabajo por su afición por la música. Jóvenes melómanos, coleccionistas, expertos en ciertos géneros, van y se presentan a las convocatorias para captar personal nuevo y al ingresar, se auto-capacitan. En muchos casos, los niveles de atención especializada en las cadenas musicales de Lima es altísimo - algo que incluso ha sido resaltado por clientes extranjeros - pero ese no es en ningún caso, mérito de los dueños, es una casualidad de la cual se aprovechan y que dicho sea de paso, y ese es uno de los hilos conductores de mi crítica, nunca valoran debidamente.
¿Por qué pasa esto? por la necesidad. Estos jóvenes están buscando trabajo, la mayoría no cuenta con estudios superiores y aunque no son del todo marginales - por no generalizar - provienen de medios socio-económicos que evidentemente no son los mejores de la capital. "Mano de obra barata" diría un analista laboral. Por ahí aparece uno que otro joven con estudios pero que no se ha podido insertar en el mercado laboral, que además posee conocimientos musicales y se presenta al trabajo. Ingresa. Y trabaja en las mismas condiciones que los demás. La necesidad produce un cuerpo de vendedores (una "fuerza de ventas") que termina convirtiéndose en una cuadrilla homogénea que espera las directivas de quienes "más saben", los empresarios, los dueños. La necesidad de trabajar limita el derecho de exigir un trato diferenciado, no solo por asuntos ligados a la preparación académica, sino a cuestiones más generales: es imposible aspirar a un horario adecuado que permita seguir estudios, tener una vida más normal, por ejemplo. Desde luego, esto tiene que ver con la incapacidad de estos empresarios para comprender que deberían invertir más y pagar lo que pagan implementando turnos dobles - como hacen las megatiendas más importantes del mundo - ya que eso representaría gastar más. Y eso no les conviene.
Porque el trabajo de venta en tienda de música es, para estos empresarios, tan simple como el de vender ropa, vender seguros, vender papas... Pero no es así. No señores. Vender música es vender arte. De eso hablaré en la próxima...

4 comentarios:

rictineo dijo...

Haciendo la conexión con la primera parte, podemos inferir con desazón y sin conformismo alguno, que el problema sigue siendo de desarrollo personal de los dueños con terribles consecuencias como la falta de desarrollo DEL PERSONAL EMPLEADO.
Molesta (por que no son la regla sino la excepción) que esas pocas corporaciones en que existe coaching, incentivos culturales y espíritu de identificación con la actividad que se desarrolla, SEAN MAYORMENTE TRANSNACIONALES...Bimbo por ejemplo (mi cuñado es Supervisor de Ventas allá)tiene una relación tan estrecha con sus trabajadores, que incluso por temporadas ponen a los empleados de jefes y a los jefes los mezclan con la masa obrera, para crear empatía; "amor a la camiseta" made in Mexico.
Ahora, para toda regla hay excepción: yo estuve en Fnac de Madrid - una mega ultra extra gran tienda de Discos, pelis, partituras, conciertos, libros, revistas, instrumentos y demás....-donde los expertos son mas bien los clientes, mientras que los operarios se parecen más a los guías de las tiendas "Block Buster".
No sé si lo dijo Sofocleto, pero una vez escuché: "en todas partes se cuecen habas, pero en el Perú solamente se cuecen habas"

Anónimo dijo...

Si pues... la frase es de Sofocleto... y es cierto. No dudo que hasta en el país más desarrollado (no precisamente España, que es el patio trasero de Europa) haya casos de mala administración, de empleados insatisfechos, de empresarios desconsiderados... pero de que aquí eso es lo que hay en una inmensa mayoría - razón por la cual el comportamiento negativo se legitima e institucionaliza - no hay ninguna duda... saludos

rictineo dijo...

pero igual vale la comparación, pues frente a nuestra paupérrima realidad nacional ese patio trasero es el lobby del Hotel Hilton jaaa
saludos
Ricardo

Anónimo dijo...

Claro... mi interés en este tema no radica tanto en comparaciones cerradas (allá mejor, acá peor). Solo las hice de manera transversal para ubicar contextualmente la situación y presentar un panorama de lo que son las tiendas de discos en nuestra capital...

El punto es que las principales tiendas de música de Lima no presentan parecido alguno con las principales tiendas de cualquier otro lugar (ahora sí podemos incluir a España) en cuanto a envergadura, importancia y trascendencia y eso, además de tener que ver con que nada en el Perú tiene posibilidad de alcanzar estándares de calidad acordes a la realidad actual, por más que haya un 25% de empresarios exitosos e insertados en el hábitat de la economía mundial (ahí están nuestros políticos o nuestros futbolistas) también tiene que ver con la desidia de quienes entran al negocio de la música sin sentir pasión por ella y por extensión, por el arte y el desarrollo socio-cultural y humano de la juventud de la que se sirve para ofrecer sus productos.

Vender hamburguesas es una cosa muy diferente a vender obras de arte. Una empresa dedicada a la venta de música podría dejar de tener la categoría de empresa sub-empleadora si manejara algunos conceptos que actualmente son trabalenguas en chino mandarín para sus dueños... Ese punto lo ampliaré las próximas veces... si es que hay... saludos y gracias...